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Obituario   - NUEVO -
D E P O R T E S
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México D.F. Miércoles 28 de julio de 2004

Los primeros juegos eran para rendir culto al dios Zeus; Corebos, el primer campeón

El barón de Coubertain restauró las olimpiadas como misión pacificadora

Fueron prohibidos en 393 por el emperador romano Teodosio, los consideró fiesta pagana

Los Juegos Olímpicos en la antigüedad comenzaron a desarrollarse en el valle sagrado de Olimpia y, con su celebración, tenían por objeto rendir culto a Zeus, el gran dios griego, padre de dioses y hombres; al principio, la única prueba que se disputaba era una sencilla competencia: la carrera.

Se tiene conocimiento que en el año 776 a. de C., se celebraron los primeros Juegos Olímpicos, cuyo primer campeón oficial fue el corredor Corebos, que se proclamó vencedor en la prueba del "estadio" (192.27 metros). A partir de entonces, entre otros acontecimientos, surgió un nuevo calendario cronológico en Grecia que empezó a medir el tiempo por Olimpiadas; es decir, periodos de tiempo de cuatro años que se iniciaban y acababan con la celebración de los juegos.

De los campeones se esperaba el mejor desempeño para orgullo de su ciudad natal. A cambio se les proclamaba héroes, colocándoles una corona hecha con ramas de oliva cortadas por un cuchillo especial por un joven de 12 años. A partir de ese momento la manutención del atleta corría a cargo del pueblo y gobierno por el resto de sus días.

Sin ropa, pero sin mujeres

La competencia deportiva era realizada sin ropa y con los pies descalzos. Se excluían a las mujeres e, incluso, les era vedada su participación como espectadoras. Cabe citar que la esposa de Diágoras, quien había sido un célebre campeón olímpico, se introdujo disfrazada con una túnica a un coso para ver triunfar a su hijo, pero al ser descubierta se le llevó a la corte, donde fue perdonada sólo por ser la madre de un campeón y por ser la esposa de Diágoras.

Cabe señalar que durante la temporada de competencias se mantenía una tregua sagrada en todo el país llamada Ekecheiri, dándose al certamen una connotación de paz y armonía, que bajo ninguna circunstancia podía ser violada.

A comienzos del siglo VI a. de C., el profesionalismo exagerado y la avidez mercantilista de la época hicieron presa de los juegos en Olimpia, que vinieron a menos hasta que en el año 393 el emperador romano Teodosio I El Grande promulgó un decreto, prohibiendo los juegos al considerarlos como fiesta pagana. A partir de ese momento, incendios, saqueos, terremotos e inundaciones ocurrieron con saña en el sagrado lugar hasta hacerlo desaparecer de la faz de la tierra.

Hubo que esperar quince siglos para que los arqueólogos, en sucesivas y pacientes campañas de excavación, hicieran surgir de nuevo a la luz del sol los escasos vestigios arquitectónicos, elocuentes, mudos testigos de la gloria y grandeza multisecular de la ciudad deportiva sagrada de los griegos.

Asimismo, el olvido de Olimpia llevó aparejado el olvido de la técnica y de las modalidades deportivas que configuraban el calendario de los antiguos juegos, hasta que a fines del siglo XVIII un grupo de pedagogos y educadores europeos prepararon el camino a la restauración de los Juegos Olímpicos, con la divulgación de enseñanzas basadas en la educación físico-deportiva del individuo.

En España, Francisco Amorós y Ordeano, marqués de Sotelo, defendió la necesidad de incluir los ejercicios físicos en los nuevos esquemas pedagógicos; en Alemania, Luis Jahn recomendó los ejercicios con aparatos, tener una vida sana al ejecutar al aire libre caminatas, saltos y brincos, así como gimnasia de tensión y fuerza para mejorar al hombre; en Suecia, Per Henrik Kiny basó su metodología en ejercicios gimnásticos, rítmicos y lentos, naturales y cómodos.

Pero quien más habría de influir en el espíritu de Pierre de Fredy, barón de Coubertain, sería el pastor anglicano Thomas Arnold, al concebir éste el deporte de la competición como un elemento básico de su sistema educativo.

En este favorable ambiente internacional surgió, pues, la figura decisiva del barón, quien fuertemente influenciado por la dimensión espiritual de los juegos en la antigua Olimpia, tuvo la brillante idea de reiniciar los juegos.

El 25 de noviembre de 1892, en una conferencia que pronunció en el claustro de la universidad parisina de La Sorbona, sobre "Los ejercicios físicos en el mundo moderno", Coubertain anunció el proyecto de restablecimiento de los Juegos Olímpicos, idea que pese al júbilo que despertó fracasó ante la general incomprensión de los asistentes.

La misión pacificadora de los juegos sería la pauta -de especial atención prioritaria- para Coubertain, quien manifestaba: "Es preciso que cada cuatro años los Juegos Olímpicos restaurados den a la juventud universal la ocasión de un encuentro dichoso y fraternal, con el cual se disipara poco a poco esta ignorancia que mantiene los odios, acumula los malentendidos en el destino bárbaro de una lucha sin cuartel..."

Coubertain no se desanimó tras el primer fracaso, y en 1894, en el mismo recinto, fue aprobado el proyecto por unanimidad, creándose el Comité Olímpico Internacional y designándose como primera sede de los juegos a Atenas, para 1896.

Pierre de Fredy, quien desarrolló la idea de revivir los antiguos Juegos Olímpicos, los imaginó sobre una base de que la rivalidad internacional en el terreno deportivo promovería la amistad internacional en campos más amplios; las reuniones atléticas producirán, sobre todo, beneficios educativos.

Es decir, sería Coubertain el alma motora, ideólogo, ejecutor y proyectista de la gran aventura olímpica moderna, a la que estuvo estrechamente vinculado, primero como secretario general y posteriormente como presidente, hasta 1925.

Coubertain murió en Lausana, Suiza, el 2 de septiembre de 1937 y sus restos -pidió en su testamento- fueron enterrados en Suiza, nación que le dio cobijo, comprensión y abrigo a él y su obra. Pidió, además, que su corazón fuera llevado al mítico santuario de Olimpia -donde reposa desde 1938-, motor espiritual de su ilusionado y fecundo quehacer olímpico.

Esta información fue tomada de la publicación Delegación Mexicana XXVIII Juegos Olímpicos 2004, editada por la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte. El contenido también puede verse en la página www.deporte.org.mx/eventos/atenas2004

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