Javier Oliva Posada

El debate político y las modas

Como ya es una costumbre en México, sea en el ambiente político o en análisis y posturas reproducidas en los medios de comunicación, se dan cita las más estruendosas barbaridades, ocurrencias y ambigüedades sin fin. De la reforma del Estado hemos pasado por la reconversión industrial (Ƒalguien se acuerda?), recientemente por la globalización, la gobernabilidad (a la que algunos denominan democrática como si fuera posible la gobernabilidad autoritaria) sin olvidar al liberalismo social y, por supuesto, la vigente transición (en todo caso, alternancia). Ahora, año con año, se nos recuerda que no sabemos la letra del Himno Nacional, que ya perdió contexto y que, por tanto, hay que actualizarlo. Leer para creer.

Así, con esa impecable lógica serían secularmente sometidos a revisión La Marsellesa o bien cualquier otro himno nacional. Aquí en México, Ƒquién sería el encargado de las estrofas (Ƒen endecasílabos perfectos o ya están pasados de moda?) y el responsable de la composición musical? ƑUna polca? O tal vez una "onda popular" como la grupera. Algo más romántico como un bolero no estaría mal. Incluso pensemos a todos los mexicanos cantando a ritmo de salsa luego de un triunfo olímpico en Pekín 2008. Respecto del contenido, pues sería fácil ponernos de acuerdo, luego de que se hayan aprobado las reformas estructurales, así como los contenidos generales de los programas de historia de la Secretaría de Educación Pública.

El asunto es que, por una parte, el retraso y la forma acrítica de sumarnos e incorporar al debate conceptos y posiciones que, si bien son útiles para analizar la realidad del país, distan mucho de ser la quintaesencia de lo que México requiere. Los contextos internacional y continental son muy importantes para ofrecer elementos que permitan encontrar las capacidades y posibilidades propias para el diseño de opciones viables, repito, viables para la situación que vivimos. De lo contrario seguiremos leyendo y escuchando llamados voluntaristas respecto del diálogo, la conciliación y demás buenos deseos, pero que no pasa de allí, porque les falta el complemento de la práctica, de la forma en que se abordará el problema para encontrar su probable solución. Todos quieren y queremos el diálogo, sí, pero, Ƒpara qué, con cuáles temas y en qué tiempo?

Por la otra, el proceso de desnacionalización, propio de las presiones e intentos de la globalización para eliminar los sutiles obstáculos, y así enfocar las baterías hacia la pérdida de identidad de las sociedades y los colectivos, es precisamente, desmontando los escasos aspectos, mitos y ritos, que aún hacen común el sentimiento nacional. No es lo mismo, aunque sea obviedad señalarlo, ser frontera de Estados Unidos que estar en cualquier otra parte del planeta. Ese dato, que comprende a la frontera más conflictiva en todo el mundo en tiempos de paz a decir de los especialistas en geopolítica, es un factor que no puede perderse de vista. Por eso, suponer que tenemos que dar vigencia o contexto al Himno Nacional mexicano, porque "ya son otros tiempos" (šqué sagacidad analítica!) no es otra cosa que abonar el camino al debilitamiento de los factores de identidad social.

Es análogo a lo que sucede cuando se discute la reforma del Estado, se comienza por lo más sencillo: una nueva Constitución. Ese es el enunciado, pero Ƒse habrán hecho los cálculos respecto de si no hay control o no se sabe a qué intereses responden aquellos que tendrían que redactar y aprobar la nueva Ley Fundamental?

Los primeros veinte años de La Jornada. Cuando yo empezaba a dar clases en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, la aparición de La Jornada significó el inicio de un proceso diferente de comunicación; desde entonces se convirtió, además, en una herramienta pedagógica esencial. Hoy este diario forma parte indudable de las referencias y características de la sociedad y gobierno mexicanos. Muchas felicidades

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