México D.F. Sábado 24 de julio de 2004
Todos los detenidos por la Operación
Cóndor conforman una conspiración del silencio
Se niega a declarar ante un juez el ex dictador argentino
Jorge Rafael Videla
Represores se amparan en las Leyes de Obediencia Debida
y Punto Final, derogadas en Argentina
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 23 de julio. Coordinando estrategias,
como se hizo para llevar adelante la Operación Cóndor,
un pacto criminal entre las dictaduras del Cono Sur, los principales responsables
se niegan a hablar ante los jueces y hoy el ex dictador Jorge Rafael Videla
se negó a declarar, ante el juez federal Jorge Urso en la causa
que investiga aquel siniestro plan.
El pasado 12 de julio Urso ordenó la detención
de unos 30 jefes militares y oficiales de la pasada dictadura (1976-1983)
procesados por su vinculación con la Operación Cóndor.
Desde finales de 1999, en una querella presentada por
familiares de las víctimas de Cóndor, representadas
por un equipo de abogados encabezados por el doctor Alberto Pedroncini,
se avanzó lentamente, pero se concluyó que los jefes de las
dictaduras del Cono Sur, habían incurrido en una asociación
ilícita para secuestrar, torturar, perseguir asesinar e intercambiar
ilegalmente a los perseguidos de uno u otro país. En 2000 se pidieron
las detenciones en sus países de los ex dictadores Augusto Pinochet
de Chile, junto a otros jefes, de Hugo Bánzer de Bolivia y de un
grupo de militares uruguayos.
Esto
aún está en el aire, pero la nulidad de las leyes de Obediencia
Debida y Punto Final, decididas recientemente por el parlamento argentino
a solicitud del presidente Néstor Kirchner, hizo posible avanzar
en el terreno minado de la impunidad.
Hasta el pasado 12 de julio el único detenido era
Videla, pero el juez Urso dictó ese día una orden de detención
para un grupo de militares entre los que se encontraban algunos de los
más crueles jefes, como Guillermo Suárez Mason, ligado a
la CIA estadunidense, hombre de la Liga Anticomunista Mundial y de trágica
presencia también en Centroamérica en los años 80.
Asimismo, por primera vez la mano de la justicia se extendió hacia
el ex ministro de Interior de la dictadura Albano Harguindeguy, y a otros
como los generales Ramón Díaz Bessone, Luciano Benjamín
Menéndez y Cristino Nicolaides.
Citados a indagatorias todos los que pasaron hasta ahora
asumieron la misma actitud en una verdadera conspiración de silencio.
Varios de ellos -como hoy Videla- decidieron escudarse en una situación
jurídica dudosa, como es el planteo de cosa juzgada, y se ampararon
en la supuesta vigencia de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final,
derogadas por el Congreso.
Sobre este tema existe abundante jurisprudencia ya que
varios jueces han tomado resoluciones en las que se reconoce la nulidad
de aquellas leyes dictadas en los años 86-87 y que permitieron la
impunidad para los criminales, que dejaron unos 30 mil desaparecidos en
el país.
Ayer fue interrogado el ex general Antonio Domingo Bussi,
quien sostuvo que no declararía nada, ya que la represión
estaba justificada bajo el argumento de que se libraba una guerra en los
años 70.
La supuesta guerra librada por los militares de la dictadura
suponía ir a en grupos de tareas, en zonas previamente liberadas
y secuestrar familias enteras. Esa guerra supuso también el robo
de niños nacidos en cautiverio, para después desaparecer
a sus madres en los diversos centros clandestinos de detención que
existieron aquí.
Por su parte, el general Luciano Benjamín Menéndez
negó la legitimidad de la justicia para investigar los crímenes
de la dictadura. Y sus abogados dieron a conocer un comunicado donde el
militar afirmaba que "la ley vigente cuando la subversión marxista
inició el asalto a nuestra patria era el Código de Justicia
militar que designaba como juez natural al Consejo Supremo de las Fuerzas
Armadas".
Menéndez está detenido por su responsabilidad
en secuestros y asesinatos, cumplidos en su jurisdicción del tercer
Cuerpo de Ejército, en Córdoba, donde funcionaron varios
centros clandestinos de detención y donde se están exhumando
cadáveres de gran cantidad de jóvenes asesinados bajos sus
órdenes.
El jueves la Cámara en lo Contencioso Administrativo
se negó a conceder indemnización a una familia por el asesinato
de un bebé a punto de nacer cuando los militares fusilaron a su
madre disparándole en el vientre. La corte aclaró que "no
estaba en discusión el derecho que tenía su existencia y
su integridad física".
Si bien la indemnización por la muerte de la madre
del bebé había sido pagada, la Justicia rechazó hacer
lo mismo por el feto, al considerar que el Código Civil establece
que "los derechos de las personas sólo quedan irrevocablemente adquiridos
si los concebidos nacieran con vida".
La madre y el viudo de Ana María del Carmen Pérez,
asesinada durante la dictadura con su hijita a punto de nacer, habían
solicitado al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos la indemnización
prevista por la ley 24.441.
El fallo que da una idea del terror en esos días
cuando dice que "si bien el resto de los cadáveres exhumados junto
a Ana María del Carmen Pérez presentaban lesiones traumáticas
compatibles con heridas de arma de fuego en la zona craneana, el suyo presentaba
similares lesiones en la región pelviana", describiendo de esta
manera que le habían disparado al vientre para matar tanto a la
madre como a la hija.
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