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México D.F. Sábado 18 de septiembre de 2004
FORO DE LA CINETECA
Carlos Bonfil
La gran seducción
Una cinta bien intencionada pero poco elocuente
SAINTE MARIE-LA-MAUDERNE, norte de Québec,
pueblo pesquero de 120 habitantes, gravemente afectado por la penuria marina,
solicita la instalación inmediata de una fábrica para dar
empleo a los pescadores que padecen el colapso de su oficio. Esta situación,
este reclamo, es el punto de partida de La gran seducción,
primer largometraje del franco-canadiense Jean-François Pouliot.
Lo que sigue es el inventario de estratagemas a los que debe recurrir la
comunidad para procurarse un médico de tiempo completo, exigencia
única de una fábrica de plásticos para poder instalarse
definitivamente. Ningún médico ha aceptado antes permanecer
en Sainte Marie más de una semana. El reto es conseguir en Montreal
un profesionista incauto, traerlo al pueblo inhóspito, y seducirlo
dotando al lugar de atractivos virtuales, montando una escenificación
engañosa, haciendo de cada habitante un comediante más en
la farsa mayúscula.
ESTA
COMEDIA TUVO en Canadá un éxito enorme y en poco tiempo
desplazó a segundo término a las superproducciones hollywoodenses,
restituyendo de algún modo la eficacia de la propuesta regional
frente a la invasión del mercado local con títulos estadunidenses.
Su éxito no radica precisamente en su originalidad, pues la idea
de una pequeña comunidad que defiende sus intereses laborales tiene
estupendos antecedentes en el cine británico (Héroe local,
Bill Forsyth, 1983, o Todo o nada/The full monty, Peter Cataneo,
1997), sino en su pretendida resistencia rural a la deshumanización
que propician las grandes urbes. Mientras en Montreal los profesionistas
yuppies disimulan su hastío inhalando cocaína, en el minúsculo
poblado pesquero los habitantes se empeñan en rescatar su dignidad
y sobrevivir a la fatalidad laboral. La visión no puede ser más
maniquea. Sin embargo el realizador no insiste demasiado en estos contrastes,
su fábula incluye ciertamente la defensa del terruño y sus
valores ancestrales, pero no descarta la ironía al mostrar el oportunismo
de algunos habitantes en su búsqueda, a menudo fallida, de reconocimiento
social.
LA PELICULA FUNCIONA a nivel local por su manera
de resumir, en el microcosmos de Sainte Marie, las viejas oposiciones entre
el federalismo neoliberal canadiense y el afán de algunas provincias
-de modo notable, Québec- por dotarse de una personalidad propia,
cuando no autónoma. Naturalmente todo se resuelve aquí de
manera feliz y los cuestionamientos sociales nunca van a fondo. La realización
no depara en sí muchas sorpresas: primeras escenas muy atractivas,
recurso después a un humor burdo y algo complaciente (exigencias
del color local), una trama tan encantadora como previsible, y una dirección
atenta a resaltar los atractivos de actores muy populares en Québec,
en particular, Raymond Bouchard, organizador del gran operativo de seducción
colectiva.
LA VIRTUD DE algunos directores canadienses ha
sido trascender las problemáticas locales mediante un análisis
social malicioso y agudo. Al respecto, el caso de Denys Arcand en Las
invasiones bárbaras es ejemplar. Ahí, la burocracia del
sistema de salud deviene un fenómeno universal, y la crisis de valores
un reflejo de desequilibrios culturales mayores, de un capitalismo salvaje
o de una globalización mal entendida. En la cinta de Pouliot el
interés se limita al repertorio de anécdotas graciosas en
torno a una situación cuyo desenlace se adivina a leguas y cuya
premisa moral (el valor redentor de la simulación) se agota rápidamente.
Cinta bien intencionada, pletórica de sentimientos nobles, a ratos
entretenida, La gran seducción es, a pesar de su éxito
instantáneo, una muestra poco elocuente de las preocupaciones sociales
del nuevo cine canadiense.
LA GRAN SEDUCCION se proyecta hoy en la
sala 2 Salvador Toscano y mañana en la sala 4 Arcady Boytler de
la Cineteca Nacional, a las 12, 16:30, 18:45 y 21 horas.
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