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México D.F. Lunes 9 de agosto de 2004
Cinco mil jóvenes de corazón
escenificaron el baile del recuerdo en el parque Tezozómoc
A ritmo de mambo y danzón comenzaron los festejos
por el Día del Adulto Mayor
Bailar, comer bien y cuidarse, receta para mantenerse
girito, dice uno los participantes
JAIME WHALEY
Aquello
de que no es el corazón el que envejece, sino el cuero es lo
que se arruga, tuvo cabal cumplimiento el sábado en el baile
del recuerdo que marcó el comienzo de los festejos por el Día
Nacional del Adulto Mayor, que tuvo lugar en el parque Tezozómoc.
Unas 5 mil personas, la gran mayoría por arriba
de los 60 años, que es la edad límite para peyorativamente
cambiar de viejo a adulto mayor, se dieron cita en uno de los extremos
del bien cuidado jardín, concretamente en las canchas de basquetbol,
que fueron cubiertas por una gigantesca lona.
Por la calzada utilizada en las mañanas para el
trotecito que, dicen, mejora la calidad de vida, la concurrencia, en forma
análoga, apuró el pasito para llegar a la improvisada pista
en donde ya los integrantes de Tercera Generación, desde el estrado
tubular, dejaba escuchar sus notas.
Fox trots, swings, un símil de mambo y, desde luego,
su majestad, el danzón, integraron el abanico melódico de
esta y otras dos agrupaciones -la banda de José Luis y la de Sebastián
Cedillo- que hasta las 10 de la noche, cuando por el sonido local se advirtió
que el último RTP gratis al Metro Rosario estaba por partir, alegraron
el convite.
Hasta Laura Velázquez Alzúa, la delegada
en Azcapotzalco, a quien por la mañana, en violento mitin político,
le tocó bailar con el más feo, se dio su vuelta cuando la
tarde pardeaba y se reventó un danzón cual quinceañera
con varios vecinos chintololos.
"Con estos galanes cualquiera baila" , dijo, en tanto
reconoció que la demarcación tiene censados a poco más
de 30 mil adultos mayores mientras que en los centros de desarrollo comunitario
se atienden a unos 10 mil con actividades como baile de salón, taller
de oficios y recorridos turísticos.
"Prefiero esto (el baile) que un señor, pues él
no me dejaría bailar", declaró Maria Elena, dama que, a su
decir -dejará de serlo- tiene 48 años, y no cesa de darle
soltura al cuerpo con su veterano acompañante.
Solícitas edecanes repartieron agua y té
a quien así lo pidiera. Los servicios médicos prácticamente
estuvieron de adorno, ni siquiera un linimento les fue requerido pero entraron
rápido en acción cuando Juanita se desvaneció en la
fila de los sanitarios portátiles y es que, sostenía Renato
Leduc, "lo terrible de llegar a viejo es no saber cuándo, dónde
y a qué horas le van a dar a uno ganas de mear". Sin embargo el
incidente de esta señora, se sabría después, no fue
tanto por la urgencia fisiológica, sino que, informó una
amiga suya "le dan convulsiones y así se pone".
A sus 74 años, viudo desde el año pasado,
Joaquín Grana, no pierde pieza y da la receta para mantenerse girito
y en forma "hay que bailar, comer bien y cuidarse, para disfrutar de la
vida". Dice estar solo, ya con hijos mayores y sentir nostalgia por su
compañera, unión que duró 38 años. Bien atildado,
tocado con un sombrero de fieltro de ala corta, da cuenta de que lo que
le hace tener ánimo es su actividad dancística, y enumera
su recorrido semanal por diferentes salones capitalinos, sitios en los
que, reconoce, tiene varias amigas que le levantan algo más que
el ánimo. "No conozco el famoso viagra, tomo de otro pero me sale
caro, a mi sólo me molestan las pinches várices que me punzan",
dolencia que, explica, le vino de tanto estar parado en su trabajo como
operario en una ensambladora automotriz.
La orquesta interpreta aquella de Lara que hace alusión
a la "última carcajada de la cumbancha", pero ante este vital panorama,
que sean muchas las que les queden a estos jóvenes con arrugas.
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