México D.F. Domingo 25 de julio de 2004
Con la reinstalación de embajadores avanza la normalización; persisten puntos delicados
Hoy retorna Jorge Bolaños a la legación de Cuba; Roberta Lajous, a La Habana
BLANCHE PETRICH
En cumplimiento a lo acordado la semana pasada en La Habana por el canciller Luis Ernesto Derbez y su colega cubano Felipe Pérez Roque, de normalizar la relación bilateral, el embajador Jorge Bolaños, expulsado del país hace tres meses, regresa hoy a esta ciudad en vuelo de Cubana de Aviación a las 7:30 de la mañana para retomar su puesto al frente de la misión diplomática. En reciprocidad, horas después, por Mexicana de Aviación, hará el viaje hacia La Habana la embajadora Roberta Lajous.
La celeridad con la que se concretó este primer paso de la normalización se cumple en atención a los deseos de las autoridades de la isla de que el embajador Bolaños encabece en esta ciudad los actos por la fiesta nacional cubana, el 26 de julio. Justamente este lunes 26 se realizará en el Paseo de la Reforma una marcha popular de solidaridad con Cuba convocada por más de 50 organizaciones civiles, sindicales, universitarias y campesinas.
La reinstalación de los embajadores al frente de las misiones diplomáticas en México y La Habana cubre apenas un primer paso formal en la reparación de una relación bilateral que ha sufrido un constante deterioro desde que durante la administración anterior, del priísta Ernesto Zedillo, el gobierno mexicano empezara a tomar distancia de los tradicionales nexos amistosos entre los dos gobiernos. Este desgaste se aceleró desde los primeros pasos de la diplomacia foxista con el acercamiento del ex canciller Jorge Castañeda al anticastrismo recalcitrante de Miami y sus frecuentes expresiones contra el gobierno y la revolución cubanos.
A las secuelas heredadas por Derbez -el incidente de la cumbre de Monterrey en 2002 y el disgusto de La Habana por el voto mexicano durante tres años consecutivos en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, sobre la situación en Cuba- se sumó el "factor Ahumada", que desencadenó la crisis de mayo y que llevó a la centenaria relación entre los dos países a su peor momento en la historia.
Es impensable que el pasado domingo 18, durante las cinco horas de intensa negociación entre los cancilleres Derbez y Pérez Roque en alguna de las discretas casas de protocolo que el gobierno cubano mantiene en la zona habanera conocida como El Laguito, el tema del "caso Ahumada" no hubiera gravitado pesadamente en el ambiente.
El hecho de que estén en manos de las autoridades cubanas 40 horas de videograbación con confesiones prolijas del empresario mexicano argentino Carlos Ahumada Kurtz, quien además de estar acusado de fraude se sabe que participó en una operación para descarrilar la candidatura presidencial del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, en la que estarían involucradas figuras de primer nivel del foxismo, podría constituir un barril de dinamita para los dos países.
Con la afirmación de Pérez Roque de que el tema Ahumada ya no forma parte de la agenda bilateral, el gobierno cubano renunció implícitamente a usar la explosiva información. El acuerdo en esta materia establece que Cuba entregará "por la vía establecida, que es la diplomática", el material videograbado solicitado por el gobierno mexicano. De esta manera será la autoridad federal, previsiblemente la propia Procuraduría General de la República, quien reciba estos videos y tenga el poder de decidir si los integra a la averiguación judicial que se sigue en este caso o si los archiva en el área de los "clasificados", adonde el secretario de Gobernación Santiago Creel envió las pruebas sobre las "actividades indebidas" de los supuestos agentes José Albesú y Pedro Lobaina, altos funcionarios del Partido Comunista Cubano.
Este punto fue seguramente el logro de mayor peso para el canciller mexicano.
Pero más allá del retorno de los embajadores, el paseo de los dos ministros en el auto compacto de Pérez Roque y los rones con los que brindaron fuera de programa en la casa familiar del canciller cubano, quedan sueltos varios cabos de la crisis bilateral que no se abordaron públicamente.
Uno de ellos es el de la expulsión y declaración de persona non grata del consejero político Orlando Silva y la acusación aún no fundamentada del secretario de Gobernación de que dos importantes funcionarios del PCC, José Albesú, director del Area América, y Pedro Lobaina, jefe de la sección México, eran "espías" que realizaron aquí acciones injerencistas a fines de abril.
Si se pretendió zanjar este diferendo con la afirmación de ambos cancilleres de que en el intercambio de agravios "no habrá excusas ni retractaciones", falta por conocer cómo se resolverá la acreditación del próximo representante del PCC en México, una facultad que, a decir de altos funcionarios cubanos, La Habana no está dispuesta a ceder. Conforme a su propia estructura política, Cuba mantiene en todas sus embajadas en el mundo a un representante del gobierno al frente de la misión y al mismo tiempo asigna a nivel de consejero político a un representante del partido, quien realiza una diplomacia paralela con los organismos políticos y la sociedad civil del país anfitrión.
México ha aceptado por décadas esta organización institucional en la embajada cubana. Creel dañó frontalmente esta estructura con su no probada acusación de espionaje. En las explicaciones que Derbez y Pérez Roque ofrecieron el pasado domingo no hubo una sola alusión de cómo se puede restañar este delicado capítulo de la crisis bilateral.
Y es, apenas, uno de los varios problemas de fondo que aún quedan por ser resueltos en la agenda diplomática de los dos países.
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