José Antonio Rojas Nieto

Nuestros retos económicos

No hay plazo que no se cumpla. Efectivamente, ya hay señales de recuperación económica, pero aún no se puede afirmar que cerraremos sin problemas el sexenio, como parecen asegurarlo ya varios altos funcionarios, incluido un secretario de Hacienda que con mediocre orgullo presume su arreglo de la deuda Fobaproa: papeles profundamente desvalorizados en el mercado se revalorizan al convertirse en deuda pública, bajo la forma de un descuento virtual que no puede enorgullecer a nadie. šValiente cosa! Pero bueno, el debate sobre la recuperación ya se abrió y con él se refresca la polémica sobre la estrategia económica, siempre atrás -como subraya Gilly- de los asuntos de seguridad pública, cuya solución exige el respaldo de una sólida estrategia de desarrollo.

Ahora bien, parte del debate se ocupa de las condiciones de la economía estadunidense. Y se escuchan opiniones divergentes en el vecino país sobre esas condiciones. Para algunos, la más grande economía del mundo aún no logra salir plenamente de su crisis, no obstante la recuperación de varios indicadores: gasto de los consumidores, ventas al detalle, tasa de empleo, producción industrial, capacidad industrial utilizada, volumen de crudo refinado, compra de bienes de consumo duradero, construcción de viviendas, entre otros. Y es que la elevación acelerada del costo de la mayoría de los insumos industriales (crudo y gas natural, sin duda, pero también acero y sus productos, níquel, estaño, cobre, cemento, entre otros, incluida el alza de los costos laborales) y el todavía prevaleciente clima especulativo, hacen dudar a otros sobre el carácter, la extensión y la profundidad de esa recuperación.

šDesde luego que el asunto es muy importante para nosotros! Para bien y para mal, nuestros irreversibles nexos con la economía vecina nos vinculan con su suerte. Y aunque también hay indicios de recuperación en México (acereras a plena carga, cementeras con mayor capacidad utilizada, industria de la construcción en ascenso a pesar del alza de sus insumos, recuperación de la dinámica de la industria automotriz, y de la de maquinaria y equipo, elevación de índices en industrias alimenticias, entre otras) es riesgoso asegurar que ya no habrá retracción, dada la limitada extensión de la recuperación y su parco nivel.

Por ello tampoco aquí se puede concluir que ya estamos en una nueva fase de crecimiento sostenido. Y si allá aseguran que los resultados electorales en Estados Unidos tienen su influencia, hay que reconocer que también la tienen para nosotros. Los términos de la entrevista a Clinton en Le Monde de ayer sábado no hacen sino ratificarlo. No da salida firme a Estados Unidos el conservadurismo dogmático de Bush, asegura. Y aunque es cierto que algunas firmas de pronóstico ya tienen la tentación de elevar un poco sus estimaciones de crecimiento económico para Estados Unidos y México, lo hacen tímidamente.

En este contexto debemos entender razones y consecuencias de altos precios del crudo y del gas natural, por las restricciones del momento de la producción mundial de crudo y la producción regional de gas natural, frente la reactivación. Y observar con detenimiento el precio de nuestra mezcla mexicana de exportación, que en los primeros seis meses y medio del año casi promedió los 29 dólares, poco más de cuatro por encima del mismo periodo en 2003. Y que ya acumula 10 días arriba de los 30 dólares. Asimismo notar que el gas natural registra un precio muy alto, el más alto de verano alguno. En los mismos seis meses y medio del año, el promedio del referente del sur de Texas -el que determina los precios del país- fue de 5.50 dólares por millón de BTU (brithis thermal unit). Y esto ha significado un promedio interno mexicano superior a dos pesos por metro cúbico, uno de los más altos de la historia de los precios internos. Y aunque es cierto que altos precios de petróleo y gas natural representan altos ingresos gubernamentales (es muy probable que este año se capten más de 25 mil millones de dólares sólo por concepto de derechos de extracción de hidrocarburos), se traducen también en mayores costos para los productores industriales y, dado el mecanismo de ajuste automático mensual, precios de la electricidad más altos, lo que en conjunto dificulta la reactivación de la economía mexicana.

Lo cierto es que para asegurar el ingreso irreversible a una nueva fase de crecimiento económico se requiere no sólo la virtuosa reactivación de los procesos financieros en los países industrializados que la baja en las tasas de interés en Estados Unidos y en la Unión Europea promueve. También se necesita la recuperación de la solvencia y los flujos financieros en los países en desarrollados, justamente para que -como resulta en nuestro caso- se tengan fondos frescos para sostener una recuperación virtuosa de la inversión que permita el reforzamiento productivo y tecnológico, y la recuperación de las remuneraciones, que la agresión pragmática a pensiones y contratos colectivos de hoy niega, pero que es esencial para el fortalecimiento de los mercados internos. Y, finalmente, para señalar un reto, la consolidación tributaria de un Estado que no puede seguirse sosteniendo con la renta petrolera.

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