México D.F. Lunes 26 de julio de 2004
Colonos denuncian que promotores del proyecto
los convencieron con engaños
Crece rechazo popular en Hidalgo a tiradero tóxico
ya autorizado
La instalación funcionará a pocos metros
de manantiales; no hay peligro, aseguran impulsores
ANGELICA ENCISO L.
Aunque los promotores del proyecto del confinamiento de
residuos peligrosos en el municipio de Chapantongo, Hidalgo, prometieron
que se crearían fuentes de empleo para habitantes de la zona, éstos
se oponen a la obra -en la que se han invertido 4 millones de dólares-
porque tienen información de que los desechos pondrían en
riesgo su salud y contaminarían los mantos acuíferos.
Este es un caso más de rechazo popular a la instalación
de plantas de tratamiento de residuos tóxicos, lo que se ha repetido
antes en otras entidades del país. Al igual que en otros casos,
también se han realizado marchas, y los residentes de por lo menos
10 comunidades aledañas a Juchitlán del municipio de Chapantongo,
y El Capulín, en Jilotepec, estado de México -localidad que
también se vería afectada por la construcción de la
planta-, han enviado cartas a los gobiernos federal y estatales para expresar
su oposición.
En esas misivas rechazan el proyecto porque "afectará
el subsuelo, con la consiguiente contaminación de agua, aire, tierra,
medio ambiente y recursos naturales, pero sobre todo, causará daños
irreversibles a los seres humanos". Además, argumentan, afectará
"la convivencia, costumbres, raíces familiares y cultura en general
de nuestras comunidades y las vecinas, ya que con la contaminación
que se generaría tendríamos que emigrar a otras partes para
seguir subsistiendo, además de que se trata de una zona ejidal,
no industrial".
Pero sumado a esto, a los habitantes les molestó
que se les haya informado que la construcción sería de una
planta recicladora de solventes, aceites, ácidos y sólidos
contaminados en sus diferentes exposiciones. No se les dijo que en las
100 hectáreas se edificaría un confinamiento de residuos
peligrosos, es decir, que ahí se depositarían definitivamente
los desechos, indican Ermi Rojano y Abraham Mendoza, residentes de la zona.
El gobierno, sin recursos para plantas de este tipo
Para
los estudios de viabilidad del proyecto y la manifestación de impacto
ambiental (MIA) la empresa ha erogado alrededor de 4 millones de dólares,
estima Francisco Giner de los Ríos, subsecretario de Gestión
Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales
(Semarnat).
Precisa que el gobierno no tiene recursos para este tipo
de obras que requieren una inversión de entre 10 y 15 millones de
dólares y tendrá una vida útil de 30 años.
El anuncio de la autorización de la MIA lo publicó La
Jornada el 10 de junio, y desde entonces los promotores no han logrado
iniciar la obra porque los gobiernos estatal y municipal no han otorgado
las licencias de construcción, agrega el funcionario.
La empresa dio a conocer el plan a los habitantes el 21
de agosto de 2003. "Nos hablaron de las bondades del proyecto. Gente de
la zona decía que era bueno porque sería fuente de empleos.
Los promotores nos dijeron que habrá mil empleos temporales y 240
fijos. Obviamente en una zona tan pobre, la gente aceptó", recuerda
Ermi Rojano.
"En el análisis de este desarrollo encontramos
violaciones a la normatividad ambiental que regula la instalación
y operación de esos sitios", indica Rojano. La norma establece que
estas plantas deben estar alejadas de los cuerpos de agua y al menos a
25 kilómetros de poblados con más de 10 mil habitantes. Ambos
requisitos se incumplen, señalan los residentes.
A menos de la distancia señalada hay poblaciones
con aproximadamente 10 mil habitantes, como Tula, que está a 22
kilómetros de distancia y tiene 8 mil residentes, pero en poco tiempo
crecerá su población. En ese radio de influencia hay alrededor
de 100 mil personas en pequeñas comunidades o rancherías,
sostiene Mendoza.
El hecho de que haya un acuífero a menos de 500
metros del sitio elegido para el confinamiento puede controlarse con obras
de ingeniería, lo cual también lo señala la normatividad,
puntualiza por su parte Giner de los Ríos.
De los Ríos, responsable de la aprobación
de la manifestación de impacto ambiental (MIA) del proyecto, asevera
que la empresa no deberá derramar líquidos ni usar agua de
los mantos cercanos, y que se le obligará a que recicle la que necesite.
Hay casos en Estados Unidos donde las plantas operan incluso
a cinco metros de un acuífero y no se han presentado casos de contaminación,
afirman los promotores del proyecto. "No ha habido ningún problema
ni tiene por qué haberlo, perdámosle el miedo, me asustan
los residuos peligrosos cuando no sabemos dónde los estamos poniendo
en este momento", asegura De los Ríos.
Ante la presencia de un acuífero a unos metros
del sitio previsto para el confinamiento, los residentes acudieron a la
UNAM para que evaluara la viabilidad del proyecto. El Instituto de Geología,
dependiente de la máxima casa de estudios, les respondió:
"se tiene la presencia de varios aprovechamientos de agua subterránea...
es probable que constituyan la única fuente de agua potable para
esas comunidades, por lo que su preservación resulta muy importante".
En opinión de los especialistas se recomienda "realizar
un estudio que aplique métodos directos e indirectos para definir
la profundidad a la que se encuentra el agua subterránea en la zona
de interés y la posible afectación por la presencia del confinamiento".
De acuerdo con Abraham Mendoza, hay estudios que revelan que la calidad
de agua del lugar está entre los primeros rangos a escala mundial.
A ello, abunda, se suma el problema de que en esa zona
transitan entre 800 y mil pipas por las refinerías y las
empresas cementeras que trabajan en la región, a las que se sumará
el paso de camiones con residuos peligrosos, "todo ello circulará
por caminos de terracería, lo cual dificultaría el tránsito
en caso de alguna emergencia".
Este confinamiento sería para atender los residuos
peligrosos que generan las industrias del centro del país, desechos
que son clasificados así por sus características corrosivas,
reactivas, explosivas, inflamables o biológico infecciosas. En México
se generan al año alrededor de 14 millones de toneladas de desechos
peligrosos, sobre todo de la industria, según cifras extraoficiales,
y de acuerdo con la Semarnat son 3 millones, de los cuales sólo
10 por ciento recibe tratamiento adecuado y el resto termina en los patios
de los propias empresas, el drenaje, tiraderos a cielo abierto o en los
ríos.
Para la disposición final de estos residuos sólo
existe desde mediados de los años 90 el confinamiento de Mina, Nuevo
León; hay 320 instalaciones para su manejo y 105 plantas de acopio.
Entidades industriales como San Luis Potosí, Aguascalientes y Guanajuato
apenas tienen entre una y cuatro plantas de manejo, refieren datos de la
Semarnat.
Entre los proyectos de este tipo que se han cancelado
están Guadalcazar, San Luis Potosí, donde se depositaron
20 mil toneladas de residuos tóxicos sin control, lo que llevó
a que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente lo
clausurara, y la presión de los habitantes evitó que se volviera
a abrir.
En 1997 se promovió un sitio de disposición
final de desechos en el municipio General Cepeda, Coahuila, que tampoco
se concretó por el rechazo popular. El representante de la empresa
Servicios Ambientales de Coahuila, era Miguel Angel de la Rosa, quien ahora
también es el responsable del proyecto en Chapantongo.
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