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México D.F. Viernes 3 de septiembre de 2004
Gabriela Rodríguez
Cuenta regresiva 2015
Hasta ahora se está valorando cuán visionarios y visionarias fueron quienes construyeron el Plan de Acción de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (CIPD) en 1974 al transformar el inicial paradigma de la política mundial de población. El llamado espíritu del Cairo viene sonando tan fuerte este año porque se celebra una década de ese consenso planetario, concretado por 179 países reunidos por Naciones Unidas en Egipto, porque se descentró del control del crecimiento demográfico para enfocarse en el desarrollo y, sobre todo, porque hoy se busca vincularlo con la redistribución de la riqueza.
Tal como afirmó el senador Timothy Wirth -nombrado representante del gobierno de Estados Unidos por el presidente Clinton, cuando se forjó El Cairo, las conferencias mundiales de los 90 expresan el surgimiento de muchas organizaciones de la sociedad civil que lograron nueva influencia de activistas de diversas causas sociales en los acuerdos multilaterales de Naciones Unidas: en la Cumbre de la Tierra, en Río; en la de Derechos Humanos, en Viena; en la Cumbre Social, en Copenhague; en la de la Mujer, en Pekín; en la del Hábitat, en Estambul, y en la Cumbre del Milenio.
Recientemente se busca relacionar ese conjunto de consensos multilaterales con las Metas para el Desarrollo del Milenio (MDM), adoptadas en 2000 por 189 países para lograr en 2015: eliminar la pobreza extrema (personas con ingresos menores a un dólar por día), garantizar el acceso universal a la educación primaria y eliminar la disparidad de género en todos los niveles educativos, reducir en dos tercios la tasa de mortalidad infantil y en tres cuartos la tasa de mortalidad materna, revertir la expansión del VIH/sida y de la malaria, asegurar un medio ambiente sostenible y lograr una colaboración global para el desarrollo.
El Cairo fue también ocasión para la relativa superación de añejas disputas entre movimientos sociales que venían trabajando de manera fragmentaria y para enfrentar el desafío de unir agendas tan distantes como el desarrollo, la salud, la educación, los derechos humanos y la equidad de género.
Como parte de la serie de reuniones para evaluar logros y retos a 10 años del consenso de El Cairo, se organizó del 30 de agosto al 2 de septiembre de 2004 una mesa redonda global en Londres: Cuenta regresiva 2015.
Se trata de un acto sustancialmente diferente, ya que no es una reunión de los gobiernos ni de Naciones Unidas, sino que de manera inédita convoca y reúne a representantes de organizaciones de la sociedad civil del mundo. Más de 500 participantes de 109 países nos sentamos a conversar sobre los logros de la CIPD con la idea de ir más allá de la agenda de 1994. Como sector estratégico participaron, además, 94 jóvenes de 56 países, cuya perspectiva se considera base para discutir, evaluar y diseñar nuevas líneas de acción y estrategias que garanticen los derechos sexuales y reproductivos para todos y todas, así como para relacionarlas con las Metas del Milenio para 2015.
El grupo de trabajo de la juventud hizo un reconocimiento del momento histórico demográfico único en que los jóvenes representan la mayor proporción respecto de los otros grupos de edad. La población entre 15 y 24 años son más de mil 100 millones de personas, de las cuales 500 millones viven con menos de 2 dólares diarios y un perfil de pobreza globalizada: desempleo, limitado acceso a la educación básica, nutrición y servicios de salud; asimismo, es severamente impactada por el VIH/sida (la mitad de los casos mundiales) y hay pautas persistentes de inequidades de género en todos estos aspectos. Entre los logros a 10 años de El Cairo, los y las jóvenes señalaron el valor de la participación juvenil en los programas gubernamentales que afectan su vida, que 34 por ciento de los países han desarrollado políticas progresistas de juventud y que 27 por ciento han emitido leyes al respecto.
El diálogo intercultural entre jóvenes budistas, musulmanes, hinduistas, judíos, católicos y cristianos, así como de diferentes estratos sociales, no pudo ser más diverso.
Las restricciones que surgen de las tradiciones culturales y religiosas se analizaron como limitaciones a sus libertades (el matrimonio temprano, la mutilación genital femenina, la selección del sexo prenatal). En este punto se criticó severamente la cultura occidental consumista dominante en los medios electrónicos de comunicación, así como la falta de acceso a servicios y nuevas tecnologías preventivas, anticonceptivas y reproductivas. En el contexto de la guerra, los representantes musulmanes denunciaron la otra guerra cultural de que han sido objeto, el doble fundamentalismo del que son víctimas: el que viene de Estados Unidos y el de sus propios ultras.
La pasión por el consenso de El Cairo que sigue presente en las reuniones posteriores tiene que ver con que abrió un diálogo mundial sobre la vida sexual como depositaria del prestigio, de la virtud y de la construcción de juicios morales sobre las personas, pero, sobre todo, porque al monitorear una cuenta regresiva de metas del desarrollo para 2015, el cuerpo recobra su lugar de expresión material y privilegiada del ejercicio de nuestras libertades.
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