México D.F. Miércoles 29 de septiembre de 2004
Néstor Bravo Pérez
El elefante rosa
En 1994, el año en que las escuelas de enseñanza superior de arte se mudaron a las nuevas instalaciones de Tlalpan y Churubusco, se inició una serie de trabajos con la finalidad de actualizar la educación artística que se impartía en las escuelas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Las formas de acercarse a la problemática fueron diversas y cada institución desarrollaba sus proyectos a partir de la necesidad de modificar sus planes y programas de estudio. Sin embargo existía un proyecto generado desde el Centro Nacional de las Artes (Cenart) que trataba de hacerse compatible con el desarrollo de las investigaciones en las escuelas y buscaba más o menos los mismos objetivos.
En ese momento en diferentes espacios de la sociedad, incluido el gremio de los artistas, se hablaba del proyecto Cenart como un elefante blanco que transitaba por las laderas del viaducto. La intención de las escuelas involucradas en estas reformas era darle a la educación una clara vinculación con la realidad imperante en el país, reconociendo que la enseñanza es capaz de mostrar la calidad poética de la existencia del hombre, que en estos procesos existe una emoción estética promotora del asombro y de la investigación.
En el Cenart muchos profesores e investigadores tenían claro (espero que lo sigan teniendo a pesar de todas las decepciones por las que han atravesado) que el arte, desde cualquier punto de vista, posibilita la comprensión de la complejidad humana. Sin embargo, desde esos entonces se iba formando una tendencia que trataba de aislar la educación artística, es decir, ya se fomentaba una idea de cultura de la que se extirpaban sus referentes históricos.
Ahora que el Cenart cumple 10 años se habla de proyectos educativos de manera más entusiasta y se trata de involucrar una vez más a las escuelas para generar proyectos en conjunto. Me parece buen momento para que se establezcan, como parte del festejo, criterios que permitan que los alumnos sean capaces, desde su formación como posibles artistas, de saber en qué país viven. Eso en principio, pero quizá algo más importante es que tengan claro cuál es el criterio que se están siguiendo para conformar las políticas culturales en el ámbito nacional.
En cada posibilidad de conmemoración en el Cenart, antes que invitar a la reflexión, se hacen apologías de la cultura del espectáculo, festejando con exposiciones y más exposiciones, a veces hacen bailables o festejos a la bandera; nunca han sido capaces de vincular con su concepción de enseñanza el aspecto académico.
En un principio lo intentaron, pero abandonaron el proyecto para darle una carga eficientista, digamos que hasta cierto punto se ha vuelto un espacio clientelar. Es entendible, ésas son las políticas que está implementando el gobierno de Fox y me supongo que es imposible salirse de esta perspectiva para desobedecer órdenes, aunque éstas sean absurdas. Para este tipo de pensamientos, lo importante son los resultados en cuanto a utilidad y beneficios de orden económico.
Pensar que serán capaces, en este festejo de sus 10 años, de voltear y recuperar mucha de la información académica generada es, me parece, una ingenuidad.
La educación tiene un valor fundamental en esto que llamamos democracia; sin ella, dicen los que saben, la posibilidad de desarrollo en los países en emergencia es por lo menos difícil. En México estamos ante una crisis de los sistemas educativos, incluido el de la enseñanza de las artes. En estos preclaros momentos de cambio el presupuesto para generar proyectos educativos en el INBA se ha visto menguado y el impacto en las escuelas es contundente.
Esta situación se da justo en el momento en que se hace más necesario el fortalecimiento en la enseñanza, sin embargo parece imposible que este espacio se apoye desde los criterios actuales.
En el Cenart ya no habita un elefante blanco, por la situación que vivimos y por la manera en que se entiende la cultura en nuestros días más bien estamos observando un elefante rosa.
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