LETRA S
Agosto 5 de 2004
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Editorial

Las denuncias públicas contra las irregularidades detectadas en la entrega y el manejo de los 30 millones de pesos otorgados a Pro Vida el año pasado por parte de la Secretaría de Salud han puesto en un papel muy incómodo a su titular el doctor Julio Frenk.

En primer lugar porque se trata de una imposición. Pero no es resultado, como se quiere hacer creer, de una decisión del Congreso, de Hacienda o de la sola acción del avieso Luis Pazos. Ahora resulta claro que se trata de una acción concertada desde la ultraderecha muy bien posicionada en las esferas del poder político. De esta manera, Pro Vida sólo sería uno de los medios utilizados para canalizar recursos, en este caso 90 millones de pesos en tres años. ¿Con qué propósitos?, eso aún no está claro y debe ser investigado. Las organizaciones de la sociedad civil debemos estar alertas sobre un posible resultado maquillado a la auditoría que se le sigue a esa organización para limpiarla de toda sospecha de irregularidad.

Queda aún por definir la solución final que dará la Secretaría encabezada por el doctor Frenk. Resulta muy difícil justificar ese donativo millonario, muy superior al que se destina a la prevención del VIH/sida, a una organización tan frontalmente opuesta a las políticas públicas de salud. Y no creemos que el propósito haya sido el acallar sus gritos. El affaire Pro Vida debiera ser aprovechado para sacudirse esa carga ominosa impuesta con toda malevolencia, porque resulta ya imposible aceptar que se continúe otorgando esos recursos públicos a una organización a la que no se le exigió someterse a los procedimientos normativos que a todas las demás se exigen.

De otra manera, asistiremos al triste espectáculo de un secretario considerado progresista defendiendo y protegiendo por consigna a una organización ultraderechista tan impresentable como Pro Vida.