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México D.F. Domingo 1 de agosto de 2004
El académico recoge en un libro 14 años
de protesta social en el país sudamericano
México, por la senda de Argentina antes de la
crisis, advierte Almeyra
Que esa nación creciera al 8 por ciento anual
sin las recetas del FMI, es una demostración de que el organismo
es una piedra atada al cuello que tira para abajo, subraya el también
periodista
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
La crisis económica estalló en Argentina
en 2001, y ese fenómeno, lejos de ser aislado, debe analizarse dentro
del contexto mundial y de lo que ocurre en México, subraya el investigador
y académico Guillermo Almeyra, autor de La protesta social en
la Argentina (1990-2004).
En este libro, coeditado por Peña Lillo y Ediciones
Continente, el editorialista de La Jornada retoma "el caso de la
realidad argentina, aunque a decir verdad este texto habla, en última
instancia, del poder y la forma de construir el contrapoder, una alternativa;
ese es el tema central", y, por eso, ''discute las tesis de Toni Negri
y de John Holloway, que son paralizantes''. El libro parte del entendimiento
de los diversos movimientos sociales generados por la crisis económica:
los piqueteros, las asambleas populares, las fábricas recuperadas,
la autonomía, los cambios en las relaciones sociales y cotidianas,
los cacerolazos, las luchas rurales y la autogestión.
Este
trabajo "ubica, como se debe ubicar todo proceso nacional, el caso argentino
en la evolución mundial del sistema y, por consiguiente, en las
fases de esa evolución; traza la historia social de las clases,
de la constitución de la cultura respectiva de cada una de estas
clases, y de los actores a lo largo del siglo pasado, donde se formó
en verdad la sociedad argentina actual", expresa Almeyra en entrevista.
De esta manera, agrega el profesor de la Universidad Autónoma
Metropolitana, "demuestra que los estallidos no cayeron del cielo, sino
habían sido preparados, madurados y organizados en la conciencia
durante decenios. Había una memoria histórica".
Se trata de un libro también teórico sobre
la autogestión y después analiza, sobre la base de entrevistas
y de visitas a fábricas recuperadas, a proyectos productivos de
todos los grupos, los diversos movimientos sociales y los cambios en la
conciencia y en la subjetividad como resultado de las luchas y, sobre todo,
cuáles serían las alternativas.
"Fue un intento de encontrar a los protagonistas de la
sociedad argentina y, de paso, acabar con toda una serie de mitos de que
hubo una crisis revolucionaria y todas esas locuras de la ultraizquierda".
La relación entre lo que ocurrió en Argentina
con lo que sucede en México se da en la aplicación de las
recetas económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Argentina,
expresa, las llevó hasta sus últimas consecuencias y en México
también se siguen al pie de la letra.
''La diferencia es que Argentina está en la punta
del mundo, mientras México es un problema interno de Estados Unidos,
porque comparten la frontera y en ese país hay 20 millones de mexicanos.
Entonces tiene que salvar a México -como salvaron a Zedillo-, y
eso hace que los ritmos de la crisis sean distintos, aunque los fenómenos
son iguales; las finanzas, para colmo, son extranjeras, ni siquiera son
para el desarrollo nacional; entonces el país está al borde
de la crisis tal y como estaba Argentina en los años 98 y 99, antes
del 2001, la diferencia es de tiempo y de proximidad con EU".
México se salva hasta cierto punto porque está
el proceso electoral en Estados Unidos, y ese país no quiere grandes
problemas y menos en su frontera sur, pero "el curso de la crisis es igual
y sobre todo no hay una alternativa. No aparece un proyecto alternativo
de país, entonces la crisis avanza sola, sin salida y no hay una
alternativa, pues no hay una visión concreta de país".
Agrega: "En Argentina ya el hecho concreto de rechazar
este sistema, de no creer en las autoridades oficiales que los sostenían
y apoyaban, lleva a la gente a la duda, por tanto a buscar salidas, a confiar
en sí misma, en su propia cabeza para ver cuál es la salida,
una cabeza colectiva. Ese es un elemento de democracia, un elemento de
búsqueda de salida que, aunque no la garantiza, sí da las
condiciones para empezar a buscarlas".
A los argentinos nada les quita lo bailado, señala,
"porque si durante la crisis decenas de miles de personas participaron
en las asambleas, y la viejita, el jovencito, el militante viejo, todos
discutían en condiciones de igualdad, todos aprendían a escucharse,
todos aprendían democracia y su propio valor; eso subsiste. La aceptación
acrítica del sistema neoliberal se acabó. Nadie cree en eso".
Hay otra cuestión de la que se debe aprender: "si
por dos años de agudísima crisis, de Argentina sin el FMI
y contra el FMI, ha podido crecer a 8 por ciento anual, esa es una demostración
de que el FMI es una piedra que está atada al cuello que tira para
abajo y esa es una conclusión muy importante, y con el encarcelamiento
de corruptos, de militares criminales y de jefes de la policía ligados
con las mafias entonces hay esperanzas de democratización y esa
esperanza tiene que concretarse, tiene que realizarse. Aun así,
como simple esperanza, es importante porque hace mirar hacia el futuro
y no hacia el pasado".
La protesta social en la Argentina (1990-2004)
se encuentra a la venta en las librerías de La Jornada.
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