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México D.F. Sábado 4 de septiembre de 2004
Gonzalo Martínez Corbalá
Las formas de la energía
En estos días en los que han pasado tantas cosas importantes en el mundo para no intentar siquiera citar algo de igual ni mucho menos de mayor importancia, allí quedaron las Olimpiadas, que son el hecho de mucho mayor trascendencia en la paz, que quedará mientras no se realice la de Pekín; en otro orden de cosas, precisamente en esta semana se está llevando a cabo la Convención del Partido Republicano de Estados Unidos, que de alguna manera, es una respuesta política a la del Demócrata que acaba de realizarse en Boston. Al terminar ésta, ya daba la impresión de que el próximo presidente estadunidense habría de ser John F. Kerry, y cuando acabe la que ahora se está realizando en NuevaYork, seguramente quedará, de la misma manera, la idea de que el presidente Bush será relecto para cuatro años más. Y mientras tanto, además de la guerra sangrienta -podría decirse que como todas las guerras- que se lleva a cabo en Irak, parece no tener fin, ni en lo que al tiempo se refiere estrictamente ni tampoco en lo que se relaciona con la sangre que se derrama de ese pueblo sacrificado por unos y por otros infinitamente.
Pero hay otra guerra que se está realizando en otros frentes menos visibles y de tanto o de mayor alcance que la de Irak, y que no se menciona en las tribunas políticas partidistas como argumento unívoco para justificar los votos del pueblo estadunidense para elegir un nuevo presidente o para relegirlo.
Esta guerra se desarrolla en los salones ejecutivos de las grandes empresas petroleras trasnacionales, y por qué no decirlo, en los sitios de dirección de todos los niveles de los consumidores, grandes y pequeños, de combustibles de todas clases, sean estos directos o intermediarios, o bien, especuladores. Lo cierto es que en este mundo muy difícilmente alguien se escapa de los efectos de la carestía artificial de los combustibles, sean éstos petróleo, gasolina o gas, directa o indirectamente. De todos modos, si es como consumidor directo, pues no hay duda de que recibe el efecto a través del calentador de agua. De la estufa de la cocina, de la calefacción, del automóvil, o de cualquier medio de transporte colectivo. No se diga si es obrero de una fábrica o de una empresa cualquiera, que directa o indirectamente se ve afectada por los precios de la energía o de los combustibles, con la sola excepción de las formas de ésta que provienen de las fuentes alternas de generación. El porcentaje de la que proviene de los combustibles fósiles es muy alto.
Los precios del petróleo y del gas, así como de sus derivados, se fija de acuerdo con complejísimos mecanismos y fórmulas que tienen más relación con las situaciones geopolíticas de Medio Oriente y del Golfo Pérsico, o con las regiones productoras y también su situación política -como es el caso de Venezuela o de Nigeria, por ejemplo-, que con los costos de exploración, perforación, refinación y transporte.
Hay otro factor muy complejo también -que más bien podría llamarse síndrome del miedo- y que se relaciona con el terrorismo que ataca las instalaciones petroleras o los oleoductos y gasoductos, y que ante la sola posibilidad de que se pudieran dañar estas instalaciones, se elevan irracionalmente los precios del energético fósil y muy posiblemente el del gas también. Otro elemento más, que contribuye de manera muy importante a determinar los niveles de los precios, es la capacidad instalada ociosa de las empresas o de los países, o de ambos. En el caso de Arabia Saudita, la empresa estatal ARAMCO es la que opera, y es también la única en todo el mundo que tiene realmente una capacidad instalada que se puede echar a andar en corto lapso -de unas semanas o unos cuantos meses- para producir un millón y medio de barriles de petróleo diarios con sólo apretar botones y subir interruptores, pero, nuevamente, si esto llegara a suceder, tendría que ser por alguna causa obligada por la demanda que determinaría la necesidad de ir a una producción mayor, y ya esto, el mero hecho de que se redujera al mínimo la capacidad instalada ociosa para aumentar la producción de la OPEP, únicamente se justificaría si se quisiera con esta medida enfriar el mercado internacional y bajar de este modo los precios, aunque paradójicamente, al verse el mundo petrolero con la franja de la capacidad instalada tan reducida -prácticamente en cero-, se caería nuevamente en la causal de inestabilidad quizá más importante en nuestros días, y con ello en el círculo vicioso de aumento de precios sin que se debiera a causas estructurales de la relación oferta-demanda.
O sea que tal parece que, entre los factores subjetivos engendrados por el temor al terrorismo, la holgura de la banda de la capacidad instalada no utilizada que hoy por hoy solamente la tiene un país, que es Arabia Saudita, que está geográficamente ubicado en el corazón del Golfo Pérsico, y los acontecimientos políticos, muy importantes sin duda, como lo es el de las elecciones en Estados Unidos, parece ser decíamos, que de todos modos Pancho te llamas y que el petróleo barato se acabó, por lo menos, por un buen tiempo, y que más vale hacernos a la idea, que tiene muchos aspectos negativos, en el balance final, pero que también podría llegar a beneficiarnos... bajo ciertas circunstancias, que hay que tratar de aprovechar, pero que lógicamente, hay que crear primero.
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