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Alejandro Brito
Entramos a una nueva etapa en la lucha mundial
contra el sida: los recursos han comenzado a fluir, un número creciente
de líderes a todos los niveles se comprometen, y se comienza ya
a trabajar a escala masiva en el acceso a tratamientos y a las medidas
preventivas, tal era la apreciación optimista de Peter Piot a unas
horas de inaugurarse la XV Conferencia Internacional de Sida realizada
en Bangkok, Tailandia, del 11 al 16 de julio pasado. Y no le faltaba razón
al
hombre que ha lidereado el programa de sida de las Naciones
Unidas. Desde el año de su creación, en 1996, el gasto global
invertido para contener la pandemia ha crecido de 300 a cerca de 5 mil
millones de dólares, distribuidos a través de iniciativas
mundiales de reciente creación como el Fondo Global contra el Sida,
la Tuberculosis y la Malaria, de la ONU; el programa 3 por 5 de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), con el que se espera otorgar 3 millones de tratamientos
para el año 2005; el Plan de Emergencia multimillonario del presidente
Bush de ayuda a 15 países de los más afectados y empobrecidos
por la pandemia, y la Iniciativa Internacional para la Vacuna del Sida,
que cuenta con el apoyo de varios gobiernos europeos y norteamericanos.
En el transcurso de los cinco días de duración
de la mega conferencia, este optimismo inicial se fue matizando, y algunos
delegados no dudaron incluso en calificar de fracaso todo este esfuerzo
global. El lema de esta cumbre mundial del sida, "Acceso para todos", describe
más un deseo que una realidad: por carecer de acceso a los tratamientos,
el año pasado fallecieron 3 millones de personas, y sólo
20 por ciento de las poblaciones en riesgo de infección tienen acceso
a las tecnologías preventivas, debido a esto último, cada
segundo se infectan seis jóvenes menores de 25 años, por
citar sólo una de las múltiples maneras de documentar la
catástrofe.
Un chantaje inmoral
La política ha ido desplazando a la ciencia en
este tipo de eventos internacionales desde que los potentes tratamientos
contra el VIH se dieron a conocer en 1996. Toda una movilización
mundial se ha desplegado para lograr extender el acceso a los medicamentos
antirretrovirales a los países de menores ingresos. De los seis
millones de personas que los necesitan, sólo 400 mil los reciben.
Uno de los reclamos más sonados en la Conferencia de Bangkok fue
el incumplimiento de los compromisos de los potencias mundiales de otorgar
mayores recursos al combate global de la pandemia. Para el 2005 se requerirán
3,500 millones de dólares, pero hasta ahora el Fondo Global sólo
ha recabado 880 millones.
Al grito de "¡Dónde están los 10 mil
millones para tratar a los 6 millones!", los activistas del sida interrumpieron
a los representantes gubernamentales de los países desarrollados
en cada sesión o conferencia donde se presentaron. El Fondo Global,
creado hace dos años por iniciativa del secretario general de las
Naciones Unidas, Kofi Annan, está pasando por una crisis financiera
que ha llevado a la parálisis de varios programas impulsados por
el Fondo, y ha puesto en riesgo, la puesta en marcha de los proyectos del
próximo año, según reveló Rodrigo Pascal, representante
de las personas que viven con VIH/sida en la directiva de dicho Foro.
De esa crisis financiera se responsabilizó mayormente
al gobierno de los Estados Unidos, reacio a sumarse a este esfuerzo multilateral
y más empeñado en impulsar la ayuda bilateral a través
de su propio Plan de Emergencia de Alivio para el Sida. Paul Zeitz del
Proyecto de Acceso Global a la Salud, una de las organizaciones más
combativas, acusó al gobierno de Bush de sabotear "la mejor esperanza
del mundo" en referencia al Fondo Global.
Al respecto, activistas de varias organizaciones civiles
internacionales denunciaron la amenaza que representan los tratados de
libre comercio para la fabricación de medicamentos genéricos
a bajo precio. Los países firmantes quedarían obligados a
respetar las patentes de los medicamentos en un plazo de por lo menos 20
años. Lo que significaría un retroceso a los acuerdos sobre
la propiedad intelectual firmados en la reunión de la Organización
Mundial de Comercio realizada en Doha, Qatar, en el 2001, que permite a
los países de bajos ingresos fabricar o comprar copias genéricas
de los medicamentos en situaciones de emergencia sanitaria como la del
sida. "Obligar a los países a renunciar a estas disposiciones en
el marco de negociaciones comerciales bilaterales equivaldría a
un chantaje inmoral", criticó el presidente francés Jacques
Chirac, sin mencionarlo, al gobierno estadunidense en un mensaje leído
por un representante.
Por lo pronto, amparados en el acuerdo de Doha, seis países:
Tailandia, China, Rusia, Brasil, Ucrania y Nigeria firmaron un acuerdo
en Bangkok para fabricar y distribuir a bajo costo medicamentos genéricos
antisida, con lo que esperan tratar a cientos de miles de pacientes.
La vacuna no es prioridad
El lema "Acceso para todos", que también incluye
a la prevención y no sólo a los tratamientos, se reiteró
marcadamente en las sesiones. El acceso a los servicios y las tecnologías
preventivas muestra un grave rezago. Se estima que de los 12 mil millones
de condones anuales que se necesitan en los países pobres para detener
la pandemia, sólo se proveen 2,500 millones. Otro dato: sólo
12 por ciento de las personas que no se protegen tienen acceso a las pruebas
de detección y a los servicios de consejería.
A diferencia de otras conferencias, la de Bangkok le dio
mayor importancia a esta enorme brecha preventiva. Y el rezago no solamente
está en el acceso sino también en la investigación
y desarrollo de nuevas tecnologías preventivas. Mientras en los
últimos años se han desarrollado numerosas terapias efectivas
para controlar la replicación del VIH en el organismo, los mensajes
e instrumentos preventivos siguen siendo los mismos del tiempo anterior
a los tratamientos. Por ello, se insistió en la necesidad de integrar
los tratamientos a la prevención y apostarle al desarrollo de una
nueva generación de estrategias preventivas, que incluiría
la elaboración de una vacuna y de una substancia microbicida, el
control del Herpes Simple, la circuncisión masculina y la terapia
antirretroviral.
La pandemia ha alcanzado tales proporciones que sólo
una vacuna puede pararla. Pero paradójicamente, su elaboración
no es una prioridad científica ni política ni económica.
Del gasto mundial invertido en el sida, sólo 3 por ciento se destina
a la investigación de vacunas. Lo que explica los decepcionantes
resultados alcanzados en ese rubro. Los candidatos a vacunas probados han
fallado en otorgar suficiente protección. En la actualidad hay 22
candidatos a vacuna probándose, pero sólo uno en fase III
con humanos. Además de la falta de recursos, hay una falta de coordinación.
"La mayoría de los científicos está trabajando sobre
la misma idea", reveló Seth Berkley de la Iniciativa Internacional
para una Vacuna contra el Sida (IAVI), lo que significa que si esa línea
es la equivocada, fallarán todos.
Las opciones preventivas existentes no son suficientes,
sobre todo para las mujeres, quienes necesitan una herramienta acorde a
sus necesidades y situaciones. La esperanza aquí está puesta
en la elaboración de un microbicida en forma de gel, crema o diafragma
de aplicación vaginal, capaz de eliminar al virus sin dañar
al organismo. En los próximos tres años estarán probando
su eficacia seis tipos de microbicidas en estudios que involucrarán
a 20 mil mujeres voluntarias. Pero al igual que las vacunas, ningún
resultado significativo se espera antes de 5 años. Algunas voces
femeninas criticaron el que se le diera un papel central a los microbicidas
cuando aún no se ha desarrollado ninguno, y en cambio al condón
femenino, que ya está disponible pero aún no es accesible
en los países de bajo ingreso, no se le diera importancia alguna.
¿No deberíamos estar promoviendo su acceso universal?, cuestionaron.
Los tratamientos contra el sida también tienen
su impacto en la prevención de infecciones. La acción de
los medicamentos antirretrovirales reduce la cantidad de virus (carga viral)
circulante en el organismo, lo que a su vez disminuye las posibilidades
de transmitirlo. En la Conferencia se informó de estudios que se
están llevando a cabo entre parejas serodiscordantes (donde sólo
uno es portador del virus), para evaluar el impacto de los tratamientos
en la transmisión sexual del VIH. Lo que si está ampliamente
comprobado es la eficacia de algunos medicamentos antirretrovirales para
reducir la transmisión del virus de la madre al bebé durante
el embarazo. Sin embargo, se advirtió sobre el uso de Nevirapina,
ya que 32 por ciento de las madres tratadas con ese medicamento desarrollaron
resistencias, en comparación con el cero por ciento de las madres
que no lo recibieron. Lo que plantea una problema grave porque reduce las
posibilidades de tratamientos futuros para la madre infectada.
¿Condonizar a la humanidad?
La ideología también desplazó a la
ciencia en el terreno de la prevención. Los gobiernos de Uganda
y Estados Unidos introdujeron el fantasmón de la abstinencia sexual
que se paseó por las plenarias, los pasillos y los salones de la
Conferencia. "No podemos condonizar a la humanidad, por eso la estrategia
de mi gobierno es triple: abstinencia, fidelidad y como último recurso
el condón", expresó el mandatario ugandés Yoweri Museveni.
A esta estrategia se le conoce como ABC por sus siglas en inglés
(abstinence, be faithful, condoms), y de acuerdo con el presidente de uno
de los países más golpeados por la pandemia ha sido todo
un éxito, pues aún con porcentajes bajos de uso del condón,
Uganda ha logrado reducir drásticamente la prevalencia del VIH,
de 30 a 6 por ciento, en las poblaciones más expuestas a la infección,
lo que quiere decir, según afirmó, que las estrategias A
y B funcionan: dejemos el condón "para aquellos que no pueden abstenerse
o ser fieles, porque no es la solución final", señaló.
No es de extrañar que el presidente George W. Bush
haya retomado ese programa para condicionar la ayuda de su gobierno a su
adopción por los demás países de la región.
Los condones "no hacen más que promover la desconfianza institucionalizada
en las parejas", insistió Museveni.
A las estrategias del programa ABC, los activistas de
la prevención opusieron las estrategias del uso de condones, el
intercambio de jeringas limpias entre usuarios de drogas y la negociación
del sexo seguro entre las parejas, conocida a su vez como el programa CNN
por sus siglas en inglés (condoms, needles and negotiating skills).
Para muchos de los y las participantes, este debate significa un retroceso
en el consenso logrado desde hace años sobre la eficacia de las
medidas preventivas basadas en la evidencia científica. "No quisiéramos
ver ahora movimientos de grandes cantidades de dinero para echar abajo
todos nuestros esfuerzos. No necesitamos escuchar argumentos de los años
cincuenta", expresó Richard Burzynski del Consejo Internacional
de Organizaciones de Servicio en Sida. Por su parte el activista Shaun
Mellors advirtió: "La gente pagará con sus vidas si sustituimos
la ciencia por la ideología".
La hipocresía, aliada del virus
Los usuarios de drogas intravenosas fueron los protagonistas
de la Conferencia de Bangkok. Y no es para menos, la epidemia entre esa
población es la que está creciendo de manera más acelerada.
Fuera de África, una de cada tres nuevas infecciones se da por medio
de la inyección de drogas. En países como Tailandia y Rusia,
entre 50 y 80 por ciento de esa población está infectada.
A pesar de esta realidad, por razones ideológicas y políticas,
muchos gobiernos se niegan a adoptar los programas de reducción
del daño que se basan en la distribución de jeringas y agujas
limpias entre la población usuaria, y en la sustitución de
la heroína y la cocaína por la metadona. En cambio, llevan
a cabo una "guerra contra las drogas" que afecta más a la población
usuaria que a los traficantes. "Queremos que nos traten como pacientes,
no como delincuentes", exigió Paisan Suwannawong, dirigente de la
Red de Usuarios de Drogas de Tailandia, quien denunció la ejecución
extrajudicial de 2,500 usuarios por parte del gobierno tailandés.
Junto a las cifras de la pandemia, las denuncias de abusos, discriminaciones
y atropellos a las personas que viven con VIH/sida fueron las constantes
en la conferencia. Por ello, Irene Khan, secretaria general de Amnistía
Internacional, no dudó en afirmar que el sida es sobre todo "una
crisis de derechos humanos".
A pesar de las intenciones de los organizadores de darle
un lugar destacado al empoderamiento de mujeres y jóvenes, muy poca
evidencia se presentó sobre el grupo de mujeres mayormente afectadas
por la pandemia, aquellas que son simultáneamente jóvenes,
pobres y casadas, como es claro en los países del África
subsahariana, donde más de 50 por ciento de las infecciones y casos
de sida son mujeres. En términos generales, las mujeres se infectan
a una edad más temprana que los varones y biológicamente
son siete veces más propensas a infectarse que ellos.
Mientras la abstinencia y la fidelidad cobran mayor importancia
en los programas de prevención, el matrimonio y la monogamia se
revelan como factores de riesgo creciente para muchas mujeres cuya vulnerabilidad
está ligada a su escaso poder de negociar medidas de protección
con sus parejas, se reiteró.
En particular, Thoraya Ahmed Obaid, directora del Fondo
de Población de las Naciones Unidas, destacó el papel jugado
por la violencia de género. "Parar la violencia contra las mujeres
y las niñas debe ser una prioridad para hacer que la prevención
funcione", advirtió y propuso integrar el VIH/sida a los servicios
de salud reproductiva.
En general, fue poco lo que se documentó sobre
el género y su relación con el VIH/sida. Y no sólo
sobre la manera como esa relación afecta particularmente a las mujeres,
sino también la manera como esa combinación coloca a los
hombres en un doble papel en la transmisión del virus. Muy poca
atención se dio a la transmisión sexual del VIH entre hombres
a pesar de lo extendido de esa práctica sexual en los países
en desarrollo. El epicentro de la pandemia está ahí, pero
por la negativa de gobiernos e instituciones, esa práctica, más
allá de orientaciones e identidades sexuales, es una realidad poco
documentada. Aún así, los datos han comenzado a fluir y hablan
por sí solos: en la India 30 por ciento de los varones menores de
edad han tenido sexo con otros varones. En Sudáfrica, 40 por ciento
de los camioneros o traileros reportaron prácticas de sexo anal
con otros hombres. En Bangladesh y Paquistán ese porcentaje fue
de 15 y 20 por ciento respectivamente. Y en el ejército de Tailandia
el sexo entre varones lo han practicado alguna vez 27 por ciento de sus
integrantes. En muchos de esos países, ex colonias británicas,
las leyes heredadas que criminalizan la homosexualidad aún están
vigentes.
Por esa razón, Dennis Altman, profesor de La Trobe
University de Australia, subrayó la poca atención que la
Conferencia de Bangkok otorgó al análisis de "las barreras
que la religión, la política y la hipocresía erigen
contra los programas efectivos de prevención del VIH". Y en particular
sobre "las maneras en que los fundamentalismos de todas las religiones
perpetúan las inequidades de género y de sexo que exacerban
la epidemia."
Tal vez las siguientes palabras de Mary Crewe, de la Universidad
de Pretoria, Sudáfrica, resuman el reto planteado por la pandemia
del sida a los y las líderes reunidos en esta cumbre internacional
del sida que tendrá su próxima sede dentro de dos años
en Toronto, Canada: "Necesitamos pensar e imaginar un futuro reescrito
por la epidemia. Prevenir cualquier nueva infección significa desafiar
al mundo tal y como lo conocemos." |