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México D.F. Lunes 20 de septiembre de 2004
El músico envió un saludo a La
Jornada por sus 20 años de existencia
Willie Colón llevó a su punto más
cálido la fiesta de salsa en el Zócalo
ARTURO CRUZ BARCENAS
"¡Un
saludo para el periódico La Jornada, que mañana -ayer
domingo- celebrará 20 años de existencia!", gritó
el puertorriqueño Willie Colón ante 120 mil personas que
llegaron la tarde-noche del pasado sábado a la mayor fiesta del
ritmo de salsa que haya habido en México, donde el creador de Gitana
compartió escenario con Gilberto Santa Rosa y Juan Formell y
Los Van Van.
"Ustedes son 120 mil, así que (Andrés Manuel)
López Obrador debe tener, por lo menos, unas 120 mil personas a
su favor. ¿No es así?", volvió a gritar. Las respuestas
a lo dicho por Willie fueron aplausos, exclamaciones de apoyo, algunas,
pocas, de indiferencia, aunque otras típicamente chabacanas, como
"¡ya, Güili, no seas grillo!"
Agregó: "Les traigo un saludo de las autoridades
de Nueva York, de donde yo soy, del barrio del Bronx. Quiero decirles que
por primera vez en la historia, el Empire State se vistió de verde,
blanco y rojo, los colores de su bandera -el pasado 15 de septiembre-".
Los ¡bravo! fueron la extensión lógica del sentimiento
patrio que deambula este mes entre los nacionales que residen en diferentes
latitudes.
El salsero traía muchas buenas nuevas. Las personas
ubicadas en las primeras filas habían llegado siete horas antes,
para reservar su sitio (otras mucho más temprano). Eran las 22:15.
Abrió con La ruta de mi corazón. "Te conozco, bacalao.
No trates de persuadirme." Dijo que mucho de lo que se oiría tuvo
su origen en 1966, cuando conoció a Héctor Juan Pérez
Martínez, mejor conocido como Héctor Lavoe, su amigo, su
hermano, a quien le reconoce el talento musical y la enseñanza en
eso de crear salsa. "Claro, en ese entonces ustedes estaban en dos sitios
a la misma vez."
Desde que apareció ante esa multitud reunida en
el Zócalo decenas de personas gritaban las canciones que querían
escuchar. "Yo les traigo un saludo de la colonia latina de Nueva York,
donde los recibimos con los brazos abiertos." Siguió con Juanito
Alimaña, que tocó por primera ocasión en vivo,
auxiliado en la lectura de la letra escrita en una hoja.
Luego tocó y cantó una de las piezas más
conocidas: Talento de televisión, en la que ejecuta uno de
los sonidos más característicos de la historia de la salsa.
Aunque es discreto, Willie escribió ese tema inspirado en Thalía,
la hoy esposa de Tommy Mottola, el magnate de Sony Music. "No tiene talento,
pero es muy buena moza." Así reza.
Complació con Idilio, Asia. Dedicó
un medley a Héctor Lavoe: Llegó la banda, Periódico
de ayer, Todopoderoso, El cantante. Mucha música en tan poco
tiempo. "Cantar para ustedes es, para mí, un honor y un privilegio."
Enfrente de Palacio Nacional, en la acera, él y ella bailaban abrazados,
como en la intimidad, sin tiempo ni espacio. Pasaron las patrullas y los
agentes hicieron mutis. Es mejor no molestar. Todo puede revertirse.
Las parejas se multiplicaron y la noche pareció
no tener fin. Ni quien quisiera irse. Mientras ese público en su
mayoría de jóvenes mostraba que Willie está más
vigente que nunca, varios viejos bailaron como antes, con un respeto al
punto de la veneración. Bailaban con parsimonia, a paso lento, pero
marcando el paso. La salsa, lo había ejemplificado horas antes Gilberto
Santa Rosa, se baila chévere, pero no alocado. Se trata de arrastrar
la punta del zapato, suave, echándole figura. Lo sabe también
el nacido en el Bronx, pero quien se asume puertorriqueño.
El minutero y el horero se acercaron al número
12. Ya casi era domingo y Willie se despidió. Le faltaron algunas
clásicas. La gritería fue creciendo. Regresó para
recordar el aniversario de La Jornada, sus primeros 20 años
de vida. Deseó suerte a los deportistas paralímpicos mexicanos
en Grecia. En todo está.
De nuevo hizo como que ya se acabó todo, pero volvió
con El gran barón, plena de sabiduría, que centra
lo humano y sus límites. "No se puede corregir a la naturaleza;
árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza." No es
el fatalismo ni el conformismo, sino el sentido común. La concurrencia
bailó en conjunto y el Zócalo fue un gran tíbiri,
una macroplaza de Monterrey, un Deportivo Oceanía, un Neza para
los sonideros.
Se fue Willie. Regresó. ¿Cuál sigue?
Ya tocó todas. Faltaba una: La murga de Panamá, larga
composición, de estira y afloja en la melodía. Muchos se
fueron. Conforme se alejaron por 5 de Mayo, Tacuba, 20 de Noviembre y otras
calles que desembocan en el primer cuadro, se escucharon los últimos
acordes de La murga..., cada vez más tenues, apenas perceptibles.
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