LETRA S
Julio 1 de 2004
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ls-hombres
 
La raza sabe cómo corre el agua

La epidemia del sida ha llevado a sacar del clóset a la diversidad de prácticas sexuales, consideradas "inconfesables", realizadas por amplios sectores de la población sexualmente activa. Una de ellas, el sexo entre varones, se ha revelado como una práctica extendida más allá de la población identificada como gay u homosexual. El deseo homoerótico existe y se expresa independientemente de la orientación u identidad sexual de las personas. Reconocer o no este hecho, tiene repercusiones importantes en la dirección de las políticas de prevención. En el siguiente texto se reseña un ensayo del antropólogo sonorense Guillermo Núñez Noriega, quien cuestiona los enfoques preventivos para combatir el sida y discute el uso del término "hombres que tienen sexo con hombres".

Antonio Contreras

Los programas preventivos dirigidos a hombres gay sólo llegan a una porción pequeña de los hombres con prácticas homoeróticas, pues estas prácticas se extienden más allá de quienes se asumen o identifican como gays. Un militar que por calentura, soledad o bajo los efectos del alcohol tiene sexo con otro hombre, por ejemplo, es improbable que se identifique a sí mismo como parte la comunidad gay. Las preguntas surgen inevitables: ¿quiénes son los hombres que tienen sexo con otros hombres?, ¿dónde están?, ¿forman una comunidad?, ¿el concepto describe identidades o comportamientos?

La categoría "hombres que tienen sexo con hombres" o HSH se utilizó inicialmente en la epidemiología con fines estadísticos. Junto a hombres homo y bisexuales se agrupó a otros varones que pudieron haberse infectado con el VIH por relaciones homosexuales, pero no se reconocían como tales. Guillermo Núñez Noriega, en su trabajo ¿Quiénes son los HSH?: Identidades sexuales, clase social y estrategias de lucha contra el sida, afirma que ese concepto empezó designando sólo una opción del comportamiento sexual masculino, sólo una práctica sexual, pero, a fuerza de utilizarlo, terminó erróneamente identificando a un grupo, a una fracción de la población e incluso a una comunidad. Una categoría que define una diversidad de identidades. Es decir, terminó reemplazando a las categorías de la diversidad sexual masculina ya conocidas y dejando fuera, una vez más, las múltiples posibilidades de expresión del deseo homoerótico.

El término "gay", presupone una identidad, un estilo de vida a partir de la orientación sexual. Generalmente se trata de hombres clasemedieros que asumen su sexualidad sin culpas y acceden a un mercado creado por y para ellos. Por lo mismo, tienen sentido de pertenencia a una comunidad que reclama y cuenta con información y educación en materia de sexualidad y salud, y exige derechos. Pero, ¿qué pasa con el resto de los hombres que tienen o han tenido una o muchas relaciones homosexuales en su vida sin saber siquiera de la existencia de identidades homoeróticas?
 
 

En tiempos de guerra, cualquier hoyo es trinchera

Los encuentros sexuales entre hombres están más extendidos de lo que se piensa. En México 85 por ciento de los casos de VIH/sida son de hombres que en su mayoría se infectaron por la vía sexual; de éstos, 60 por ciento está identificado como homo y bisexual y 32 por ciento como heterosexual, aunque a decir de Jorge Saavedra, director del Censida, 62 por ciento de los casos notificados como hombres heterosexuales corresponden en realidad a individuos con prácticas homosexuales.

Estamos ante un asunto no sólo de identidades sexuales, sino de clase social, afirma Guillermo Núñez: "No sólo la gente pobre se está infectando más ahora, sino además es gente que aunque tenga prácticas homosexuales no se identifica como tal. ¿Será por eso que no se sienten vulnerables?" El mismo autor asegura que algunos encuentros eróticos entre hombres se dan sin echar mano de la categoría gay. Se trata de hombres que "pueden vivir su homoerotismo en tanto que hombres. Es el caso de amigos y compañeros, de varones ya unidos por vínculos de afecto y confianza y que comparten su erotismo ocasionalmente como parte de una experimentación de manera más constante bajo situaciones específicas de cercanía corporal."

En uno de sus apuntes etnográficos, Núñez relata que en las estancias de meses juntos, compartiendo casa de campaña y caminos, es normal que los soldados se aparten un poco para masturbarse o que incluso lo hagan en grupo. "Otros más se apartan en pareja. La raza ya sabe cómo corre el agua y los deja ser..." Un día Joaquín y su CUAS (compañero único a seguir) acordaron hacerse una puñeta. Primero cada quien, por mano propia, pero luego el CUAS le dijo: "si me ayudas te ayudo". A partir de entonces lo hicieron muchas veces, "luego ya nos dábamos las nalgas, acá, de compas. El rollo era que me punteaba un rato y acababa allí, y luego yo. Pero todo a la sorda." Puntear significa estimularse eróticamente a través de la colocación del pene en el vestíbulo del ano, sin llegar a la penetración.
 
 

Siendo agujero, aunque sea de caballero

Un boletín de Onusida, sin citar fuente, señala que si se le pregunta a los hombres si han tenido relaciones homosexuales que conduzcan al orgasmo, se obtienen porcentajes de respuesta afirmativa oscilantes entre el 20 y 30 por ciento, mientras si se indaga si se considera a sí mismo como homosexual, los porcentajes varían del 4 al 17 por ciento.

Núñez Noriega, quien es investigador titular en el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, AC, en Hermosillo, Sonora, se pregunta ¿en qué condiciones de salud emocional y bajo qué riesgos de salud física se viven los encuentros eróticos entre hombres? Y responde: "Podríamos encontrar en este aspecto dos polos fácilmente identificables: por un lado, aquellos que suelen vivir estas experiencias en la semi-inconciencia del alcohol y, por el otro, aquellos que con plena conciencia gozan y aceptan sus aventuras eróticas y logran integrarlas en sus vidas de manera incluso más que ocasional (sin que esto signifique la adopción de la identidad gay u otra). En medio de estos polos campean los arrepentimientos momentáneos y los placeres que incitan a la reincidencia."

Otra nota de campo del mismo autor refiere un ligue entre un gay y un chero (vaquero). Este último, "en su papel de machín", sólo se dejó agarrar los huevos en la primera ocasión, narra el gay. Días después el vaquero "ya me agarró los huevos y me masturbó, para ayudarme, bien buena onda el bato." En otro encuentro posterior "le besé las nalgas y se dejó. Cuando menos me lo esperaba me di cuenta que estaba abandonado y me lo empecé a puntear, también me la mamó y yo sentí como que nunca lo había hecho. Se sacó de onda un rato, se echó un bote de cheve y ya. El bato resultó que está casado y hasta una niña tiene. Lo que me gusta de él es que es bien masculino. Se me figura que es de esos que se atreven una vez o de vez en cuando, pero les da culpita. O será que no se imaginaba lo que era capaz de hacer."

El Center for AIDS Prevention Studies, de la Universidad de California en San Francisco, señala que muchos de estos hombres luchan con tensiones personales, interpersonales y sociales que pueden limitar su capacidad de protegerse. Proteger su salud, afirma, no es necesariamente su preocupación principal, como lo son las motivaciones interpersonales de querer sentirse parte de algo, querer compañía y tener intimidad.
 
 

El silencio, regla de oro

Guillermo Núñez apunta que el deseo homoerótico es objeto de constantes negaciones, pero también y por lo mismo, de constantes proyecciones, sublimaciones y racionalizaciones. Agrega que el concepto "hombre" en México se aplica a alguien con autonomía, capacidad y libertad para decidir la satisfacción de una sexualidad que se supone intensa, siempre dispuesta. La "hombría", como identidad sexo-genérica, dice, se expresa en minimización del riesgo y en actitudes temerarias, en la búsqueda de aventuras, de cotorreos, así como en formas de sociabilidad donde el alcohol y otras drogas pueden estar presentes. Los hombres consideran que tienen la capacidad de juzgar cuándo una persona es segura y cuándo no para tener relaciones con ella.

Un último testimonio ubicado en un campo agrícola retrata comportamientos de ciertos jornaleros migrantes, "gente muy sola, lejos de su familia, de sus amigos, de su pueblo." Un jornalero y un hombre gay se conocen en una cantina. Ya en la cama, completamente desnudos, el jornalero sólo se dejaba acariciar, comenta el gay, "cuando de repente el tipo como que me mira y me mira los genitales, de pronto se decide y empieza a hacerme sexo oral. No cojimos, pero pude haberlo penetrado cuando estábamos en la regadera, de hecho lo puntié. Luego él quiso cogerme, pero nunca pidió un condón. Me impresionó porque en mi experiencia, por ejemplo con los militares, éstos casi siempre traen condones o te preguntan si tú traes. Me llama la atención esa disposición, esa manera de cotorrearla, porque el bato no se ve que sea gay, yo creo que ni sabe qué es eso. Ni siquiera se lo pregunté porque eso no se pregunta. Una regla de oro cuando tienes una relación con alguien así, pues que ves que no es gay, que es masculino, es no preguntar eso. Ni al caso. Todo queda entre uno y la otra persona, como un secreto, es una forma de respeto ese silencio."

A partir de su investigación etnográfica, Guillermo Núñez concluye que el concepto "hombres que tienen sexo con hombres" es inadecuado si se utiliza para designar un grupo, pero resulta sumamente interesante para designar una práctica que recorre el campo sexual y social. "El problema de hablar de HSH, como si se tratara de un grupo, es precisamente que tiende a objetivar el concepto en los grupos identificados por las categorías existentes de la disidencia sexual, invisibilizando con ello a las otras prácticas homoeróticas y a los otros hombres que además, muy probablemente, se encuentran desprotegidos y en riesgo frente al sida por no tener una identidad sexual vulnerable". Hablar de la existencia de esta realidad homoerótica, finaliza el investigador, es sacar del clóset a la sociedad toda y sus políticas de organización del deseo y asignación de identidades.