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México D.F. Domingo 22 de agosto de 2004

Angeles González Gamio

Estrenos

La calle donde se forjó la cultura americana occidental es sin duda Moneda, que conserva el nombre que le dio la antigua Casa de Moneda, cuya sede aún existe, con la misma belleza y elegancia, aunque con otro uso. Hoy volvemos a hablar del prodigioso recinto y otros más que adornan la vía, porque acaba de estrenar drenaje, pavimento, banquetas y mobiliario urbano, y el tramo hasta Correo Mayor está libre de vendedores ambulantes, lo que permite apreciar la grandeza de sus construcciones.

Aunque las hemos mencionado en ocasiones anteriores, siempre hay cosas diferentes que decir, ya que cada una de ellas da para un libro: la primera universidad, el Palacio del Arzobispado, la llamada Casa de la Primera Imprenta, la antigua Casa de Moneda, las casas del Mayorazgo de Guerrero, el templo de Santa Inés y donde termina la vía, sobre la calle de Academia, la Academia de San Carlos, que le da nombre, y el museo José Luis Cuevas, en el antiguo convento de Santa Inés.

En este último, magníficamente restaurado, hay siempre buenas exposiciones, y si tiene niños, el domingo es un buen día para visitarlo, ya que a la una de la tarde hay un espectáculo para los infantes, lo que le permite disfrutar las obras de arte con toda calma, mientras ellos tienen su diversión cobijados por la sombra de la monumental escultura de La Giganta, que se yergue imponente en el centro del gran patio.

Hay que advertir que el tramo de Correo Mayor a Academia continúa invadido por los ambulantes, pero con astucia se torean, pues vale la pena la visita, y de paso hay que admirar las puertas del templo de Santa Inés, con el martirio de la santa, finamente labrado en la vieja madera. Y ya que está en la vía no deje de asomarse al delicioso patio del Museo de las Culturas, que ocupa la antigua Casa de Moneda. Ya hemos hablado de su profusa vegetación: árboles de plátano con sus voluptuosas hojas, un naranjo rozándose con una higuera, bugambilias, un pino y un maguey rodeados de coloridas flores.

Al pasear por el patio hay que recordar que a la llegada de los españoles, en este lugar el emperador Moctezuma tenía un palacio llamado Tlillanalco o "casa denegrida", por tener las paredes pintadas de negro. Era su sitio de meditación cuando tenía algún problema difícil. Tras la conquista, Cortés se apropió del predio y construyó ahí sus famosas -por enormes- "casas nuevas". Años después, Martín Cortés las vendió al rey y ahí se instaló el Palacio de los Virreyes, actual Palacio Nacional. En una ala se fundó la Casa de Moneda, que funcionó dos siglos en ese lugar.

En 1865, Maximiliano de Habsburgo expidió un decreto que ordenaba el establecimiento, en ese sitio, del "Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia". Al paso de los años las colecciones aumentaron y el cupo resultó insuficiente. Como madre pródiga fue desprendiéndose de sus hijos y fueron surgiendo: El Museo de Historia Natural, que se instaló en El Chopo; el de Historia, en el Castillo de Chapultepec; parte del Museo del Virreinato, y por último el Museo Nacional de Antropología, que en 1965 estrenó su monumental edificio en Chapultepec.

Al partir el último de los vástagos, el bello inmueble, abandonado y solo, escarbó en sus entrañas y aparecieron hijos adoptivos, venidos de todo el mundo, muchos de ellos embodegados por décadas; así nació el Museo Nacional de las Culturas, que en sus 20 salas nos lleva por la cultura pasada y presente de los países más antiguos del mundo. El edificio se rehizo varias veces; la última, en 1772, fue obra del ingeniero Miguel Constanzo. No hay que dejar de ver en el imponente vestíbulo, el mural de Rufino Tamayo, Revolución.

Del otro lado de la calle dos hermanas, parecidas, más no idénticas, lucen su hermosura barroca un tanto decadente, en espera de una buena restauración; son las casas del Mayorazgo de Guerrero. Fueron diseñadas por Francisco Guerrero Torres, uno de los grandes arquitectos del siglo XVIII. Los materiales son el avinado tezontle y la elegante chiluca decorando las molduraciones de puertas y ventanas.

Nos falta mucho por decir de la prodigiosa calle, pero llegó la hora de comer. Hace tiempo que no vamos al restaurante Los Mercaderes, en la bella casona que cargan majestuosos atlantes, ubicada en 5 de Mayo 57, a degustar comida mexicana y buenas carnes. De inicio, una ensalada de lechugas y jícama con aderezo de champagne, seguida de unos fideos gratinados, y como plato fuerte el pollo oaxaqueño relleno de huitlacoche, gratinado con quesillo y acompañado de nopalitos. Si le queda lugar para el postre, el pastel de elote caliente con helado y salsita de rompope.

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