México D.F. Domingo 18 de julio de 2004
La fiscalía se da baños de pureza
y no involucra a otros beneficiarios de la corrupción
Sesgo político en el juicio contra Jodorkovsky
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 17 de julio. El juicio que se sigue contra
el hombre más acaudalado de Rusia, Mijail Jodorkovsky, y su principal
socio en la petrolera Yukos, Platón Lebediev, acusados de fraude
y evasión fiscal, pero perseguidos judicialmente cuando empezaron
a financiar a partidos de oposición al Kremlin, tiene una marcada
inspiración política.
Lo anterior quedó de manifiesto en la recién
concluida primera semana de la vista oral, dedicada a las intervenciones
preliminares de la fiscalía y los acusados, quienes tuvieron la
oportunidad de hablar en público acerca de los cargos en su contra
por primera vez desde que están en prisión.
Es
un proceso judicial que despierta en Rusia interpretaciones que cada cual
entiende en diversos sentidos.
De entrada, nadie pone en duda que la fortuna de Jodorkovsky,
estimada en una cifra cercana a 15 mil millones de dólares, es producto
del auténtico saqueo de las riquezas de este país propiciado
desde las máximas instancias de poder, en la época del anterior
presidente, Boris Yeltsin.
Al mismo tiempo, todos saben o intuyen que la fiscalía
pretende sacar de contexto el caso de Jodorkovsky y Lebediev para no inculpar
por extensión a encumbrados personajes -los reciclados de siempre
y muchos otros nuevos- que continúan haciendo millonarios negocios
al amparo de su cercanía con el entorno presidencial, al parecer
vicio endémico de la economía post soviética.
El contexto es clave porque los cargos que se imputan
a Jodorkovsky y su socio fácilmente podrían servir para encarcelar
y condenar a cualquiera de los destacados miembros de la elite empresarial
del país, enriquecidos con métodos similares.
Casi todas las insultantes fortunas de hoy en Rusia tienen
su origen en una legislación imperfecta y son impensables sin el
contubernio de las autoridades, factores que facilitaron legitimar el robo
a la nación.
En lugar de sentar en el banquillo de los acusados a otros
magnates o a los funcionarios que hicieron posible los delitos que se imputan
a Jodorkovsky y su socio, la fiscalía se da baños de pureza
como abanderada de las reivindicaciones justicieras.
En realidad, es inviable una revisión completa
de los fraudulentos resultados de la privatización yeltsiniana,
a menos que se quiera provocar un desestabilizador cisma en la elite gobernante.
La fiscalía, en consecuencia, sólo ejerce de dócil
instrumento del Kremlin, el cual utiliza la aplicación selectiva
de la justicia como método para someter a la clase empresarial acorde
con un proyecto de gobierno cada vez más autoritario.
Además, aunque las acusaciones contra Jodorkovsky
y Lebediev se basan hasta en elucubraciones retroactivas, la fiscalía
goza del amplio respaldo de una sociedad empobrecida que celebra la caída
en desgracia de al menos dos de los magnates que se enriquecieron a costa
de la mayoría de sus compatriotas.
Desde esa perspectiva, el resultado condenatorio del juicio
está predeterminado y los medios de comunicación bajo control
del Kremlin pondrán el resto: el énfasis sobre los argumentos
de la fiscalía y el vacío noticioso a las posiciones de la
defensa, que no se compensan con las redes de información horizontal
(Internet, correo electrónico y mensajes SMS, entre otros), aún
incipientes en Rusia.
Jodorkovsky, sin embargo, dijo que se propone demostrar
durante el proceso que los cargos en su contra son, al margen de las motivaciones
de corte político, "torpes e infundadas".
En su breve intervención preliminar, Jodorkovsky
rechazó todas las acusaciones, e hizo hincapié en los principales
delitos que se le achacan: el fraude en la apropiación, en 1994,
de 20 por ciento de la compañía Apatit, el principal suministrador
de fosfato para abonos agrícolas del país, y de 44 por ciento
del Instituto de Investigación de Fertilizantes y Fungicidas, un
año después, así como evasión fiscal.
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