Adiós al futuro |
12 de julio de 2004 |
Fin del viejo sistema de pensionesJim Cason y David Brooks, Washington
Los fondos de pensión de trabajadores estadunidenses se han convertido en los mayores dueños del sector empresarial del país por la inversión de sus recursos en acciones. La ironía es que estas empresas han logrado anular la garantía de la conformación de fondos para el retiro de sus trabajadores y, junto con el gobierno, están intentando privatizar el sistema de seguridad social. El legendario sistema que garantizaba un ingreso estable para millones de jubilados está a punto de desaparecer por completo, sustituido por un modelo en el que cada trabajador arriesga su pensión en el gran casino de Wall Street. El futuro de los trabajadores está en juego, y mucho dependerá de quién gane la lucha por el control de los enormes recursos dedicados a financiar los fondos de retiro. Las pensiones de los trabajadores, privados y públicos, representan una enorme arca que está en disputa y significan al mismo tiempo un elevado costo financiero para la operación de las empresas. La estrategia empresarial apunta a deshacerse del costo de pagar por el retiro de sus trabajadores y, al mismo tiempo, acaparar los fondos existentes en beneficio propio. Igual que en otros países, a esto se le llama "modernización", "flexibilización" y "libre mercado". Como en todos los otros países, el resultado parece ser mayor desigualdad y un futuro cada vez más incierto para la gran mayoría de la gente. Fin de un futuro garantizado La globalización de la economía estadunidense, combinada con una restructuración de las formas de financiamiento empresarial y un ataque sin precedente contra los sindicatos, ha casi destruido lo que una vez fue un sistema estable de pensiones. "Las perspectivas de jubilación para muchos trabajadores en Estados Unidos son grises... y están empeorando", concluye una investigación sobre el sistema de pensiones elaborada por la central obrera AFL-CIO. Aunque el gobierno federal obliga a las empresas y los empleados a contribuir a un fondo nacional de seguro social que ofrece pagos modestos (frecuentemente no lo suficiente para evitar que un hogar caiga debajo del nivel de la pobreza) para individuos que alcanzan la edad de jubilación, más de la mitad de los trabajadores del sector privado no cuentan con una pensión otorgada por su patrón. La mayoría de los trabajadores en este país ha sufrido una reducción en el valor de sus pensiones y riqueza personal durante los últimos 20 años. En este periodo, el sector de la población de mayores ingresos ha hecho crecer de modo astronómico sus planes de pensión, lo que ha contribuido de manera significativa a la creciente desigualdad económica. "La gente en los niveles más altos se benefició mucho más que lo que podría haber hecho en el sistema antiguo", comentó el economista Edward N. Wolff en una entrevista con The New York Times. La forma en que se operó este giro ha originado un intenso debate, pero lo que no está en disputa es que las grandes empresas han logrado, gradualmente, sustituir sus programas tradicionales de pensiones, que garantizaban a sus empleados un ingreso vitalicio después de ser jubilados, por un sistema donde cada trabajador aporta en cuentas individuales de retiro que se invierten en el mercado bursátil, sin garantía de que esto resulte en pagos mínimos mensuales suficientes para los jubilados. Algunas empresas simplemente han abandonado los sistemas de pensión por completo. De hecho, datos oficiales indican que la cifra de empresas que ofrecen un ingreso garantizado para sus empleados jubilados se ha reducido de 115 mil en 1985 a sólo unas 31 mil hoy día. En Europa y otros países industrializados, los gobiernos históricamente han supervisado y administrado fondos de pensiones estatales que garantizan un ingreso a los jubilados, pero esto no existe en Estados Unidos. El sistema de seguro social sí ofrece un ingreso mínimo para trabajadores, pero los fondos de pensiones privados son la fuente de más de 50 por ciento del ingreso para la mayoría de los jubilados en este país. Estas pensiones de tipo tradicional, por las cuales pugnaron y negociaron los sindicatos en los contratos colectivos en los tiempos del auge del capitalismo industrial en los años 40 y 50, obligaban a las empresas a apartar suficientes activos para garantizar que los empleados que cumplían 65 años de edad y después de por lo menos 30 de trabajo podrían obtener pagos más o menos equivalentes al salario que recibían antes de retirarse. Pero Michael Locker, presidente de la consultora neoyorquina Locker Associates, quien ha estudiado durante más de 20 años los sistemas de pensiones, explica que las pensiones tradicionales empezaron a enfrentar serios problemas a fines de los años 70 y 80, cuando el número de trabajadores jubilados que se beneficiaban por las pensiones superó al de los que seguían aportando a esos fondos. Muchas de las principales empresas industriales que contaban con las mejores pensiones fueron compradas por conglomerados y restructuradas y, en algunos casos, su producción fue trasladada al exterior. En este proceso se consiguió anular contratos existentes sobre pensiones para eliminar su obligación de continuar pagando a los jubilados, y a los que estaban por serlo, sus pensiones completas. "Lo que hicieron es declarase en quiebra", explico Locker a La Jornada. Por ejemplo, muchas de las grandes empresas del sector siderúrgico y de aviación utilizaron las leyes de bancarrota para renegociar contratos colectivos y con ello las provisiones sobre pensiones, de tal manera que sólo pagaran a jubilados una fracción de lo que habían garantizado en el pasado. En algunos casos, las empresas abandonaron por completo sus obligaciones de pensiones y el gobierno tuvo que asumir los pagos mediante fondos públicos, como recientemente sucedió con la Enron Corporation. "En la mayoría de los países del mundo, las leyes laborales y los compromisos de establecer pensiones no están sujetas a las leyes de bancarrota", explico Locker. En Canadá, Alemania y España, por ejemplo, las empresas no se pueden deshacer de sus obligaciones de pago de pensiones al declararse en quiebra. Pero en Estados Unidos, expresó, la declaración de quiebra es "el máximo instrumento capitalista, que permite romper contratos vigentes". Los directivos de las empresas argumentan que este tipo de restructuración es parte natural del proceso de transformación empresarial que se está dando en Estados Unidos y en muchos lugares del mundo. Como parte de esto, los fondos de pensión tradicionales se están sustituyendo por cuentas de jubilación individuales controladas por cada empleado, quien puede invertir donde desee. En 1983, menos de 1 por ciento de los hogares tenían este tipo de cuentas, pero para 2001, 62 por ciento de los hogares con personas mayores contaban con por lo menos una de estas cuentas. Presentadas como gran avance, donde cada empleado se convierte en inversionista y participante libre y directo para determinar el destino de "su dinero", estas cuentas tienen un grave problema: no ofrecen un ingreso garantizado, sino que se sujetan a la volatilidad y la especulación. Como demuestran los datos del profesor Wolf de la Universidad de Nueva York, aun durante el gran auge bursátil de los años 90 (cuando la bolsa triplicó su valor) la riqueza de la mayoría de los trabajadores en este país se estaba reduciendo. Los empleados convertidos en inversionistas individuales casi siempre son menos exitosos en "jugar" en el mercado para lograr garantizar un ingreso al jubilarse que los grandes fondos de inversión. El gobierno federal está promoviendo un proyecto parecido para el sistema de seguro social, cambiando el programa que ofrece un ingreso modesto, pero por lo menos garantizado para los jubilados, a uno donde se permite que cada trabajador invierta estos fondos en el mercado bursátil. De nuevo, no hay garantía de qué tipo de ingreso obtendrá a la hora de su retiro de la fuerza laboral. De hecho, esto es el inicio de la privatización de los fondos públicos del sistema de seguro social. Ironía: los trabajadores son los dueños de Wall Street La ironía de esta situación es que, en términos financieros, los fondos de pensiones de los trabajadores son los dueños más grandes de las empresas que han erosionado el futuro de sus propios ingresos por pensiones. Ron Blackwell, director del Departamento de Asuntos Empresariales de la AFL-CIO, informa que los activos de los fondos institucionales de pensiones hoy suman casi 7 billones de dólares, equivalentes a 26 por ciento de todas las acciones en el mercado bursátil. "Se vale decir que, colectivamente, los trabajadores son dueños de más acciones de empresas estadunidenses que todo el segmento de los administradores de las empresas (el management) por un factor de cinco a 10", declaró Blackwell en entrevista con La Jornada. Cuando estos fondos de pensiones de tipo institucional se combinan con los activos de los fondos de pensión individuales, la gran mayoría de los cuales son de trabajadores, llegan a ser dueños de casi 50 por ciento de todas las acciones del mercado bursátil. Sin embargo, este aparente poder financiero no se convierte en poder real sobre las decisiones empresariales. El problema, señala Blackwell, es que ni los trabajadores ni sus sindicatos tienen el control sobre la inversión de estos fondos por la forma en que se ha estructurado el sistema desde un inicio. Las empresas, a fin de cuentas, mantienen el control de decisión sobre las pensiones de sus empleados, y por tanto, del futuro de los trabajadores. La lucha a futuro, coinciden los analistas, es
buscar
cómo capturar el control de los fondos de los trabajadores para
lograr
el poder económico e intervenir en la toma de decisiones del
gran
empresariado estadunidense y así, tal vez, empezar a ofrecer un
futuro
diferente en cuanto a los ingresos de retiro para los que laboran toda
su vida en el país más rico del mundo§ Foto: http://www.getdown.org/ben/photo/filmicam/old-people-hug-subway.jpg |