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México D.F. Sábado 4 de septiembre de 2004
Hermann Bellinghausen
El grado cero en Ciudad Gótica
Los acontecimientos en la isla de Manhattan estos calurosos días pintan al fresco los polos de la vida política en Estados Unidos. Y ponen a contraluz los peligros que acechan al mundo, como si el terrorismo de los estados y los extremistas en Rusia-Chechenia, Israel-Palestina, Irak-Irak, etcétera, fueran aliados de una guerra de terror contra "el terror" que se encuentra en manos de gente poco recomendable.
La Convención Nacional Republicana para la "coronación" de George W. Bush (según el irónico titular del semanario The Nation) como candidato a la presidencia y probable ganador en los comicios del próximo noviembre inició el lunes en virtual estado de sitio, después de que el domingo marcharon en airada protesta centenares de miles (los organizadores hablaron de medio millón, y fuentes policiacas citadas por el New York Times aceptaron que la cifra podría ser real). Al cabo de una semana, incluso el dócil USA Today contaba en 500 mil esos manifestantes.
No obstante, la policía y los medios electrónicos desplegaron una doble barrera en el midtown neoyorquino para contener las manifestaciones de repudio, que se prolongaron el resto de la semana. La policía arrestó centenares de activistas cada día, mientras los noticieros y los periódicos los minimizaron, y exageraron su "peligrosidad", en sincronía con el engrandecimiento del candidato en jefe.
Después de la marcha, considerada la más concurrida en décadas, Fox News reportó "decenas de miles" de manifestantes, y CNN, superándose a sí misma, los dejó en "miles" a secas. Al menos Univisión contó "200 mil", lo cual, aunque haya sido en castellano, no está mal, dadas las circunstancias.
A pesar de la evidencia directa, fuera de Manhattan quienes aparecieron rodeados fueron los manifestantes anti Bush, y no la convención republicana en el Madison Square Garden, aunque los primeros sumaron centenares de miles, y los segundos no más de 50 mil (sólo 20 mil dentro de la arena), y el despliegue policiaco más numeroso de la historia.
Esta disociación entre los hechos reales y la versión difundida de ellos plantea una interrogante inusual en Estados Unidos. El tono de las protestas y el alcance de su descontento no alcanzan a grandes franjas de la opinión pública de esta vasta nación de más de 200 millones de habitantes, si bien representa una corriente de opinión más amplia que la mera oposición partidaria de los demócratas en año electoral. ƑQué alternativa quedará a este movimiento social por un cambio de rumbo en Estados Unidos si George W. Bush conserva la presidencia?
"Arde la Casa Blanca", anuncia una serie televisiva en los autobuses que recorren Broadway y en los espectaculares en los freeways. La alerta antiterrorista es oficialmente "alta". A la vez, los cines proyectan la nueva versión de The manchurian candidate en la que Johnatan Demme, uno de los cineastas de Hollywood más comprometidos, recuenta la fábula clásica de Frankenheimer y Condon con una dedicatoria aplastante a la realidad política del momento. Hace el retrato de un candidato invencible, robot de La Corporación y pieza de un grupo caciquil de pretensiones globales. En la película de Demme, como en los hechos, la diferencia entre los dos partidos nacionales es casi imperceptible; ni se mencionan sus nombres.
El Partido Republicano, representante de la derecha histórica yanqui, ha sido fundamental para la máquina colonial que aqueja nuestras historias modernas en América Latina, pero siempre fue un partido político tradicional. Ya no. Su cierre de filas en torno a la actual "junta de gobierno" arroja un tufo autoritario que se cierne, sin exagerar, sobre todo el planeta.
La avenida 7 de Nueva York, frente al Madison Square Garden, sede de la Convención Nacional Republicana, fue el escenario de la contradicción desgarradora que vive Estados Unidos. El domingo 29 de agosto, medio millón de personas ocuparon esas calles para repudiar al presidente-candidato, sus políticas, su grupo de poder, sus guerras. En tanto, a lo largo de la semana siguiente, la famosa arena neoyorquina fue escenario de una chabacanería patriotera sin rubor alguno.
Al concluir la protesta del domingo, CNN dedicó a la manifestación menos de la mitad de tiempo que al curioso reportaje sobre una familia de Brooklyn que acudió a la marcha con su hijo, de ocho años y por lo visto ya veterano en estos menesteres, pues sus padres son manifestantes consuetudinarios. "Segunda generación de activistas", dijo la cadena televisiva, con el mensaje implícito de que los "activistas" son un grupo aislado que se autorreproduce.
El equipo del presidente Bush se lanza a su aventura electoral definitiva. Ellos llegaron al poder sin tener la mayoría hace cuatro años. Sin tener la mayoría han hecho lo que se les antoja, y de paso han amarrado estupendos negocios. Si ahora, sin tener la mayoría, vuelven a ganar los comicios, Ƒqué podría detenerlos, con cuatro años más para "consolidar lo obtenido"?
Su fábrica de consenso posee eficacia y penetración. En un país enteramente audiovisual, las grandes cadenas de televisión son parte del poder y del Estado, y como los demás bushianos, no escatiman cinismo. Después de Enron y tantísimos escándalos más, ya dejaron claro (gobierno, corporaciones y medios) que no les importa ni que los agarren in fraganti.
Se comportan como una pandilla que va tanteando los límites de lo permisible y en cuanto brincan un barrera (moral, legal, de inteligencia) se siguen a fondo. Como cualquier pandilla de barrio que se hace del control de la policía, las armas, las leyes vigentes y las por venir. Entre los opositores se generaliza la opinión de que, si nadie los detiene, los bushianos perderán la noción de frontera humana.
El problema es que el medio millón de ciudadanos que repudió a Bush en Nueva York durante una semana no fue realmente visto ni escuchado en la mayor parte del territorio estadunidense. Fox y CNN, modernos ministerios de la verdad, mostraron a los bushianos en tedioso tecnicolor, y a los opositores los hicieron medio invisibles, mientras centenares eran detenidos por alterar el orden y faltar el respeto al 'sitting president' (presidente en funciones). ƑDecían de Saddam Hussein?
Los demócratas de John Kerry muestran miedo de ganar. Como Al Gore en su momento. Si ganasen, sería por accidente, porque los progresistas los habrían logrado empujar. A su lado, la socialdemocracia de la República de Weimar parece valiente.
Muchos de los que apoyan a Bush se consideran patriotas, elegidos por Dios y/o por la historia, y sienten calambres en los mismos nervios que desquiciaron al pueblo alemán hace 80 años. Siguen al jefe por fascinación o por miedo, que se parecen mucho.
La izquierda liberal parece despertar, con ingenio creciente, sentido del humor, creatividad artística y eficacia en sus empresas de resistencia. En 2004 ha vivido una primavera de la protesta. ƑCon qué futuro?
"Tengan miedo, mucho miedo" fue un leit motiv de los republicanos en el Madison Square Garden, tras la risa bufonesca de Rudi Giuliani o la gesticulación rabiosa de un Dick Cheney cuidadosamente sobreactuado. Los demás (Schwarzenegger, McCain, el mismo Bush) fueron comparsas.
También hay centenares de miles que resisten. Representan a millones. Michael Moore, en un alarde de valentía que ya quisieran Kerry y Edwards, se fue a meter como periodista acreditado a la boca del lobo. Miles de bocas lo abuchearon, hostigaron y amenazaron durante cuatro días en la convención republicana y él, acorralado pero sonriente, les dijo "perdedores" como sólo puede hacerlo alguien que sabe que no está solo.
Como con los hitlerianos, con los Bush y Cheney, Rumi, Rove y Baker ya no importa si son inteligentes, si tienen ideas o personalidad. Tienen todo lo demás. Su comportamiento se torna sicopático. En una escala mayor a la histórica, el mundo (como Europa en los 30 y 40 del siglo pasado) se encuentra en serios problemas, a merced de una dictadura de fachada democrática, apoyada en los ricos a quienes protege, el poderoso ejército que controla y una masa potencialmente fanática y desmovilizada (como no sea para ir al campo de batalla a morir en tierras lejanas y, por lo tanto, invisibles). Abu Ghraib y las masacres en Irak no ocurren en realidad. Tampoco My-Lay y las otras matanzas en Vietnam. Estamos en el tren de los muertos en Cien años de soledad.
"Be scared, very scared", se mofaba a sus anchas Rudi Giuliani frente a los rascacielos de Nueva York, igualito que el Guasón. Ciudad Gótica. Grado cero. Las fábulas del cine son para que la gente se acostumbre. El Reichstag. Las Torres Gemelas. The Rocky Horror Show. En esta hora, la responsabilidad del pueblo estadunidense es tremenda.
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