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México D.F. Sábado 17 de julio de 2004
Enrique Calderón A.
ƑQué podemos esperar?
En días pasados, un reportaje de La Jornada daba cuenta de una iniciativa planteada en el Congreso que proponía la realización de un dictamen siquiátrico al Presidente, antes de cualquier salida al exterior, con objeto de reducir riesgos para él y para el país. La iniciativa, evidentemente etiquetada para Vicente Fox, puede parecer exagerada e irrespetuosa de la institución presidencial; sin embargo, no está exenta de razones.
Una forma bastante conocida de locura consiste en la generación de fantasías mentales poco vinculadas con la realidad, que son confundidas con ella. Los llamados "delirios de grandeza" o "delirios de persecución" son pautas específicas de esta enfermedad, como lo es también la esquizofrenia. En todos estos casos los pacientes se imaginan diferentes tipos de fantasías y son incapaces de separarlas de la realidad, hecho que desde luego los lleva a tomar decisiones equivocadas, o a paralizarse mentalmente al no saber qué hacer.
Curiosamente, los síntomas y efectos de este tipo de locura son muy frecuentes entre los gobernantes, especialmente cuando éstos detentan una forma de poder absoluto o casi absoluto, y suelen acarrear grandes problemas colectivos, ante la toma de decisiones equivocadas, o la incapacidad para tomarlas. Ejemplos conocidos de este tipo fueron un buen número de emperadores romanos, el emperador Carlos V, Napoleón, Hitler y varios mandatarios latinoamericanos de las décadas pasadas.
El caso de Carlos V, con antecedentes de locura familiar, pone de manifiesto los riesgos que corre una nación con un gobernante afectado de esta manera. De ser la nación más rica y poderosa de la Tierra, gracias a las enormes ganancias reportadas por el descubrimiento de América y su explotación irracional, España pasó a ser una nación miserable, sumida en deudas, al final del periodo de ese gobernante.
Al analizar estos problemas, los especialistas han encontrado frecuentemente que si bien esos gobernantes presentaban rasgos sicópatas, en todos los casos aparecen círculos de poder estrechamente ligados a ellos y dispuestos a distorsionar la información para ofrecer una versión de la realidad más agradable, en un proceso creciente de deformación de la realidad, cuyos excesos llegaban a límites de lo absurdo; las declaraciones de las semanas recientes por parte del Presidente de México constituyen un ejemplo típico de estas conductas.
Cuando uno observa el crecimiento de la economía informal, experimenta los efectos del estancamiento económico y del desempleo, escucha sobre los secuestros, asesinatos y demás formas de inseguridad y se entera de la corrupción dominante en los círculos del poder, al mismo tiempo que el Presidente habla de recuperación y transparencia, o se le escucha decir que nuestra economía está mejor que las de Estados Unidos y Japón, la única explicación que queda es la de la locura, semejante a la de aquel emperador que afirmaba que en sus dominios no se ocultaba el Sol, mientras el hambre se extendía por España, o a la de Hitler, aferrado en la certeza de la victoria próxima, cuando los aliados habían iniciado su ofensiva final desde Normandía.
En nuestro país, la experiencia nos dice que los dos últimos años de cada gobierno son los más difíciles, y si Fox fue incapaz de gobernar razonablemente y de cumplir cualquiera de sus promesas de campaña, no se necesita tener una gran visión para dudar de la posibilidad de alguna mejoría o algún resultado concreto para los dos próximos años. Podemos asegurar, sí, una sucesión interminable de nuevas declaraciones fantasiosas, y autoelogios. La única esperanza que queda es que la lección que nos ha dejado este episodio de ineptitud y locura nos haga pensar a todos en el riesgo de un nuevo proceso mercadológico, como el del 2000, que ponga al país en las manos de otro grupo de enfermos e incompetentes como el que ahora padecemos.
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