.. |
México D.F. Sábado 17 de julio de 2004
Antonio García de León *
Agradecimientos
Es un gran honor para mí recibir esta presea que lleva el nombre del maestro Gonzalo Aguirre Beltrán, pues en virtud del inmenso aporte que hizo con su trabajo de investigación al conocimiento de la historia de México la tarea de quienes pretendemos continuar las sendas por él abiertas se convierte en un gran reto, en necesidad y provocación. Su legado, lleno de preguntas y respuestas dentro de un amplio rango de intereses, incorpora para su tiempo espacios dilatados de investigación y cualidades ahora casi inexistentes: una visión amplia y multidisciplinar de la historia, un modelo general de interpretación y una proyección social intensa que se va a expresar en su labor indigenista y de antropología aplicada. En ese sentido, Aguirre Beltrán no sólo es un adelantado, sino un explorador que va hacia las fuentes documentales dotado de una inmensa capacidad de institución e interpretación. A través de textos como Medicina y magia, por ejemplo, logra integrar aspectos de su profesión de médico en una visión original de la conformación de las identidades culturales desde el siglo XVII, ese gran siglo de la depresión, el reacomodo y el mestizaje.
A lo largo de su vida, y además de sus afortunadas incursiones en el mundo indígena y sus formas de gobierno, Aguirre Beltrán se apasionó con la saga sumergida de los africanos y sus descendientes y los hizo entrar con plenos derechos a la historia de México, entregándoles la carta de naturalización, el acta de nacimiento en la conformación de la identidad nacional. Rastreó en las profundidades de las fuentes la línea conductora que lo llevaría al encuentro de un continente con sus lenguas e identidades múltiples, trasplantado por la fuerza a las nuevas tierras del imperio, y que tuvo que hacer acopio de toda su creatividad para sobrevivir y sumergirse en una nueva identidad común y en un nuevo proceso civilizatorio, el que se construía día con día en América desde el inicio de la Colonia. El legado cultural y la supervivencia múltiple de esta historia reinventada mantienen su vigencia permanente...
Y es así como Aguirre Beltrán nos condujo en La población negra de México -su obra más reveladora- hacia un entramado general que viene a ser para la historiografía sobre el tema un punto de referencia obligado, pues a la documentación de archivos, al conocimiento del mundo colonial y del contexto africano de aquella época une un análisis preciso de los espacios regionales y culturales de la trata, la esclavitud y la condición social de los africanos traídos a México por el imperio colonial español. En ese sentido, y desde la posición privilegiada de gran conocedor de la historia veracruzana, se encontró desde un principio con el puerto de Veracruz, la única factoría autorizada en la Nueva España para la introducción de esta fuerza de trabajo arrancada de un continente destruido. Y desde ese punto de mira original, que era el de su paisaje natal, pudo reconstruir la inserción de un continente lejano en el corazón original de la nación.
Traídos como esclavos en la proa de una institución de corte medieval que sirvió para el desarrollo inicial del capitalismo, los africanos y sus descendientes se liberaron de muchas de sus ataduras desde antes de la independencia y se convirtieron en un sector ineludible. La población negra y mulata se fusionó con el más abundante mundo de los indios y los mestizos y, para fines del periodo colonial, los negros como tales casi habían desaparecido por inmersión en la población mestiza de México, integrándose en un proceso que se completaría con éxito en los siglos de vida independiente.
Desde el siglo XVIII, cuando la gran trata esclavista organizada dejó de aportar sus contingentes a lo que sería este país, los mexicanos de origen africano no recibieron refuerzos suficientes como para poder crear identidades específicas o grupos sociales separados. El crecimiento de una masa libre de mestizos de toda índole, cada vez más difícil de clasificar, los fundió en la integración. Los cuadros de castas representados en las pinturas coloniales, con sus muy elaboradas clasificaciones (mestizos, criollos, mulatos, coyotes, zambos, salta p'atrás, tente en el aire, etcétera) reflejan nítidamente una realidad cotidiana presidida por la activísima interacción del mestizaje, haciendo ya imposible, a pesar del deseo inalcanzable del imperio colonial de crear separaciones tajantes, distinguir a unos de otros: lo que refleja el dinamismo y la integración de la sociedad colonial tardía.
En esa ruta hoy podemos agregar a esa visión general y enciclopédica del trabajo pionero de Aguirre Beltrán mayores precisiones, bordar sobre sus temas interiores y tal vez matizar algunas de sus conclusiones, sin perder de vista su obra como indispensable y fundadora. Durante años, la senda trazada por este libro-río, tan anchuroso como el de las mariposas, se dispersó en multitud de caminos y estudios de caso alimentados por nuevas indagaciones en archivos documentales sistematizados en los últimos años, que se han venido agregando a las posibilidades de reconstrucción de ese pasado. Hoy se han abierto inesperadas perspectivas de profundizar el tema en sus diferentes vertientes y de seguir abriendo el borde fractal de sus temas principales, mientras la obra de Aguirre Beltrán se convierte en un guión necesario para las investigaciones futuras. Además de la esclavitud y la trata, hoy se suman nacientes preguntas y áreas de estudio acerca de la presencia de los africanos en el México colonial y se incursiona en los espacios todavía oscuros de la vida cotidiana, los oficios, las milicias y la ganadería, la historia cultural, la música y el arte de una comunidad de gran fuerza expresiva, mientras crecen en la interpretación los territorios ganados por los negros libres, las diversidades regionales de su presencia y el descubrimiento gozoso de un aporte que se forjó en la adversidad y la desventura.
Así, el honor que implica, obtener esta presea, en el marco de un festival dedicado al aporte africano, nos obliga a un trabajo de profundización necesaria en el tema y nos hereda nuevas responsabilidades en la interpretación del pasado regional y nacional.
Agradezco al gobierno de mi estado natal haberme otorgado esta distinción de gran importancia en mi quehacer académico y trato de que se refleje en mi trabajo de investigación y en el de quienes me rodean.
* Palabras pronunciadas al recibir la presea Gonzalo Aguirre Beltrán al comienzo del Festival Internacional Afrocaribeño, el pasado jueves.
|