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México D.F. Viernes 22 de octubre de 2004

Jorge Camil

Bush, Ƒcampeón de los pobres?

George W. Bush es percibido como defensor de las compañías petroleras, promotor de la globalización y campeón del poderoso complejo militar industrial. En otras palabras, presidente de los ricos. Existen razones suficientes para justificar esa creencia, como la imprudente decisión de reducir sustancialmente los impuestos de las capas superiores y otorgar beneficios fiscales a las grandes corporaciones en medio de una aventura militar que ha costado 200 mil millones de dólares (creando con ello el peor déficit de la historia).

No obstante, la ayuda a los ricos no explica la popularidad que le permite mantener una pequeña ventaja en las encuestas, aun después del vergonzoso desempeño en los debates presidenciales. Como los beneficiarios de sus decisiones fiscales constituyen únicamente 2 por ciento de la población, es lógico preguntar quiénes son los electores potenciales que mantienen la popularidad del presidente.

Para Jim Cason y David Brooks, corresponsales de La Jornada, y Serge Halimi, de Le Monde Diplomatique, son sorprendentemente los obreros (ša quienes Bush ha quitado millón y medio de empleos y negado los beneficios médicos de un seguro social equitativo!), los mineros ignorantes y empobrecidos de Virginia Occidental, una de las regiones más atrasadas del país, y los miembros de la clase que Richard Nixon identificó como la "mayoría silenciosa". El estadunidense común, el hombre de a pie, el ciudadano con temor de Dios, presa del fundamentalismo religioso que gobierna al país desde la revolución legislativa iniciada por Newt Gingrich, que estuvo a punto de culminar con el desafuero de Bill Clinton.

Curiosamente, Bush es un hombre inmensamente rico que, sin embargo, predica con el ejemplo y la palabra los valores y temores de las clases desheredadas. Profesa un cristianismo que raya en fanatismo (habiendo reconocido que la decisión de invadir Irak fue "consultada con el altísimo"), usa ropa del americano común (jeans, botas vaqueras, sombrero texano) y se pronuncia en contra del aborto y los homosexuales (a quienes acusa de poner en riesgo el "sacramento del matrimonio").

Al mismo tiempo apoya incondicionalmente a la poderosa Asociación Nacional del Rifle, que promueve el derecho irrestricto de adquirir y poseer armas de fuego. Sus valores, costumbres y lenguaje corporal son un imán que atrae por igual a los mineros de las Apalaches y a los obreros de la industria siderúrgica de Pittsburgh, a los rancheros de Texas y a los trabajadores de la industria automotriz de Michigan (tierra de grupos "patriotas" que se reúnen en el bosque los fines de semana a beber cerveza, organizar simulacros con armas de fuego y despotricar contra la supuesta conspiración judío-comunista que controla Naciones Unidas y el gobierno de Washington).

Bush es la versión estadunidense del ultraderechista francés Jean-Marie Le Pen, político abiertamente racista, enemigo de inmigrantes y rabiosamente patriotero, que utiliza una retórica construida a base de "bandera, seguridad, soberanía y libertad". "No existe bien más preciado que la independencia", reza el eslogan del Frente Nacional francés. Adscrito a los mismos valores, el cowboy surge como paradigma del "macho estadunidense" que rechaza todo lo que amenace la "soberanía" de Estados Unidos, como la jurisdicción de Naciones Unidas, los dictados de la Corte Penal Internacional y las reglas de la OMC: šNo nos doblamos ante nadie!

De ese nacionalismo a ultranza surge la guerra preventiva, que se apoya en la "supremacía estadunidense" denunciada por George Soros, y el supuesto enemigo común del "terrorismo", que ha sido el motor principal de la campaña republicana. El presidente tiene excelentes probabilidades de ser relegido por el pueblo que bebe Budweiser el sábado y asiste a los oficios religiosos el domingo; los electores que, según Tom Frank, rechazan a cualquier candidato apoyado por intelectuales "que elevan los impuestos, comen sushi, manejan Volvos, leen The New York Times y disfrutan las películas de Hollywood".

En The America that will vote for Bush (La América que votará por Bush) Frank reconoció en febrero de este año que el rechazo internacional del presidente hace olvidar la enorme cantidad de votantes que apoyan a "este vocero de la otra América: un pueblo absolutamente seguro de sus valores y superioridad". El autor advierte que Estados Unidos ha sido atrapado por un populismo de derecha que surgió con Richard Nixon y finalmente encontró en George W. Bush el campeón de quienes gobiernan para los ricos hablando el lenguaje de los pobres. No obstante la amenaza de futuras guerras preventivas y el declive del prestigio de Estados Unidos en la comunidad internacional, los temas no son la guerra de Irak con su secuela de muertos ni el desastre económico ni el seguro social ni el déficit más grande de la historia: religión, patria, carbón y armas de fuego -dice Halimi- son los temas que decidirán esta elección presidencial.

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