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México D.F. Miércoles 28 de julio de 2004
Francisco López Bárcenas
Saramago en Oaxaca
Desde hace algunos días el Nobel de Literatura José Saramago se encuentra en el estado de Oaxaca. Con una lucidez a prueba de cualquier ensayo, se pasea por las librerías, los cafés, y hasta en algunas bibliotecas públicas. Pocos lo han visto, es cierto, aunque llegó a tiempo, transportado en su más reciente novela, esa especie de crónica anticipada de lo que actualmente sucede en el estado, pero más de lo que va a ocurrir después de este 1Ɔ de agosto, cuando se celebren las elecciones para nombrar al nuevo gobernador que habrá de administrar por seis años los asuntos públicos de los oaxaqueños, y la Cámara de Diputados, para poder seguir afirmando que vivimos en un país republicano.
La trama de Ensayo sobre la lucidez es bien sencilla. En una ciudad que puede ser cualquiera, Oaxaca incluida, cuando se presenta el periodo comicial, los electores deciden no acudir a las urnas y los que lo hacen, motivados por algún lazo sentimental con algún candidato, votan en blanco. La situación favorece al partido en el poder, pero los funcionarios encargados de la seguridad de él consideran que tal actitud responde a una conjura internacional y deciden encontrar a los culpables. Antes de emprender la pesquisa, y como medida de seguridad sacan al gobierno de la ciudad dejándola sin gobernantes, lo que hace necesario que los ciudadanos se organicen para que funcione, y lo hacen tan bien que al gobierno le parece parte de la conjura. Cuando la comisión investigadora descubre que no hay conjura y tampoco culpables de ella, se le ordena inventarlos y castigarlos. Resultado: los que se oponen y los presuntos culpables aparecen muertos y el Estado como salvador de su población de un peligro inexistente.
Digo que esa gran novela puede leerse como una crónica anticipada de los sucesos por venir, cuando las elecciones para gobernador y diputados locales en Oaxaca se desarrollen, apoyado en el clima prelectoral. Por primera vez el candidato oficial siente que puede perder la posibilidad de ocupar el puesto para el que lo designó su antecesor y el de "oposición" -por usar el lenguaje común- piensa que él puede ser quien lo ocupe. Como parte de su esfuerzo por conseguir sus pretensiones ambos y sus equipos han montado una campaña de medios que raya en lo irracional. Y ambos insinúan que si pierden podría haber violencia, aunque también mencionan la eventualidad de acudir a los tribunales para que decidan quién fue el ganador. Lo que ninguno expresa es que ambos pertenecen a grupos económicos y políticos que por años se han disputado el poder y que cualquiera que resulte ganador el perdedor será el pueblo. Y si los potenciales electores decidieran no votar, no faltaría quien los culpara de la situación, incluyendo la posibilidad de que la anunciada violencia se presentara, caso éste donde seguramente los muertos los pondrían quienes nada ganan en estas elecciones.
Ni Saramago ni quien esto escribe proponen que en esta situación los ciudadanos se queden en sus casas indiferentes, viendo cómo otros deshacen los asuntos públicos según sus intereses privados, como podría desprenderse una lectura simplista de la realidad. La apuesta es en otro sentido, más difícil, pero a largo plazo más provechosa para los pueblos y sus habitantes. Devolver la ética a la política y liberarla del secuestro en que actualmente se encuentra para que vuelva a ser asunto de todos y no negocio de unos cuantos. Construir ciudadanías activas y diferenciadas que vayan más allá del ritual de depositar un voto cada periodo electoral para legitimar el uso del poder de manera facciosa. Donde ser mujer, indígena, gay o adscribirse a cualquier otra identidad, o simplemente no creer en los partidos políticos y los actuales mecanismos oficiales de participación política no sea motivo de exclusión, sino de inclusión diferenciada. Por eso es importante el mensaje que José Saramago nos entrega en su más reciente novela. Por eso es importante que los oaxaqueños lo encontremos y conversemos con él antes del 2 de agosto. Puede ser la diferencia en la intención del voto. Pero también puede evitar que los muertos los siga poniendo el pueblo para que otros puedan mantenerse en el poder.
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