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La raza
sabe cómo corre el agua
La epidemia del sida ha llevado a sacar del clóset
a la diversidad de prácticas sexuales, consideradas "inconfesables",
realizadas por amplios sectores de la población sexualmente activa.
Una de ellas, el sexo entre varones, se ha revelado como una práctica
extendida más allá de la población identificada como
gay u homosexual. El deseo homoerótico existe y se expresa independientemente
de la orientación u identidad sexual de las personas. Reconocer
o no este hecho, tiene repercusiones importantes en la dirección
de las políticas de prevención. En el siguiente texto se
reseña un ensayo del antropólogo sonorense Guillermo Núñez
Noriega, quien cuestiona los enfoques preventivos para combatir el sida
y discute el uso del término "hombres que tienen sexo con hombres".
Antonio Contreras
Los programas preventivos dirigidos a hombres gay
sólo llegan a una porción pequeña de los hombres con
prácticas homoeróticas, pues estas prácticas se extienden
más allá de quienes se asumen o identifican como gays. Un
militar que por calentura, soledad o bajo los efectos del alcohol tiene
sexo con otro hombre, por ejemplo, es improbable que se identifique a sí
mismo como parte la comunidad gay. Las preguntas surgen inevitables: ¿quiénes
son los hombres que tienen sexo con otros hombres?, ¿dónde
están?, ¿forman una comunidad?, ¿el concepto describe
identidades o comportamientos?
La categoría "hombres que tienen sexo con hombres"
o HSH se utilizó inicialmente en la epidemiología con fines
estadísticos. Junto a hombres homo y bisexuales se agrupó
a otros varones que pudieron haberse infectado con el VIH por relaciones
homosexuales, pero no se reconocían como tales. Guillermo Núñez
Noriega, en su trabajo ¿Quiénes son los HSH?: Identidades
sexuales, clase social y estrategias de lucha contra el sida, afirma
que ese concepto empezó designando sólo una opción
del comportamiento sexual masculino, sólo una práctica sexual,
pero, a fuerza de utilizarlo, terminó erróneamente identificando
a un grupo, a una fracción de la población e incluso a una
comunidad. Una categoría que define una diversidad de identidades.
Es decir, terminó reemplazando a las categorías de la diversidad
sexual masculina ya conocidas y dejando fuera, una vez más, las
múltiples posibilidades de expresión del deseo homoerótico.
El término "gay", presupone una identidad, un estilo
de vida a partir de la orientación sexual. Generalmente se trata
de hombres clasemedieros que asumen su sexualidad sin culpas y acceden
a un mercado creado por y para ellos. Por lo mismo, tienen sentido de pertenencia
a una comunidad que reclama y cuenta con información y educación
en materia de sexualidad y salud, y exige derechos. Pero, ¿qué
pasa con el resto de los hombres que tienen o han tenido una o muchas relaciones
homosexuales en su vida sin saber siquiera de la existencia de identidades
homoeróticas?
En tiempos de guerra, cualquier hoyo es trinchera
Los encuentros sexuales entre hombres están más
extendidos de lo que se piensa. En México 85 por ciento de los casos
de VIH/sida son de hombres que en su mayoría se infectaron por la
vía sexual; de éstos, 60 por ciento está identificado
como homo y bisexual y 32 por ciento como heterosexual, aunque a decir
de Jorge Saavedra, director del Censida, 62 por ciento de los casos notificados
como hombres heterosexuales corresponden en realidad a individuos con prácticas
homosexuales.
Estamos ante un asunto no sólo de identidades sexuales,
sino de clase social, afirma Guillermo Núñez: "No sólo
la gente pobre se está infectando más ahora, sino además
es gente que aunque tenga prácticas homosexuales no se identifica
como tal. ¿Será por eso que no se sienten vulnerables?" El
mismo autor asegura que algunos encuentros eróticos entre hombres
se dan sin echar mano de la categoría gay. Se trata de hombres que
"pueden vivir su homoerotismo en tanto que hombres. Es el caso de
amigos y compañeros, de varones ya unidos por vínculos de
afecto y confianza y que comparten su erotismo ocasionalmente como parte
de una experimentación de manera más constante bajo situaciones
específicas de cercanía corporal."
En uno de sus apuntes etnográficos, Núñez
relata que en las estancias de meses juntos, compartiendo casa de campaña
y caminos, es normal que los soldados se aparten un poco para masturbarse
o que incluso lo hagan en grupo. "Otros más se apartan en pareja.
La raza ya sabe cómo corre el agua y los deja ser..." Un día
Joaquín y su CUAS (compañero único a seguir)
acordaron hacerse una puñeta. Primero cada quien, por mano propia,
pero luego el CUAS le dijo: "si me ayudas te ayudo". A partir de entonces
lo hicieron muchas veces, "luego ya nos dábamos las nalgas, acá,
de compas. El rollo era que me punteaba un rato y acababa allí,
y luego yo. Pero todo a la sorda." Puntear significa estimularse
eróticamente a través de la colocación del pene en
el vestíbulo del ano, sin llegar a la penetración.
Siendo agujero, aunque sea de caballero
Un boletín de Onusida, sin citar fuente, señala
que si se le pregunta a los hombres si han tenido relaciones homosexuales
que conduzcan al orgasmo, se obtienen porcentajes de respuesta afirmativa
oscilantes entre el 20 y 30 por ciento, mientras si se indaga si se considera
a sí mismo como homosexual, los porcentajes varían del 4
al 17 por ciento.
Núñez Noriega, quien es investigador titular
en el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo,
AC, en Hermosillo, Sonora, se pregunta ¿en qué condiciones
de salud emocional y bajo qué riesgos de salud física se
viven los encuentros eróticos entre hombres? Y responde: "Podríamos
encontrar en este aspecto dos polos fácilmente identificables: por
un lado, aquellos que suelen vivir estas experiencias en la semi-inconciencia
del alcohol y, por el otro, aquellos que con plena conciencia gozan y aceptan
sus aventuras eróticas y logran integrarlas en sus vidas de manera
incluso más que ocasional (sin que esto signifique la adopción
de la identidad gay u otra). En medio de estos polos campean los arrepentimientos
momentáneos y los placeres que incitan a la reincidencia."
Otra nota de campo del mismo autor refiere un ligue entre
un gay y un chero (vaquero). Este último, "en su papel de
machín", sólo se dejó agarrar los huevos en la primera
ocasión, narra el gay. Días después el vaquero "ya
me agarró los huevos y me masturbó, para ayudarme,
bien buena onda el bato." En otro encuentro posterior "le besé las
nalgas y se dejó. Cuando menos me lo esperaba me di cuenta que estaba
abandonado y me lo empecé a puntear, también me la
mamó y yo sentí como que nunca lo había hecho. Se
sacó de onda un rato, se echó un bote de cheve y ya. El bato
resultó que está casado y hasta una niña tiene. Lo
que me gusta de él es que es bien masculino. Se me figura que es
de esos que se atreven una vez o de vez en cuando, pero les da culpita.
O será que no se imaginaba lo que era capaz de hacer."
El Center for AIDS Prevention Studies, de la Universidad
de California en San Francisco, señala que muchos de estos hombres
luchan con tensiones personales, interpersonales y sociales que pueden
limitar su capacidad de protegerse. Proteger su salud, afirma, no es necesariamente
su preocupación principal, como lo son las motivaciones interpersonales
de querer sentirse parte de algo, querer compañía y tener
intimidad.
El silencio, regla de oro
Guillermo Núñez apunta que el deseo homoerótico
es objeto de constantes negaciones, pero también y por lo mismo,
de constantes proyecciones, sublimaciones y racionalizaciones. Agrega que
el concepto "hombre" en México se aplica a alguien con autonomía,
capacidad y libertad para decidir la satisfacción de una sexualidad
que se supone intensa, siempre dispuesta. La "hombría", como identidad
sexo-genérica, dice, se expresa en minimización del riesgo
y en actitudes temerarias, en la búsqueda de aventuras, de cotorreos,
así como en formas de sociabilidad donde el alcohol y otras drogas
pueden estar presentes. Los hombres consideran que tienen la capacidad
de juzgar cuándo una persona es segura y cuándo no para tener
relaciones con ella.
Un último testimonio ubicado en un campo agrícola
retrata comportamientos de ciertos jornaleros migrantes, "gente muy sola,
lejos de su familia, de sus amigos, de su pueblo." Un jornalero y un hombre
gay se conocen en una cantina. Ya en la cama, completamente desnudos, el
jornalero sólo se dejaba acariciar, comenta el gay, "cuando de repente
el tipo como que me mira y me mira los genitales, de pronto se decide y
empieza a hacerme sexo oral. No cojimos, pero pude haberlo penetrado cuando
estábamos en la regadera, de hecho lo puntié. Luego
él quiso cogerme, pero nunca pidió un condón. Me impresionó
porque en mi experiencia, por ejemplo con los militares, éstos casi
siempre traen condones o te preguntan si tú traes. Me llama la atención
esa disposición, esa manera de cotorrearla, porque el bato
no se ve que sea gay, yo creo que ni sabe qué es eso. Ni siquiera
se lo pregunté porque eso no se pregunta. Una regla de oro cuando
tienes una relación con alguien así, pues que ves que no
es gay, que es masculino, es no preguntar eso. Ni al caso. Todo queda entre
uno y la otra persona, como un secreto, es una forma de respeto ese silencio."
A partir de su investigación etnográfica,
Guillermo Núñez concluye que el concepto "hombres que tienen
sexo con hombres" es inadecuado si se utiliza para designar un grupo, pero
resulta sumamente interesante para designar una práctica que recorre
el campo sexual y social. "El problema de hablar de HSH, como si se tratara
de un grupo, es precisamente que tiende a objetivar el concepto en los
grupos identificados por las categorías existentes de la disidencia
sexual, invisibilizando con ello a las otras prácticas homoeróticas
y a los otros hombres que además, muy probablemente, se encuentran
desprotegidos y en riesgo frente al sida por no tener una identidad sexual
vulnerable". Hablar de la existencia de esta realidad homoerótica,
finaliza el investigador, es sacar del clóset a la sociedad toda
y sus políticas de organización del deseo y asignación
de identidades. |