México D.F. Martes 20 de julio de 2004
Marco Rascón
Soberanía, unificación y trabajo
Podría gobernar con sentido patriótico el país a partir de 2006 la fuerza política que se integre y logre unificar a la mayoría de los mexicanos en torno a objetivos precisos de corto y largo plazos y que defina un marco de acuerdo para las fuerzas políticas.
No habrá ningún avance si las fuerzas políticas no definen el carácter de la República y la soberanía, pues de ahí se desprendería la definición del Estado en construcción; la política económica de largo plazo, delimitando los campos de lo que es global y lo que deberá ser protegido como lo nacional.
No podría haber avance alguno si continúa la idea de mantener como razón de Estado la impunidad ante las masacres contra las aspiraciones de cambio democrático en 1968, 1971 y en la llamada guerra sucia. Quienes desde el Ejército Mexicano, los partidos políticos, el Poder Judicial y las instituciones abogan por el olvido y el perdón profundizan las condiciones para impedir la unificación del país en torno a un Estado nuevo que vele por el cumplimiento de la ley y con la fuerza necesaria para conducir la reconstrucción de México.
Esta tarea debe ser mediante el uso de la política, pues ésta es el instrumento no sólo adecuado, sino indispensable para unificar al pueblo de México con las instituciones de la República. Nunca como ahora se requieren partidos políticos con alta conceptualización de los derechos fundamentales, las instituciones republicanas y para ubicar a México frente a la expansión grosera, imperial, hegemonista y destructora de Estados Unidos.
Siendo la unidad un concepto imperfecto, dinámico y asociado con disolver particularidades o minorías, ya sea de carácter cultural, religioso, étnico o social, la política es la única forma de lograr definiciones legítimas en función del bien común, y en esto se incluye no sólo lo político, sino también lo económico y cultural. La política es la única posibilidad de eludir la ruptura, la polarización, el odio social y el enfrentamiento estéril que provocan quienes no pueden concebir una conducción sin recurrir al miedo, la represión, los prejuicios y la segregación.
Parte fundamental para una unificación de fuerzas progresistas, nacionalistas y democráticas es la definición que el Estado debe tener sobre el valor del trabajo y el acuerdo sobre cómo será repartido en los próximos 20 años, como mínimo, el producto nacional de cada año. Anteriormente los "pactos" económicos significaron un sacrificio constante del factor trabajo y beneficios inmediatos para el factor del capital, lo cual significó que las crisis fueran repartidas a todos los mexicanos y los beneficios a una minoría que acabó haciendo de los subisdios, los auges, las crisis, el proteccionismo y la globalización una permanente impunidad y depredación de los recursos nacionales, en particular el trabajo.
No podría haber solución nacional si no hay acuerdo sobre cómo sería el reparto anual y la manera en que crecerían los salarios reales. De ello dependería hacer una convocatoria nacional en el campo y las ciudades, para producir y reconstruir el mercado interno.
En un acuerdo basado en la soberanía las fuerzas políticas deberían definir el destino de las reservas petroleras y la aplicación de los recursos económicos provenientes de ellas. Si ese recurso es finito, el país debe tener amplio consenso sobre su aplicación y destino, no debiendo aplicarse para solventar el gasto corriente y sí para ampliar y dar el mayor nivel al sector educativo nacional desde lo básico hasta la investigación científica y técnica. La educación impartida por el Estado deberá ser la gran reserva del país y el objetivo de mayor inversión a corto y largo plazos.
La República por ello deberá crear sentimientos humanistas de solidaridad internacional y sumarse contra todas las formas de opresión. México deberá tener como valor excepcional el pensamiento universal y aprovechar los avances tecnológicos para mejorar las condiciones de aprendizaje, fomentar la vida comunitaria y solidaria, reconstruir el tejido social en el aspecto urbano y rural; someter los medios de comunicación a los intereses nacionales y hacer del esparcimiento un aspecto de dignificación en favor del trabajo y no la exaltación del ocio y la decadencia.
Deshechos los parámetros por la realidad actual, las formaciones políticas deben reconstruir sus fuerzas, no en función estrictamente de lo electoral y el mensaje mediático, sino como factor de defensa de la soberanía, del valor del trabajo, de los recursos naturales y energéticos, de la educación pública y de excelencia.
Las fuerzas políticas deben reconstruirse desde el plano ideológico y programático, donde sus integrantes se definan no por lo que dicen, sino por la disposición a ser factor de defensa de los valores y derechos nacionales.
Esa es la tarea para hombres y mujeres de izquierda, demócratas y progresistas para 2006. [email protected]
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