Antropología cocacolera
En su reciente visita a San Juan Chamula, el estadunidense Scott Johnson, corresponsal de la revista Newsweek, caminó varias veces por la plaza principal "antes de notar algo raro". De pronto, se le revelaron dos hechos deslumbrantes: la omnipresencia de Coca-Cola, y la forma en que ésta se ha "integrado" a un "extraño rito social". El título de su irresistible pieza periodística recupera el de aquella película sudafricana de presunto humor que hacía mofa de la exótica modernización de las tribus de negros que abundan en África: Los dioses deben estar locos (Newsweek, 5 de julio).
La información es significativa, y por momentos
pertinente. Johnson no ignora que el más popular de los refrescos
ha penetrado hasta los últimos y recónditos lugares del planeta.
Por eso le sorprende su sorpresa. "En el estado sureño de Chiapas,
la Coca-Cola es más que una bebida gaseosa". Alrededor de la plaza
de San Juan Chamula, "grupos de hombres indígenas locales, vistiendo
el tradicional chaleco de lana tzotzil, se sientan en mesas de plástico
blanco a platicar quedamente. Cada uno tiene una botella de cristal de
355 mililitros del agua negra, como la llaman, que beben lenta y
seriamente, sosteniendo en la otra mano los largos palos, conocidos como
toletes, que en Chiapas son símbolo de autoridad".
El corresponsal observa también a las mujeres.
"Todo alrededor de ellas, desde las paredes hasta las mesas y las sillas,
está tapizado con letreros de Coca-Cola. Cada una sostiene a un
niño pequeño. Pero en vez de darles el pecho o un biberón,
amamantan a sus hijos con una botella fría de Coca-Cola". Y apunta
sagazmente: "Tal vez no es coincidencia que ésta sea más
barata que la leche".
Para quien recorre hoy los Altos de Chiapas, sea Chamula, Chenalhó, Pantelhó, Tenejapa o Mitontic, las huellas de Coca-Cola resultan más visibles que las de cualquier religión, no se diga de partidos políticos u otros productos comerciales. Carteles, murales, refrigeradores, espectaculares rojiblancos, muebles y utensilios domésticos alusivos compiten con el paisaje de montañas y caseríos. Hasta parece que las comunidades se han electrificado para conectar los refrigeradores de la empresa y los televisores que anuncian el refresco. Tampoco debe ser casual que Coca-Cola Company controle ya buena parte de los jugosos recursos hídricos de la cuenca montañosa de Chiapas, de Huixtán a Ocosingo, y ande tras el agua de la selva Lacandona.
Johnson va a fondo, y localiza a Luis López Gómez, distribuidor de Coca-Cola en San Juan Chamula, quien heredó el negocio de su padre, Javier López Pérez, el hombre que pasará a la historia como el introductor de la famosa bebida en 1962, cuando "los lugareños caminaban varios kilómetros para tomarla". En su observación periscópica (el término es de la propia publicación neoyorkina), el corresponsal documenta los usos rituales de la oscura gaseosa entre los tzotziles.
"Una botella de 335 mililitros de cristal es una muestra de respeto. Las gigantescas botellas de 2 litros son estrictamente para el consumo familiar, mientras que las latas son para los niños", apunta el etnógrafo ocasional, quien no tarda en descubrir que "una Coca-Cola se ha convertido, al paso del tiempo, en una manera de limar problemas sociales, unirse a los amigos y reunirse con antiguos enemigos". Si es tal la magia del producto ¿qué hacen los publicistas grabando videoclips en estadios y ciudades, si la chispa de la vida cumple inmejorablemente su espumosa utopía entre los aborígenes del sureste?
Además de sus atributos curativos y su papel ritual dentro de las "creencias tradicionales mayas" y la "adoración de los santos romanos", Johnson resalta el valor del líquido en la celebración del famoso carnaval chamula. Y no oculta la cruz de su parroquia al subrayar, a manera de conclusión, cierto aspecto de la competencia mercadológica: "Pobre de la Pepsi. Sólo vende cerca de dos botellas por cada diez de Coca-Cola, y no se ha convertido en un elíxir espiritual". Sí, pobre Pepsi.
Ya entrados en gastos, tampoco debería extrañarnos que Vicente Fox, el inefable presidente "de todos los mexicanos" --chamulas incluidos-- haya salido del Bajío profundo para labrar su carrera pública desde una gerencia regional de Coca-Cola Company. No en balde México es el primer consumidor mundial de refrescos embotellados, y Chiapas nuestra mayor reserva acuífera.
Preparativos para la guerra en la carretera Bagdad-Babilonia,
marzo de 2003. Fotos: José Núñez