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  Economía política de las elecciones estadunidenses 6 de septiembre de 2004

EL CANDIDATO PRESIDENTE

Desde que George W. Bush asumió la presidencia de Estados Unidos en enero de 2001, más de cuatro millones de personas cayeron bajo la línea de pobreza, mientras que el ingreso familiar promedio bajó en mil 535 dólares al año. El equipo republicano busca que el debate en la campaña presidencial se centre en el tema de la seguridad, mientras que 10 ganadores del premio Nobel de Economía han hecho un pronunciamiento público en el que afirman que el actual mandatario "encaminó a Estados Unidos por un rumbo imprudente y extremo que amenaza el futuro económico de la nación".

Victor M. Godínez

La convención del Partido Republicano que formalizó la candidatura de George W. Bush a la relección como presidente de Estados Unidos, fue precedida durante más de dos semanas por la escalada de ataques que organizó un grupo de veteranos contra John Kerry, acusándolo de mentir sobre sus méritos en la guerra de Vietnam. La acusación como tal fue rechazada por el presidente, quien sin embargo nunca condenó el método difamatorio como procedimiento de campaña.

Durante todo este periodo el candidato demócrata debió dedicar buena parte de sus intervenciones públicas a responder a sus detractores, convirtiéndose así en el centro del debate, pero en una posición defensiva. Si bien las encuestas de opinión no muestran que dichas acusaciones hayan causado daños irreparables al candidato demócrata en lo que hace a las inclinaciones del electorado (algunos piensan incluso que los efectos de los ataques podrían revertirse contra Bush), lo importante para los republicanos fue que las luces del debate electoral se enfocaron de manera preferente en asuntos que sucedieron hace treinta años, y no sobre el presente y el futuro de Estados Unidos. Esto produjo dos valiosas semanas de reposo para el presidente.

Pasada la Convención Republicana, tales comodidades habrán de terminar y el foco de la atención cambiará de Kerry a Bush. Dada su doble condición de presidente y candidato, en esta fase del combate electoral Bush estará cada vez más obligado a defender su obra de gobierno a fin de que los electores la refrenden por otros cuatro años. En esta perspectiva, será indispensable que ofrezca nuevas propuestas, diferentes a la mera justificación de la guerra en Irak o de las rebajas fiscales en que hasta ahora se ha encasillado su discurso de campaña. Si no lo hace, servirá la mesa a los demócratas, que no tardarán en atacar con diversas variantes de un argumento que en algunos medios puede ser letal para la causa republicana: el presidente no tiene nuevas ideas que proponer para otro mandato.

Bush b&nP7Incluso el tema más fuerte de campaña que escogieron el presidente y sus estrategas ­el de la seguridad nacional­ corre el riesgo de perder su todavía alto potencial electoral si Bush no ofrece de ahora en adelante salidas convincentes a una serie de problemas internos, y en especial a los que están vinculados de manera directa e indirecta con la situación económica y el bienestar de la población, incluyendo la creciente insatisfacción pública sobre el incierto rumbo que tomó la guerra de Irak. El "momento estelar" que crea para todo candidato a la presidencia una convención de proclamación como la de la semana pasada en Nueva York querrá ser utilizado por los republicanos para neutralizar la insatisfacción y la inquietud de los ciudadanos en torno de aquellos problemas. El objetivo parece ser deslizar la atención del electorado de las preocupaciones sobre el estado del país a la disyuntiva de escoger entre reelegir a un presidente "consistente" o votar por un opositor que ­según la propaganda republicana­ es volátil y delicuescente.

Si el objetivo fijado por los republicanos para esta fase de la campaña no se consigue, es muy probable que en las próximas semanas resurja la "guerra sucia" contra el candidato demócrata. El éxito de tal expediente dependerá en gran medida de la habilidad de este último y sus partidarios para introducir con mayor fuerza en la agenda de la discusión electoral los temas que los republicanos preferirían evitar. Algunos hechos parecen presagiar que ­a menos que sucediera un evento inesperado o se produjera una situación de emergencia­ las condiciones están dadas para que los demócratas fuercen el debate sobre algunos temas incómodos para el presidente candidato.

En los días previos a la proclamación de Bush como candidato a la relección, diez influyentes economistas, todos ganadores del premio Nobel, entre los que se encuentran Paul Samuelson, Robert Solow, Kenneth Arrow y Joseph Stiglitz, hicieron pública una carta en la que cuestionan con dureza las políticas del actual gobierno. Señalan que el presidente "encaminó a Estados Unidos por un rumbo imprudente y extremo que amenaza el futuro económico de la nación". Después de calificar de "irresponsabilidad fiscal" la política impositiva, concluyen que la acción económica del gobierno republicano "exacerbó la desigualdad del ingreso, fracasó en detener la declinación del salario real e incrementó los costos de la salud, ignorando la necesidad de realizar inversiones críticas para estimular el crecimiento a largo plazo.

Este lapidario diagnóstico, sin duda polémico, fue en cierta forma avalado por la ulterior publicación de un informe de la Oficina del Censo, en el que se traza un panorama poco halagüeño de la situación económica y social de Estados Unidos en los primeros tres años del gobierno actual. Según este informe, desde que Bush tomó el poder 4.3 millones de personas cayeron debajo de la línea de pobreza (que en Estados Unidos equivale a un ingreso de 18 mil 660 dólares anuales para una familia de cuatro personas), elevando su número a un total de 35.9 millones en 2003 (12.5 por ciento de la población). Entre 2001 y 2003 el número de niños que viven en condiciones de pobreza aumentó 11 por ciento al tiempo que caía 10 por ciento el de aquellos que reciben ayudas gubernamentales. En el mismo periodo, el ingreso familiar promedio anual (que era de 44 mil 853 dólares en 2000) disminuyó mil 535 dólares y el número de estadunidenses sin seguro médico se incrementó 5.2 millones de personas, llegando a 45 millones en 2003.

Como es natural, estos datos serán explotados políticamente por los demócratas. Este empeño encontrará un buen caldo de cultivo en la opinión de los ciudadanos sobre el estado de la economía. Una encuesta del Wall Street Journal y la cadena NBC, realizada una semana antes de la Convención Republicana, muestra que un número creciente de votantes son sensibles ante el discurso crítico de Kerry y sus seguidores en lo que hace a los grandes temas económicos. Coronando una tendencia ascendente que se mantiene en las últimas semanas, 52 por ciento de los estadunidenses desaprueba la gestión económica de Bush, contra 43 por ciento que la considera en términos positivos.

Lo cierto es que aun si se toma en cuenta el momento favorable creado para Bush por la Convención Republicana, las preferencias de voto siguen muy cerradas y todavía no es posible vislumbrar quién podría ser el ganador. Aún así, algunos piensan que Bush llegó a y salió de la Convención Republicana de Nueva York con un lujo inesperado: el de no tener que cerrar una brecha en contra en las preferencias frente a su oponente demócrata. El presidente está en mejor posición que su padre, que hace 12 años llegó a su convención con 12 puntos detrás de Bill Clinton. Pero no debe perder de vista ­sus estrategas lo saben, igual que los demócratas­ que asume su candidatura en condiciones de mayor debilidad que los anteriores presidentes que ganaron la relección. Tiene sin embargo una esperanza, pues dichas condiciones son un poco más sólidas que las enfrentadas por los últimos presidentes que la perdieron. Como su padre § 


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