Crónica
Sero
Por Joaquín Hurtado
X me llama y habla desto y delotro y al final de
la cháchara desliza, como si fuera una moruza en la morralla del
chisme: ¿Y tú no vas a Bangkok? "No ¿y tú?",
le reviro. "¡Pues claro que debo ir, ya ves que soy De-le-ga-da!",
responde ella, con falso fastidio. Lo olvidé: X es presidenta de
no sé que yerbas de una coalición mundial de mujeres contra
el sida.
Este año en Tailandia se reúnen burocracia
mundial, científicos y cientos de turistas del aids a jugar
con cifras, lamentaciones, y tomar cocteles de mil dólares en una
orgía de escasos orgasmos científicamente probados. Una semana
de endogamia brutal para concluir después de extenuantes deliberaciones:
"Señor VIH: con la novedad que no hay novedad, que todo sigue igual,
que la fiesta continúe."
X padece el síndrome de nuestra Primera Dama. O
al revés, ya ni sé: la misma descarada frivolidad en sus
miradas de nuevas ricas, las mismas pupilas oportunistas cargadas de inconfesables
ambiciones por querer ser alguien usurpando banderas y escaños,
idéntica impostura en el andar y erguir la cabeza como si posaran
para el escultor de su estatua eternizadora. La misma desmedida impudicia
de vivir dando dádivas para ser retratadas por los cronistas del
socialité oenegero como posmodernas Teresas de Calcuta.
Ay damas de frágil neurona, que juegan a ser las
empoderadas del vecindario, aunque las madree el amante.
No hay fundación capaz de soportar sus desplantes
de grandeza, no hay Encuentro, Congreso o Comité que les aguante
el paso, no hay vasallos suficientes para cargar sus veintemil maletas
de trapos en su vuelo trasatlántico con escalas y destino final
en San José de las Tunas, en sus incansables periplos por el mundo
del (poco) dinero de la Cooperación Internacional.
Nada más odioso que oírlas empalagarse cuando
dicen "mis enfermitos", "mis niñas", "mis jotitos taan vulnerables"
si hablan de ti, de mi y de los que ni conocen ni quieren su ayuda. Nada
más asqueante cuando ponen carita de yonofuí cada vez que
son llamadas a cuentas por sus cursis babosadas. Nada más exasperante
cuando pierden a buena ley y de inmediato reclaman inequidad de género,
y ven complots de machos misóginos y jotas rencorosas, las mismas
jotas que casualmente se mueren no sólo en la estadística
sino en la ignominia.
¿Que no saben inglés?, para eso se arrequintan
el escote y fruncen sus labios carnositos. ¿Que las feministas las
escupen, las académicas las tupen, las activistas las humillan?
Para eso corren a besar el dedo pedófilo del señor obispo
y firman desplegados contra el aborto y a favor de la abstinencia. ¿Y
el condón? ¡Eso es cosa de maricas!, dicen en corto. Pero,
perras, juran promoverlo si el hulito viene envuelto en miles de dólares.
Buen viaje a Bangkok, queridas. |