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México D.F. Domingo 25 de julio de 2004
Más de 30 torterías del área
metropolitana ofrecen una enorme variedad del alimento
Culmina esta tarde el Festival de la Torta en la Venustiano
Carranza
Prepararon una tortuga de 30 metros que unas
mil personas degustaron en 12 minutos
JAIME WHALEY
Desde luego que no están todos los que son, pero
sí son todos los que están en la Feria Nacional de la Torta
que, desde el viernes y hasta hoy domingo por la tarde, expenderán
sus productos en la explanada de la delegación Venustiano Carranza,
por rumbos de Balbuena.
Una treintena de torterías del área metropolitana
ofrecen una amplia gama de este tradional y completo platillo de la cocina
mexicana que, a decir de Julián Castañón, panadero
de abolengo, ha sido muy vilipendiado, pero, a su vez, es exquisito y variado.
El
mismo Castañón, que es la negación de su propia afirmación
de que el pan no engorda, dio la voz de arrancada para que se comenzara
a confeccionar, bajo un cobertizo verde que se instaló en la zona
de las canchas de basquetbol de la delegación, la atracción
de la feria: una gigantesca torta de casi 30 metros de largo.
Representantes de cada una de las negociaciones expositoras
se dieron a la tarea de elaborar la pantagruélica torta. Los organizadores
de la Canirac, que es la cámara que agrupa a los restaurantes y,
a su vez, auspicia la feria, habían previsto que la labor llevaría
unos 15 minutos. En ensayo a escala, el miércoles anterior, dentro
de la panificadora Del Camino, en donde se cocinaron las maxiteleras, se
cronometraron ocho y medio minutos para una de escasos 3 metros de largo
por 50 centímetros de ancho. Por lo que, aunque sin mucho sentido
de las proporciones, era de esperarse que una 10 veces más grande
tomaría, obviamente, mayor tiempo.
Dado que se viven días preolímpicos, se
rompió un récord. El ejército de cerca de 70 torteras
y torteros, con sus respectivos pinches, empleó un suspiro
antes de los 5 minutos flat, esto es, apenas 4 minutos con 59 segundos,
para que el tortón quedara listo.
Pueblo y políticos como Ruth Zavaleta, la delegada
en Venustiano Carranza, y Jenny Saltiel, la secretaria de Desarrollo Económico
del gobierno capitalino, observaron atentos la operación de manos
ágiles y diestras. Poco a poco el pan aprisionó quesos blanco,
amarillo, de puerco, jamón, salchicha, chile relleno, milanesa,
pierna, pollo, pavo, cebolla, frijoles, mayonesa, en fin todo lo que llevan
estas joyas de la triada de las T, vitales en el diario comer nacional.
Sabido es que las otras gemas de la corona son el taco y la tostada. Cada
tortería cultivó su parcela, lo que en lenguaje llano significa
que hizo su propio segmento de torta.
Tras implantarse la marca vino el esperado momento de
repartir el contenido, y aquí de nueva cuenta se fijó un
parámetro, aunque hubo discrepancias en los relojes pues esta carrera
estaba en el programa. Pero bien puede fijarse el tiempo en 12 minutos,
pues éso tomó para que los mil 100 bocados de torta volaran
ante el deleite de la concurrencia. Niños de agrupaciones sociales
de la demarcación fueron respetados y se llevaron su comestible
recuerdito de la visita a la feria.
Entre las guajolotas y las chiquitas
Poco hay que agregar para decir que la variedad de tortas
es tan grande como el universo. Desde las mañaneras, esas de tamal,
las guajolotas pues, que aquí en la feria pasan lista de
aséptica presencia por medio de esa tamalería popof
como lo es Flor de Lis, hasta las prehispánicas que expende allá
en su tierra, San Pedro Atocpan, Fernando Retana, biologo-tortero, si así
puede llamársele, los fines de semana. Las prepara de distintos
moles aunque aclara que el almendrado es el de mayor demanda y, en defensa
de su producto, sostiene que la capsisidina, elemento que le da picor al
chile, mejora las defensas del organismo.
Largas filas se formaron ante los puestos de algunas torterías,
como en el caso de Los Universitarios que, o sacan raja de los miles de
seguidores de la causa azul y oro, o de a tiro son muy buenas. La Texcocana,
otra negociación de prosapia, con la casa original frente al Metropólitan,
también congregó a un buen de hambrientos comensales. A muchos
tomó por sorpresa la presencia de unas tortitas, así, chiquitas,
que en Chiapas, de donde son originarias, les llaman pan compuesto.
La casa Armando, que desde 1892 -hace ya 112 años-
se dedica a esto de las tortas, es la decana de las especialistas, no se
sabe de otra tan antigua. Pero -y dicho sea esto sin afán de ofender
paladares- ya su sabor no es como el de hace medio siglo cuando del otro
lado de la barra, en la sucursal de Motolinia, el Güero, con
práctica asombrosa, rebanaba el pan, untaba los frijoles y escanciaba
con maestría los ingredientes para culminar la obra con el toque
mágico como lo era el de que la tapa del pan apenas rozara el humeante
consomé de imperecedero hervir en la estufilla contigua, acción
que quizás les daba a las tortas su peculiar característica.
Otra ausencia lamentable es que no hubo chicha, la refrescante bebida
con la que uno se resbalaba los bocados.
En tan nacionalista entorno no faltó la intromisión
y así, en el local de Papas USA, nada que ver con la paternidad
extrafronteras sino que es una distribuidora de patatas cosechadas en Estados
Unidos, ofrecieron muestras gratis de las famosas french fries,
panfletos con estrategias de mercadotecnia y una guía de referencia
para papas congeladas, hábito que no se ha implantado aun entre
nuestras torterías.
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