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México D.F. Sábado 10 de julio de 2004
Gabriel Cámara*
ƑEn pro o en contra de la reforma educativa en curso?
La pregunta tiene sentido desde la perspectiva de la administración central, no desde la de un maestro frente a sus estudiantes. Desde aquí uno está tentado a decir "la reforma ni nos beneficia ni nos perjudica, sino todo lo contrario", porque los cambios son de grado, no de género, y no afectan, sino superficialmente, la relación personal de la que depende el aprendizaje.
La reforma en curso se inscribe en la tradición de reformas anteriores que se plantearon desde la misma perspectiva central, sin poder resolver cabalmente los mismos problemas que reaparecen y aun se agudizan. Característico de las reformas es el abismo entre diseño y ejecución. Los diseños acabados desconfían de la capacidad profesional del maestro y del interés del estudiante. Los programas son estándar y los textos "a prueba de maestro", aunque nada impide tanto el aprendizaje como la estandarización. Si no se atiende el interés personal de cada estudiante, con sus maneras propias de aprender, su contexto cultural, su situación particular, así como la capacidad efectiva, real, de cada maestro -independientemente de lo que estipulen los programas en abstracto-, se ponen las condiciones suficientes y casi necesarias del fracaso escolar. La confianza en el interés y la capacidad de los interlocutores descarta la estandarización, la fiscalización y la vigilancia externa, aunque no la demostración pública del logro ni la rendición de cuentas, la disciplina interior, la aplicación en el estudio o la solidaridad académica en el grupo.
El propósito elemental de la educación básica es asegurar la competencia seminal de aprender a aprender a través de la palabra escrita en los principales lenguajes académicos y a expresar con fidelidad, oralmente y por escrito, lo que bien se aprende. La prioridad entonces es hacer de cada maestro de escuela pública un profesionista independiente, a prueba de contenidos (sin importar mucho qué tanto de historia o qué tanto de ciencias proponen los expertos), a prueba de programas (si se suprime o no una materia), a prueba de especialidades (porque el maestro de educación básica lo mismo debe poder guiar en el aprendizaje de las matemáticas, las ciencias o la literatura, a este nivel fundamental), a prueba de etnias y culturas (porque todo diálogo educativo es necesariamente intercultural). El esfuerzo de reforma debe centrarse en dar la seguridad y satisfacción profesional a maestros que manejan temas en todos los lenguajes académicos, porque si el maestro de educación básica se refugia en una especialidad, Ƒcómo se puede exigir que los estudiantes sean polivalentes? Sólo así puede hacerse del salón de clase una comunidad de aprendizaje.
El número de estudiantes es problema cuando el aprendizaje se hace depender de uno solo, el maestro, y naturalmente no hay tiempo para establecer relaciones personales. La motivación para el estudio está ligada al interés, porque cuando un tema o actividad no interesan, ningún aliciente o amenaza hará que alguien aprenda bien. En una comunidad de aprendizaje sólo se ofrece enseñar lo que se sabe porque se demostró en público. El que funge como tutor de quien desea estudiar el mismo tema establece con el aprendiz un diálogo que no se puede programar porque siempre es nuevo, en el que necesariamente se llega al sustrato común de las culturas personales. Como nadie aprende algo tan bien como cuando lo enseña (según dijo Aristóteles y la experiencia docente lo confirma), el que enseña lo que aprendió por cuenta propia practica la mejor y más eficaz de las pedagogías. Al respetar el interés de cada persona, su modo particular de aprender, al empeñarse todos en el logro, demostrarlo y recibir con ecuanimidad la alabanza o el reproche, la comunidad de aprendizaje tiempla el carácter, dentro de los estrechos límites de la escuela. La relación artesanal entre aprendiz y maestro, aun cuando se contrate, es profundamente libre, sin verdadero precio, más gozo y amistad que simple tarea temporal utilitaria.
Conforme la comunidad de aprendizaje transforma el salón de clase ordinario, la tarea educativa se desplaza hacia la multiplicación de bibliotecas y centros de documentación, la interlocución social y la participación informada. La escuela deja de ser impermeable a la participación social y los maestros tienen el argumento incontrovertible de su éxito profesional para crear las agrupaciones que necesita el gremio y exigir el reconocimiento social a su trabajo.
Finalmente, el argumento para probar que la comunidad de aprendizaje es posible, que no es una utopía, es que existe; se ha dado, se está dando, aun cuando sea en forma incipiente en México y en otras partes. Se pueden consultar evaluaciones, reportes, libros y artículos. Una reforma desde la base buscará que en el sistema educativo se den las condiciones que permiten aprender y enseñar de esta manera. * Doctor en educación y miembro de Convivencia Educativa [email protected] [email protected]
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