.. |
México D.F. Viernes 22 de octubre de 2004
Horacio Labastida
Gerard Pierre-Charles
En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, recibimos con los brazos abiertos al intelectual y político heroico Gerard Pierre-Charles, exiliado por su lucha contra Francois Duvalier y sus matones tontons macoute, encargados de eliminar cualquier disensión sobre Papa Doc.
Dueño de un talento lleno de aristas iluminantes y de una moral cabal, Pierre-Charles ingresó a la cátedra con aportaciones esclarecedoras de lo que sucedía en Haití y el resto del mundo. Si se hace a un lado el terrible peso imperial estadunidense y el gobierno que lo representa, resulta imposible comprender cómo una república que aspira a la libertad y a la equidad puede convertirse en Estado criminal, tema que Pierre-Charles y yo discutimos muchas veces. Le hice ver que también México se vio abatido por un Estado criminal entre 1913 y 1914, a cargo del felón Victoriano Huerta, autor de los asesinatos de Francisco I. Madero, presidente de la República, y José María Pino Suárez, vicepresidente, apoyado por el embajador estadunidense Lane Wilson, en la época del presidente William H. Taft (1909-13).
Pierre-Charles nunca eludió la especulación teórica en torno al nacimiento y afirmación del Estado criminal. En Haití, me dijo, dos procesos históricos acunaron a Papa Doc. En primer lugar, en los años 1934-1946, con el pretexto de hacer respetar la democracia representativa, el ejército estadunidense que ocupó Haití entre 1915 y 1934 instaló el sistema que presidieron Stenio Joseph Vicent (1930-41) y Eli de Scoth (1941-46), supuestamente democrático y manejado por una oligarquía mulata apoyada en las bayonetas de los soldados, época adversa vinculada a todos los efectos restrictivos y críticos de la Segunda Guerra Mundial.
Después, observaba Charles, ocurrirían los desajustes del decenio 1946-56, agitados por la caída de los mulatos hegemónicos y el surgimiento de la facción negra, la negritud y las clases medias que se le unieron, choques de unos y otros que hicieron posible al ejército convertirse en árbitro en las competencias de la negritud y los mulatos. Así es como los militares se adueñaron del poder de 1946 a 1956, escenario en que aparecieron personajes como Dumarsais Estimé y Paul Eugene Magloire, este último presidente de 1950 a 1956, sustituido por Nemours Pierre-Louis en el bienio 1956-57. A pesar de las armas, nos dice Charles, los militares cayeron con Magloire en medio de un amplio y profundo descontento popular. Y precisamente en la atmósfera caótica y falaz alimentada por no pocos caciques de la guerra prolongada durante más de 20 años y consentida por el imperialismo, a fin de apuntalar los intereses creados ante la ineficiencia militar, se instala el Estado criminal por casi 30 años, presidido por Papa Doc, 12 años, y Jean-Claude Duvalier, hijo del anterior y llamado Baby Doc, 15 años. Las cosas son claras. El Estado criminal surge cuando el autoritarismo fracasa y se usan al margen de la normatividad jurídica las facultades soberanas del Estado para aterrorizar y destruir el juicio crítico y la libertad en todas sus facetas, con el propósito de afianzar e imponer un status quo que enriquece a los ricos y empobrece a los pobres.
De esta manera, concluía Pierre-Charles, es como el Estado criminal haitiano nació y creció en forma tal que sus efectos infiltran el futuro y hacen posible, como ahora sabemos, que un teólogo de la liberación, Jean-Bertrand Aristide, ascendiera al poder en 1991, cayera y regresara acompañado de fuerzas militares estadunidenses entre 1994 y 1996, fuera sustituido por René Préval, resurgiera en 2001, adoptara las técnicas de Papa Doc y, con base en una generalizada rebelión popular y de intrigas de la Casa Blanca, volviese a caer para refugiarse en Sudáfrica.
La argumentación de Charles sobre el Estado criminal es válida si se aplica al caso mexicano de Huerta, y también al Estado criminal regional que presidieron los gorilatos sudamericanos y el aún impune genocida Augusto Pinochet y su Operación Cóndor, bien nutrida por las elites capitalistas estadunidenses y orientada a quitar la vida a todo aquel que defendiera los principios de la liberación. Pero la tragedia no termina.
En nuestros días el fracaso militar del proyecto que preside George W. Bush para acaparar la riqueza del planeta y dominar a las naciones, según los ejemplos de Afganistán e Irak, abre las puertas a la edificación de un Estado criminal global que multiplique las dimensiones de Papa Doc y sus tontons macoute, llenando el planeta con campos de concentración tipo Guantánamo, eliminando los derechos humanos a semejanza de las Patriot Acts I y II, y en las tenebrosas prisiones donde enloquecidos militares agravian sin límite alguno la dignidad humana.
Sólo la unidad del pueblo y su conciencia política expulsaron a Papa Doc y a Baby Doc de Haití, nos recordaba Charles, y esta conclusión vale en nuestros días: sólo la unidad de los pueblos y su conciencia política podrá erradicar de la Tierra al Estado criminal mundial que hoy nos amenaza, a todos sin excepción.
|