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México D.F. Sábado 10 de julio de 2004
DISQUERO
Pablo Espinosa
La luz del flamenco
ENTRE LAS FRASES favoritas de Los Clásicos
(truco irónico para designar a su majestad El Lugar Común,
o bien La Frase Hecha) figura el aserto ''romper el silencio". Para beneplácito
de los clásicos y los populares, el maestrísimo Paco de Lucía
no sólo ha roto el silencio. Lo ha hecho estallar en mil pedazos,
lo ha vuelto a construir y lo ha embellecido con una desnudez de óleo
de Balthus, de aventura onírica de Paul Delvaux, de rayito de vello
púbico del mejor destello salido del pincel de Gustav Klimt.
PACO
DE LUCIA rompió el silencio con Cositas buenas (Verve),
que así se titula su disco grabado luego de cinco años de
ostracismo (otra metáfora cara a los clásicos). Entre las
maravillas que anida esta nueva obra maestra figura un dejo de nostalgia
y homenaje: en el track siete suena como trueno la voz del dios
Zeus de todísimo el flamenco: el maestresérrimo Camarón
de la Isla, que se incendió de vida -es decir desapareció
físicamente- hace poco, pero eso para la cultura flamenca ha sido
una eternidad.
EL MISMISIMO PACO de Lucía sopesa así
esa eternidad: desde que murió Camarón, la mayoría
de los cantaores jóvenes están absorbidos por esa
nube negra, que los nubla. Se canta con más técnica, se afina
más, pero falta personalidad, deplora Paco y en su exilio en el
paraíso de la península de Yucatán, México,
donde ha vivido los cuatro años anteriores, Paco de Lucía
concibió Cositas buenas, que contiene ese siete track
en el que Camarón flota por bulerías merced a las maravillas
de la tecnología. No se trata de revivir a los muertos con esta
modalidad de insertar voces idas en discos de regreso, sino de hacer más
grande la hoguera.
EL NUEVO DISCO de Paco de Lucía también
reúne a otros dioses del Olimpo del flamenco: Tomatito, Diego el
Cigala, Montse Cortés, Tana, Potito y Paco. A lo largo de todos
los tracks recorre al escucha el fuego alquimizado con la sangre
por el cuerpo entero.
Uno aplaude a la belleza de esta música de manera
similar a como dicen Los Clásicos que los bailarines de flamenco
se la pasan aplaudiéndose las nalgas (revise el lector en su mente
la posición básica de un buen o una buenísima, bailaor
o bailaora, de flamenco. Y no es para menos. Pero como decía
el melómano Tin Tan: olé, olé, olé.
Y sigue oliendo.
En el camino, andamios
A SUS 57 AÑOS, John Adams representa con
Philip Glass, Lamonthe Young y Terry Riley, uno de los movimientos sonoros
más influyentes en las recientes décadas. Bajo el término
minimalismo se han expuesto a la envidia de los academicistas y los puros
de oídos (que no los hay, pero sí hay quienes se dicen castos
de oídos), pero también al fervor de masas juveniles que
los conocen mejor que a las estrellitas del pop y de la tele.
ASI
QUE PARA la parte cronopia de la melomanía es buena noticia
saber que hay nuevo disco de John Adams, se titula deliciosamente Road
Movies (Nonesuch) y en efecto nos retrotrae a una retrospectiva fílmica
en la mente.
EL PROPIO AUTOR, Adams, dijo ni chicles (citando
Adams a Los Clásicos también), aquí en el camino arrieros
somos y sólo nuestros chicharrones truenan (los de ellas no, los
de ellas son suavecitos) y así es como suena una música para
la carretera y propone cinco partituras en tal espíritu de ponernos
en camino que uno literalmente viaja con ese estado de trance fascinado
que se logra con la música minimalista.
LA SEGUNDA DE estas cinco obras se titula Hallelujah
Junction y toma su nombre de un punto perdido en la carretera, una
parada de tráilers en la Highway 49 de la frontera entre California
y Nevada, donde Adams se las masca y tiene una cabañita y allí
escribió este portento para dos pianos que alcanza velocidades de
aporía, es decir que -diría Zenón a la hora del desayuno-
la tortuga corre a 130 kilómetros por hora mientras el conejo se
la lleva leve a una velocidad de vértigo de 3 kilómetros
por horeja (es decir a 6 kilómetros por hora, y larga hora
además, dada la anatomía de un conejo).
EL ENCANTAMIENTO de Road movies, partitura
que abre y nombra el disco, incluye pasajes y paisajes de vario linaje
y harto alucín, como el track 10, que es el segundo
movimiento de Phrygian Gates, subtitulado ''Un sistema de pesos
y medidas" como para completar, a piano solo, solito y su alma, una parábola
metódica del peso del silencio en un paisaje desolado.
EL NUEVO DISCO de John Adams, este gran cronista
del sonido y del silencio, está más que masticable, hiperdigerible.
Es un viaje redondo, o bien un periplo rechonchito.
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