Carlos Bonfil

Octavo Tour de Cine Francés

La octava edición del Tour de Cine Francés en México, evento que cubre un número cada vez mayor de plazas en la ciudad de México y en el interior de la república, ofrece a partir de esta semana una programación diseñada para cumplir con ese propósito de expansión creciente y satisfacer democráticamente los gustos más variados del público mexicano.

Al criterio de selección de este Tour parece determinarlo una estrategia de difusión sin riesgos: ofrecer un panorama suficientemente amplio del cine comercial francés, que incluya alguna cinta pretendidamente audaz (algo cercano a una propuesta de cine independiente o de cine de autor -en este caso Gran escuela, París, Clara y yo), una o dos películas destinadas al público infantil (El secreto del Malabar, Los niños de la lluvia), y el resto, lo que ha tenido más éxito en la taquilla francesa (Podium, France boutique), o propuestas sentimentales, inofensivas, con garantía de no frustrar las expectativas del gran público (25 grados en invierno). En definitiva, un criterio de selección cada vez más alejado de las búsquedas novedosas, independientes, arriesgadas, del cine francés actual.

Un Tour cauteloso nunca es un tour de force, una proeza. Es curioso ver cómo se sobrestima a menudo la capacidad de escándalo del público de provincia. A pesar de la buena aceptación en pequeñas ciudades de películas francesas supuestamente difíciles, estilo Viólame o Romance, y del estrepitoso fracaso de cruzadas moralistas ansiosas por prohibir cintas como El crimen del padre Amaro, aún se teme sacudir demasiado las buenas conciencias, y se destinan las cintas "fuertes" a un público capitalino muy específico -Cineteca, exhibición universitaria, circuitos alternativos-, y se desbroza y edulcora en lo posible la programación con la que se desea alcanzar mayor aceptación en todos los puntos del país que toca el Tour. Estupendo para la difusión masiva; desalentador para la calidad artística, cada vez más desigual.

El esfuerzo que realiza la distribuidora Cinemas Nueva Era para difundir el cine francés es ciertamente notable, y por eso mismo crece la expectativa de criterios de selección más exigentes para un Tour de esta naturaleza. Incluso en el terreno comercial, las elecciones son azarosas: Podium, de Yann Moix, es una cinta interesante, pero su trama se centra en una figura del espectáculo muy popular en la Francia de los años 70, el cantante Claude Francois, cuya muerte trágica tuvo un fuerte impacto en el público local. Al desconocer buena parte de esta biografía, el espectador mexicano apenas percibe y entiende las referencias a las circunstancias de su desaparición, y el afán tragicómico del empleado bancario Bernard Fréderic, imitador estrella, por emular al ídolo entrañable.

France boutique, de Toni Marshall, no eleva mucho el nivel con su propuesta de una rivalidad conyugal en un negocio de ventas por televisión; lo más atractivo es el conflicto moral del marido, antiguo estudiante de letras, cuando valora las oportunidades perdidas, la mediocridad de su ocupación actual, y la crisis que vive con su pareja. 25 grados en invierno, de Stéphane Vuillet, es una galería hispano-franco-belga de clichés culturales sobre el desarraigo de exiliados en Bruselas, sus percances con la policía, y la historia de amor entre un inverosímil inmigrante español (el francés Jacques Gamblin) y la mujer ucraniana que en su búsqueda infructuosa del marido ruso que la ha abandonado, descubre el amor verdadero, y de paso una familia. Carmen Maura tiene un divertido papel como matriarca insufrible.

Gran escuela podría ser, únicamente por su tema, la cinta controvertida en un Tour sin mayores sorpresas. Fuertes dosis de homoerotismo con desfile de desnudos masculinos bajo la ducha colectiva o en acercamientos dignos de Microcosmos; una historia pasional, muy teatralizada, entre cuatro personajes, con apuestas libertinas al estilo de Las relaciones peligrosas y parlamentos de snobismo apabullante, todo en el ámbito de una escuela de elite, donde los jóvenes privilegiados del sistema padecen ocasionalmente remordimientos de clase.

La cinta más rescatable del Tour, posiblemente la más fresca en su desinhibición romántica, es París, Clara y yo, de Arnaud Viard, homenaje a la capital francesa e incursión en el drama que vive la pareja perfecta que integran Antoine y Clara, cuando se revela que la joven está infectada con el virus de inmunodeficiencia humana. Rechazo del sensacionalismo melodramático, sobriedad en las actuaciones, atisbos de comedia musical, a lo Jacques Démy, y un tono controlado y maduro en esta notable opera prima. El Tour incluye dos cintas para niños de todas las edades, El secreto del Malabar Princess, de Gilles Legrand, y el relato de animación Los niños de la lluvia, de Philippe Leclerc, dos primeros largometrajes de éxito instantáneo en la cartelera comercial francesa.

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