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México D.F. Domingo 25 de julio de 2004
Néstor de Buen
Una iniciativa con problemas
La curiosa conjunción de diputados priístas, no todos, afortunadamente, con los panistas, todos, desafortunadamente, y algunos verdes de esos que llaman la atención, ha puesto en marcha la tentativa reforma a la Ley del Seguro Social. La música de acompañamiento es una campaña mediática que hay que ver. Entre fondistas (articulistas de fondo, no se piense mal), reporteros, algunos ilustradores radiofónicos y sin olvidar a los aristócratas de la tele, no todos, la agresión en contra de los trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) es la nota de moda.
Se habla mucho del costo fenomenal del régimen de jubilaciones y pensiones, más conocido como RJP, una parte interesante del contrato colectivo de trabajo (CCT) vigente en el IMSS. ƑSe ha pensado, acaso, en el costo real de esa campaña?
Da la impresión, por lo menos a mí me da la impresión, de que hay una mala memoria colectiva. Se puede hacer algo para actualizarla. Por ejemplo, recordar que desde el nacimiento del Seguro Social, en 1943, los diferentes directores del instituto se preocuparon muy poco por generar los capitales constitutivos de las futuras pensiones que en los años recientes vivían el pernicioso sistema de reparto: cobro aquí y de inmediato pago allá.
Había, por supuesto, enormes necesidades de crear la infraestructura médica para no recurrir, como se hizo durante muchos años, a los ya olvidados puestos de fábrica. En esta querida ciudad, la oficina central del IMSS estaba en un edificio nada espectacular en las calles de Rosales, y si no me equivoco, sólo había una clínica. Tampoco hay que olvidar que el establecimiento, gracias al general Manuel Avila Camacho, de la seguridad social, generó motines en el Zócalo. Los trabajadores no aceptaban descuentos de cuotas destinadas, a largo plazo, a generar pensiones pero que en el momento reducían sus salarios. El dinero de las pensiones se convirtió en ladrillos y utensilios.
El actuario austriaco Schoembaun, quien hizo los cálculos que sirvieron para dar base a los distintos seguros, consideraba que el promedio de vida de los mexicanos les permitía aterrizar en los 56 o 57 años, y con enorme tranquilidad estableció la pensión reducida de vejez a los 60 años y la definitiva a los 65. En sus famosos cálculos, no habría mexicano o extranjero habitante que llegara a la edad mínima para pensionarse. Todos se morirían antes. šBuen negocio!
Gracias al IMSS y a otras cosas, la esperanza de vida fue creciendo y hoy anda por los 70 altos, como dicen los golfistas. Durante muchos años exigían 500 semanas de cotización y hace unos cuantos se fijó el mínimo de mil 250 semanas, que es el vigente. Poco más, muy poco más, de 24 años de antigüedad en la chamba. Bastante menos de los 27 y 28 del RJP.
No debe extrañar que el RJP haya sido concebido con base en un tiempo de servicio de 30 años que después, por convenio de las partes, se redujo a 28 y 27 como ahora sabe todo el mundo. La diferencia notable estaría en la edad, que en la década de los 70 no había mejorado mucho la expectativa de origen.
Se olvida también que la afiliación al IMSS en estos tiempos, alrededor de 12 millones de asegurados, es la misma desde hace muchos años. Las políticas económicas han generado el atroz desempleo que padecemos, que yo creo que supera, no obstante el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, 50 por ciento de la población económicamente activa. Pero, además, como se ha dicho en más de un informe anual de los directores recientes, a los empleadores se les olvida inscribir a sus trabajadores, o los anotan con salarios inferiores a los reales, aunque sus necesidades de servicios médicos, medicinas, cirugías, hospitalizaciones, etcétera, sean las mismas de los trabajadores de salarios superiores que, en otros tiempos, se curaban con particulares. No faltaban, sin embargo, los no asegurados, pero de recursos abundantes, que, conscientes de la calidad de los servicios médicos, mediante influencias, lograban ser atendidos, por ejemplo, en el Centro Médico. Sin la menor duda, los médicos del IMSS han sido siempre los de mayor calidad.
No hay que olvidar tampoco los periodos de inflación, que redujeron notablemente el valor de los salarios; la disminución paulatina de las cuotas del Estado y, de manera especial, el invento maléfico del Sistema de Ahorro para el Retiro en sus dos versiones (1992 y 1995-97), que convirtieron al IMSS en un simple cobrador de cuotas que van a dar, de inmediato, a la banca o a las Afore para acabar constituyendo el más barato de los financiamientos para el Estado. Y al desaparecer los asegurados y beneficiarios, una capitalización en beneficio de las compañías de seguros. Ese dinero ya no lo ve el IMSS salvo para cobrarlo y entregarlo de inmediato a sus voraces administradores y, al final, dueños felices.
Pero lo que me ha causado mayor incomodidad es la campañita que sostiene que los trabajadores del IMSS, gracias al RJP, son unos privilegiados, por lo que hay que disminuir sus beneficios.
Es verdaderamente idiota esa tesis. Porque lo cierto es que el del IMSS es un sindicato democrático, peleón, de alto nivel de formación personal y lleva muchos años de administrar adecuadamente el CCT. Lamentablemente la mayoría de los trabajadores mexicanos viven en la miseria de los contratos de protección, en parte por su propia incapacidad para constituir o adherirse a sindicatos democráticos, y no han podido salir de la pobreza. Gran parte de la culpa la tiene el sistema fascista de la Ley Federal del Trabajo en materia de derechos colectivos. Pero la solución no está en quitar, sino en conquistar.
Los trabajadores del IMSS no son privilegiados. Son personas dignas que han luchado con éxito por mejorar su nivel de vida. No sería nada malo que los demás siguieran su ejemplo.
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