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México D.F. Jueves 23 de septiembre de 2004

Olga Harmony

De Lacandona y otras cosas

Lacandona o cuando las estrellas se caen es una metáfora acerca de la inmoderada tala de nuestra selva y bosques, ejemplificada en la selva Lacandona. El texto de Maribel Carrasco rehuye la complejidad social y política de este lugar -aunque las voces en off de algunos niños den cuenta del mucho sufrimiento y la mucha expoliación que viven algunas comunidades asentadas en él- para dar referentes de la creación del mundo según la cosmogonía maya y el daño que se hace al derribar los árboles, adecuando a la mentalidad infantil la idea de los cambios climáticos que sufre nuestro planeta y la desaparición posible de vida en él, así como el inquietante hoyo que sufre la capa de ozono. La guía Chan-Kin narrará a la pequeña observadora de las estrellas esta historia mitológica, mientras ambas emprenden un viaje lleno de peripecias en busca del viejo Dios de la Selva que explicará -en sombra chinesca- la razón de que se caigan las estrellas.

La anécdota es contada escénicamente con un gran despliegue imaginativo, a base de teletas de gasa que se desplazan, transparentan a las dos protagonistas, forman ríos y suben y bajan. Lo más espectacular son las proyecciones, algunas muy realistas, pero la mayoría formada por elementos geométricos -cuadrados y rectángulos, sobre todo- que serán árboles y animales y también pirámide. El director italiano Davide Venturini, especialista en llevar la técnica digital al teatro para niños, se vale de la presencia y la voz de la cantante Gabriela Huesca -responsable de letra y música de las canciones que entona- y de la ágil presencia de Maribel Carrasco, más conocida como dramaturga para infantes, cuyo encanto personal también se proyecta en escena. Ambas se mueven y actúan entre las proyecciones digitales con singular eficacia.

Este espectáculo, coproducido por el Centro de Teatro Infantil de la coordinación de Teatro del INBA, a cargo de Marisa Giménez Cacho y el Teatro Di Piazza o D'Ocassione de Italia, regresa a funciones normales tras un periodo en que cumplió funciones para los niños de primarias públicas en el programa de Teatro Escolar. Aquí deseo hacer una apostilla. He sido jurado para este programa en este año y el montaje fue elegido por un jurado anterior, por lo que no me inhibo de escribir acerca de él, siguiendo el muy sencillo principio de ética profesional de no escribir allí donde he cobrado, y el INBA me cubrió honorarios. Pero, sin entrar en las bondades del Teatro Escolar, y sin hablar de lo bueno y lo malo de lo que entró a concurso para formar parte de él, existe un problema que deseo comentar, aprovechando la ocasión.

Se trata de un punto muy delicado que es bueno airear de vez en cuando para ver si las autoridades competentes ponen algún remedio. No me refiero a Rodrigo Johnson, de probidad indiscutible, sino al propio secretario de Educación, que permite excesiva flexibilidad a los maestros para que acudan o no con sus grupos a las escenificaciones aprobadas por un jurado mixto, conformado por maestros de los diversos grados de escolaridad y seleccionados por la propia Secretaría, y de teatristas que el INBA elige, y que conformarán el programa de cada año escolar. Sin descartar que el maestro debe tener cierta autonomía, resulta patético que se elija un jurado de teatristas a los que se les paga honorarios, y maestros a los que se distrae de sus centros de trabajo, para que su labor se eche por la borda.

Hace años se sufrió la terrible corrupción de algunos funcionarios que recibían sustanciosas dádivas de algunos grupos para formar parte del programa, cobrando a los escolares cuotas más altas que la oficial y dando a los maestros un porcentaje sobre boletos vendidos. En las escuelas particulares todavía ocurre, y la Sogem ya está tomando cartas en el asunto, pero en las escuelas oficiales, con niños que casi nunca son llevados por su familia al teatro, era criminal. Y la sombra de la sospecha me asaltó cuando vi asistir, con uniforme de escuela oficial y comandados por adultos, a grupos de niños a una escenificación abierta a todo público de algo que un jurado anterior había desechado. Lo comenté con algunos funcionarios y se me respondió que, dada la libertad de que gozan los maestros, éstos pueden llevar o no a los escolares a donde elijan y que no se puede hacer nada. Me pregunto si el licenciado Reyes Tamez tampoco puede.

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