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México D.F. Lunes 20 de septiembre de 2004
Innecesarias, grandes inversiones; se requiere
voluntad, señala el visitador Antonio Bernal
Gobiernos estatales no quieren acabar con la corrupción
en penales: CNDH
Las prisiones de los estados de México, BC, Jalisco
y DF, entre las peores de la República
VICTOR BALLINAS
Los
gobiernos estatales "no quieren despojarse de la corrupción reinante
en las cárceles. Cuando se les habla del tema, le dan la vuelta,
pero ése es un asunto que deja mucho dinero, y ahí topa cualquier
esfuerzo por mejorar los sistemas penitenciarios", asegura el tercer visitador
general de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), José
Antonio Bernal Guerrero.
"No se ven esfuerzos de los gobiernos estatales para erradicar
la [corrupción]", que junto con el autogobierno ejercido
por grupos de poder "serán tarea fundamental para los próximos
años, porque en el último quinquenio no hubo esfuerzos de
los gobiernos de los estados contra esos fenómenos, los principales
en los centros penitenciarios", subrayó el funcionario.
"No se requieren inversiones para poner orden en los penales;
lo que se necesita es voluntad política de los gobiernos estatales,
y eso no lo hemos visto. Si se quiere terminar con autogobiernos
y corrupción, se puede. Por ejemplo, en el penal de La Mesa, en
Tijuana, Baja California, se requirió el apoyo de la PGR para poner
orden."
Bernal Guerrero, autor del Informe especial sobre la
situación de los derechos humanos en los centros de reclusión
de la República Mexicana, presentado hace una semana, aseguró
que las peores prisiones del país se encuentran en el Distrito Federal
y los estados de México, Baja California, Jalisco, Nayarit, Chiapas,
Coahuila, Sonora, Tamaulipas y Quintana Roo.
En el informe especial se destaca que en Tapachula, Chiapas,
el Centro de Readaptación Social (Cereso) varonil tenía una
sobrepoblación de 217 por ciento. "A los presos se les cobran 2
mil o 3 mil pesos para ser aceptados en los módulos [áreas
de reclusión]. Se vende mariguana, cocaína, heroína,
y su precio oscila entre 10 y 50 pesos. De igual manera circula el alcohol.
Si no pagan las cuotas que se les exige, se les expulsa de los módulos
y pueden ser transferidos a otra cárcel."
En el Cereso de Chetumal, Quintana Roo, "el autogobierno
impone las 'talachas' -los trabajos que deben desempeñar los
reclusos-; tiene el control de la venta de bebidas y las concesiones de
los comercios dentro del penal. Existe prostitución solapada por
las autoridades, las presas pasan al área varonil a trabajar en
los comercios y acaban en las celdas con los reclusos. Se trafica alcohol,
mariguana, cocaína y heroína".
El Centro de Readaptación Social de Mexicali, Baja
California, tiene una sobrepoblación de 127 por ciento. "Los grupos
de poder -autogobierno- tienen el control de la cárcel. Se
trafica alcohol, mariguana, piedra [de cocaína], cristal [metanfetaminas],
heroína, cocaína. Sólo 5 por ciento de los reclusos
desarrolla alguna actividad productiva, sobre todo artesanías, elaboradas
con material que les llevan sus familiares. Los integrantes del autogobierno
acaparan celdas para permanecer solos en los dormitorios. A los enfermos
de sida los sacan al sol una hora al día cuatro días a la
semana. La CNDH detectó que es frecuente la hepatitis C, porque
los internos que se drogan comparten jeringas."
El Cereso varonil y femenil de Torreón, Coahuila,
tiene una sobrepoblación de 19 por ciento. "Aquí, de acuerdo
con el diagnóstico de la situación penitenciaria, el autogobierno
habita en el módulo denominado Casa Blanca; sus líderes tienen
en los dormitorios aparatos electrónicos, y los cuartos para varias
personas los hacen individuales. Cobran entre cinco y 15 pesos por una
mayor ración de alimentos.
"Se trafica mariguana, cocaína, heroína
y alcohol. Los presos son golpeados por los custodios. En el área
98 había -al momento de la visita de la CNDH- 70 presos sancionados
por el personal de seguridad. La mayoría no sabía cuándo
se acaba el castigo, y donde se les tenía recluidos era un cuarto
sin servicio sanitario ni luz, sin camas y hacinados."
En el Reclusorio Preventivo de Guadalajara, El Salto,
en Jalisco, la sobrepoblación es de 66 por ciento. "El autogobierno
denominado El Carro se encarga de aplicar las sanciones, castigos
y golpes a los reclusos. Si los internos no pagan las cuotas exigidas reciben
una paliza. Se trafica mariguana, cocaína, heroína, la piedra.
La mayoría de los presos son drogadictos.
"En el área de visita conyugal los cuartos del
autogobierno cuentan con televisores a color, teléfonos celulares,
videocaseteras, y exigen cobro a los internos por todo. Los reclusos señalan
que los líderes de El Carro se encargan de meter droga y
bebidas alcohólicas.
"El Carro utiliza el área de visita íntima
para llamadas vía celular para extorsionar a los familiares de los
presos, a los que les exigen cobros por todo. Pagan a la aduana 10 mil
dólares porque se les permita los fines de semana el ingreso de
prostitutas, y a los internos les cobran 2 mil pesos por mujer y 500 pesos
por el uso del cuarto."
El funcionario de la CNDH encargado del área de
penales y quien hace tres años presentó el Diagnóstico
de los penales en el país, asegura a La Jornada que "en
estos últimos cinco años se ha insistido ante las autoridades
estatales en que es urgente acabar con corrupción y autogobiernos
en las cárceles del país, pero no actúan. Unos dicen
que es un problema muy arraigado, que tiene muchos años, pero no
hacen nada. Otros son omisos".
"¿Qué hacer?"
Al hacer un balance de la situación de los penales,
el visitador detalla: "De 2000 a 2004 ha habido avances muy pequeños.
Por la Federación se han entregado nuevos penales, como el del Hongo,
en Tecate (Baja California), el de Cadereyta (Nuevo León), el de
Cintalapa (Chiapas), el de Amatlán de los Reyes (Veracruz) y el
nuevo penal de Santa Martha (Distrito Federal)".
Pero el problema de los penales está en los estados
y los municipios, subraya Bernal. "¿Qué hacer?", se pregunta,
y responde: "Se requiere poner orden. Tiene que hacerse labor de inteligencia;
se requiere voluntad política de los gobernadores".
La CNDH, sostiene Bernal, "ha dado parte a la Procuraduría
General de la República de los penales en los que se distribuyen
y venden drogas. De todas las visitas que se han hecho en estos cinco años
se ha informado a la dependencia dónde hay narcotráfico;
ellos son quienes tienen que actuar".
Señala: "la única explicación de
por qué no se hace nada es que la corrupción pudiera llegar
hasta los más altos niveles, si no por qué no actúan.
Los gobiernos estatales son los que deben proceder en asuntos de corrupción
local; que investiguen, que pongan a disposición de la autoridad
a las responsables de que imperen los privilegios, la venta de drogas,
las concesiones de servicios".
El punto fundamental es acabar con autogobiernos
y corrupción, y eso no requiere inversiones, es un asunto de voluntad,
sostiene el visitador. Explica: "en estos cinco años han hecho pequeñas
obras, pero aquí no se trata de obras pequeñas, sino de poner
orden, de rescatar el control de los reclusorios, de mejorar el sistema
penitenciario".
Sanciones indebidas, segregación, golpes, tráfico
de enervantes, venta de dormitorios, extorsión a familiares, concesiones
de servicios de comida, tiendas y refrescos, son lo cotidiano; es lo que
se vive en las prisiones, y los gobiernos, estatal, municipal y federal
"lo saben".
En el estado de México los servicios médicos
de especialidades que requieren los presos, no se los brinda el gobierno
del estado, "son enviados a las clínicas del Gobierno del Distrito
Federal para su atención".
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