México D.F. Miércoles 15 de septiembre de 2004
La primera fecha de la gira mundial del ex Police
fue desbordante, de rítmicas luces
Sting clavó su aguijón a sus 12 mil fans
en el Palacio de los Deportes
La ex Eurithmics Annie Lennox, una de las estrellas
de la noche, hizo mover cabezas y pies del respetable Las expresiones
de gozo casi derriban el coso Every breath you take, apoteósico
JORGE CABALLERO
Sting clavó su probado aguijón a los 12
mil asistentes que festejaron la primera fecha del Sacred Love World
Tour, que el ex Police ofreció el lluvioso pasado lunes en el
Palacio de los Deportes. Noche musical trepidante/ desbordante. Noche de
rítmicos/ sofisticados juegos de luces. Noche de imágenes
lascivas envueltas en negro, rojo y azul pastel. Noche de palomazo,
en dos momentos precisos, y de humildad de la estrella al presentar a su
excelente telonera: Annie Lennox.
Antes
de los músicos estelares apareció Dominique Miller; el guitarrista
deleitó unos 30 minutos a los pocos asistentes que llegaron a la
hora pactada. Seis luces envolvían al músico, quien recibió
estruendosos aplausos al final de cada tema; pero cuando se le acabo su
tiempo frente al público, invitó a su amigo Sting para cantar
Shape of my heart; entonces el furioso público lanzó
su primera gran ovación de la noche, y bramó con la versión
acústica de uno de los mejores temas en solitario del más
célebre ex policía.
Después de una pausa el domo de cobre se volvió
a oscurecer. Apareció nuevamente Sting, tomó el micro y dijo:
"Para mí es un honor presentar a mi amiga, de talento extraordinario:
con ustedes Annie Lennox", quien soltó Legend in my living room
al momento que cayó el telón negro y dejó una cortina
plateada. El inmueble lucía con muchos huecos, pero el público
integrado igual por jóvenes que por adultos, en parejas o en grupo,
estaba dispuesto a pasársela bien, así lo manifestó
con la ovación con la que recibió a la señora de las
cuatro enes custodiada por enormes lámparas cinematográficas.
Lennox con sus reminiscencias musicales ochenteras post
Eurithmics, y sonido contemporáneo puso a mover las cabeza y los
pies del respetable; además, con su figura estilizada sus poderosos
movimientos de piernas, manos y caderas, condujo al público por
sendas luminosas/ poderosas para despegarlo del piso cuando elevó
su canto a la estratosfera. El público se lo agradeció con
las palmas en alto.
La señora Lennox se discutió con Little
bird, la melcochona No more I love you, con la que las parejas
se fundieron y los que no sacaron los encendedores para aderezar la canción;
además de Pavement cracks y Cold.
Los intensos juegos vocales y los cambios frenéticos
de Lennox continuaron desfilando por el Palacio, mientras las texturas
luminosas la acompañaban e irrigaban el escenario rojo/plateado
en colores que iban del blanco al azul. Lennox se dirigió al público
antes de concluir con dos temas clásicos de Eurithmics: Sweet
dreams y Why, ella dijo: "Estoy feliz de estar aquí en
México, en la ciudad de México que es fantástica.
Gracias a todos".
Durante media hora hubo mucho movimiento en el escenario,
la espera fue recompensada cuando mister Sting apareció de
impecable negro con guitarra en brazos. Comenzó con su nuevo sencillo
pos discotequero Send your love, del nuevo disco que le da nombre
a su tour mundial. Tres pantallas, a veces divididas en seis, ocho
o 16 partes, lanzaron imágenes computarizadas a placer a los extasiados
asistentes rafagueados con la voz de Sting, un piano trepidante, sintetizador,
percusiones, batería y dos coristas negras, que en su momento probaron/
mostraron su instrumento ante el público. Las luces robóticas
comenzaron su danza de arriba hacia abajo y de un extremo a otro.
Le siguió Synchronicity II y Magic con
la que llegó uno de los mejores momentos de la actuación
de Sting todo el público coreaba y el gozo generalizado provocó
que se cimbrara la estructura del Palacio de los Deportes, pero nadie prestó
mucha atención a eso, excepto los de las últimas filas quienes
se quedaban viendo, pero continuaban brincando.
Otro de los momentos en que el respetable perdió
la compostura fue en la rola cinco, We'll be together, cuando Annie
Lennox salió al palomazo, y el coro en español de
esta rola, de la cual hubo versión en ese idioma, se escuchó
más que maravilloso: "Si estamos juntos y si me dices que sííí".
Sting continuó con un repertorio de corte fino
para la satisfacción de los fanáticos que le profesaron demencial
cariño en la velada: Seven days; Fragile, el segundo gran
momento; Fields; Sacred love; Englishman, otro de
los temas más celebrados y emotivo, así como dos tres temas
más.
Antes del encore, el momento apoteósico
llegó con la versión extendida/deconstruida de Roxane,
por segunda vez el Palacio parecía caerse, pero por segunda
vez nadie prestó mucha atención, pues disbrutaban de uno
de los himnos ochenteros.
Cuando pareció que no podría estar mejor
salió Sting y se discutió con Deseert rose, celebrada
en todos los rincones, pero la verdadera apoteosis llegó con Every
breath you take. Nada ni nadie pudo empañar ese momento.
La actuación de dos de los músicos importantes
de la historia del rock mundial quedó sintetizada por un desbordante
fanático, Gerardo Avilés, quien opinó: "Con Sting
hay garantía de calidad, es de esos músicos que no pueden
dar una mala actuación, está en el Olimpo de las leyendas
de la música contemporánea. Además Annie Lennox no
sé quedó atrás, aunque sabemos de su calidad y no
se conoce mucho su trabajo de solista, contagió al público
porque simplemente es buena. Fue un gran concierto".
Al final sólo quedó el buen recuerdo inmediato
de lo escuchado/ visto/ gozado que todavía taladraba amablemente
ojos, oídos, epidermis y la lluvia, la lluvia, la lluvia.
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