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México D.F. Jueves 26 de agosto de 2004
Angel Guerra
Terrorismo y doble moral
ƑQué hay detrás de la reciente crisis diplomática entre Panamá y Cuba? ƑPor qué el gobierno de Mireya Moscoso retiró a su representante en La Habana y expulsó al embajador cubano de su país? La señora Moscoso cedió, es cierto, ante las exigencias de Washington y Miami sobre el proceso judicial contra terroristas de origen cubano en la nación istmeña, y con su irresponsabilidad y ligereza llevó a la actual crisis, pero es desde esas dos ciudades que ésta se ha gestado.
Nadie juicioso cuestionaría a la Casa Blanca de George W. Bush su condición de medallista de oro en la práctica del terrorismo de Estado, pero sobre todo en la doble moral que aplica en su peculiar guerra contra el terrorismo, cuyo ejemplo más evidente es el caso de Cuba. Es una verdad de Perogrullo la responsabilidad de la gran potencia en la campaña de terrorismo contra la isla durante más de cuatro décadas, cuyos operativos e instigadores radican en Miami. Pero pocas administraciones de ese país han hecho tanto como las de los Bush -padre e hijo- por proporcionarles impunidad.
En 2000, Fidel Castro denunció en la Cumbre Iberoamericana de Panamá la presencia de un grupo de terroristas de origen cubano que atentaría contra su vida. Los cuerpos de seguridad locales detuvieron a los sujetos y rápidamente se filtró a los medios de difusión su plan para volar con nueve kilos de explosivo C-4 el paraninfo de la Universidad de Panamá mientras el líder cubano se dirigía a una audiencia de cientos de estudiantes, académicos, activistas sindicales e indígenas. Desde entonces, el proceso seguido contra los terroristas ha estado sujeto a constantes presiones políticas y mediáticas desde Washington y Miami, que han hecho esfumarse pruebas y graves delitos. El propósito parecía ser impedir que fueran condenados o, en todo caso, facilitar su fuga, como ya ocurrió en Venezuela y México con algunos de los ahora detenidos después de perpetrar acciones semejantes. Pero desde hace unas semanas se supo en Miami -y, por tanto, en La Habana- que Moscoso había hecho el compromiso con la mafia contrarrevolucionaria de otorgarles el perdón antes de que expirara su mandato. También trascendió la noticia de una solicitud, con inocultable tufo electoral, formulada a la presidenta panameña en ese mismo sentido por el secretario de Estado, Collin Powell. Sorprendida in fraganti por la denuncia del gobierno cubano a la infamia que tramaba, la señora Moscoso optó por huir hacia delante y crear la crisis en curso. Ha llegado a decir que aunque no lo había decidido antes, "ahora sí" -en plan de venganza, se entiende- está pensando en perdonar a los terroristas. Son ellos Luis Posada Carriles, Gaspar Jiménez Escobedo, Pedro Remón y Guillermo Novo.
Posada, jefe del grupo, es, al igual que los restantes, operativo de la CIA desde la década de los 60. Participó en la frustrada invasión de Bahía de Cochinos. Con posterioridad fue colocado por la agencia en un puesto clave de la policía secreta venezolana, cargo desde el cual organizó y dirigió la voladura de un avión de Cubana de Aviación con 73 pasajeros a bordo. Más tarde, fue uno de los principales operativos en la represión de los movimientos guerrilleros en El Salvador y Guatemala, y hombre de confianza de Oliver North en el Irán-contras (canje de armas por drogas para la contra nicaragüense). Posada, a la sombra del entonces presidente Francisco Flores, íntimo de Bush y de Aznar, creó un santuario terrorista en El Salvador, desde donde dirigió la serie de atentados contra instalaciones turísticas cubanas en 1998. Jiménez ha intervenido junto con Posada en numerosos intentos para asesinar a Fidel Castro y ultimó en México al técnico de pesca cubano Artagnan Díaz; Remón asesinó en Nueva York al diplomático isleño Félix García, y Novo es el ejecutor del ex canciller chileno Orlando Letellier. Estos son los personajes que la señora Mireya Moscoso proyecta indultar por razones "humanitarias".
Afortunadamente Panamá no es Moscoso, cuyo gobierno está desacreditado por su entreguismo, corrupción e ineptitud, como demostraron las pasadas elecciones. La presidencia de Mireya Moscoso es, a fin de cuentas, un fruto de la invasión yanqui a Panamá, cuya verdadera intención fue castigar al pueblo panameño por atreverse a recuperar el canal con Omar Torrijos al frente. Torrijos sostuvo una cálida amistad con Cuba como parte de una historia en la que muy pronto nadie recordará a la señora Moscoso.
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