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México D.F. Jueves 1 de julio de 2004
Olga Harmony
Yo también quiero un profeta
Desde la terrible frivolidad del título -tomada de una frase de la Amiga de Salomé- la nueva obra de Ximena Escalante muestra una de sus dimensiones: la cosificación o deshumanización del otro a través de la tiranía y la tortura, muy presente en estos tiempos como lo ha sido en la parte oscura de la humanidad. La dramaturga retoma la historia bíblica de Salomé -tan vigente en la literatura, la ópera y las artes plásticas- pero desde un punto de vista que va más allá de lo anecdótico, para mostrar, como ya lo hiciera en Fedra y otras griegas, el despertar de la sensualidad en una adolescente y cuestionar a la familia, pero con vetas que la hacen diferente. Una, que está muy a la vista, es el de la posesión de una persona por otra, no sólo el Profeta encarcelado (''ƑMe lo prestas?", dirá la Amiga), sino de otros personajes, como Herodías que siente que siempre ha sido un objeto y que a su vez le dice a Herodes: ''Ya tienes un verdugo, un pintor, una amante, Ƒte consigo un bufón?" O el verdugo, principalísimo personaje en este texto, que sólo cobra autonomía a partir de la presencia del Profeta (que incidirá a su modo en cada uno de los personajes del drama) y que se pensará poeta, apoderándose del poema -la amada- de la única manera que conoce. Salomé se rebela al decirle a su madre que ella no le pertenece.
Otra veta muy interesante de la obra es el rechazo de la autora a la copia fiel de la realidad. Lo hace, en el desprecio que tiene el verdugo, ahora alerta a la belleza, por el lienzo realista del pintor que no es más que ''un fiel retrato". Pero también al incorporar elementos simbólicos, como es esa comunicación secreta del Profeta ya enmudecido con los otros y, sobre todo, con la presencia de la Sombra que responde a la petición que hace Herodías a la Bruja de que la descargue de ese peso que siente, y que es la culpa, tanto por sus repetidos matrimonios casi incestuosos, como por la matanza de los inocentes perpetrada por su primer marido, Herodes Filipo. Es de notarse que tanto el Verdugo, que dice al Profeta que ambos cumplen con su trabajo como la Sombra, que habla de finalizar su labor, se asumen como abstracciones de un orden superior lo que, aunado a que la mayoría de los personajes son caracterizados sin nombre propio -la Amiga, el Profeta, la Amante, el Pintor, el Verdugo, la Bruja- acerca mucho este texto al expresionismo.
Ximena Escalante tiene mucho talento y muy buena suerte, al ver representadas sus dos primeras obras de manera excelente (o se podría decir al revés, que lo interesante de su escritura tienta a muy buenos directores). En este caso, Martín Acosta ha llevado su montaje de manera muy inteligente, yendo de la gran lentitud de los primeros parlamentos hasta la velocidad de las últimas escenas de tal modo que contrasta la frivolidad de la escena de las dos jovencitas con el modo casi ritual en que hablan, hasta los gags escénicos que subvierten la gravedad de lo que acontece al final, sin escatimar ese último momento de Salomé, desnuda y ensangrentada, aullando la muerte del Profeta, que es una imagen teatral muy poderosa.
La estupenda escenografía de Jorge Ballina, con esos paneles de mosaicos que se mueven para cambiar de escenario y con las oquedades que son la prisión del Profeta, y el vestuario de Tolita y María Figueroa, son grandes apoyos para la escenificación. El elenco es bueno, aunque con algunas diferencias actorales. Guillermina Campuzano como Salomé, ofrece lo que el director le pide y su tránsito de la frívola muchacha a la fiera del final es excelente; José María Yázpik como Herodes Antipas, prepotente y atormentado, Alejandro Calva como el Verdugo en la mejor actuación de su carrera, Dora Cordero como Herodías y Carolina Politti como la danzante Sombra, muy exactas, Marinela Cataño ingenua y sensual como la Amiga, Raymundo Pastor como el Pintor apenas destaca, bien Talía Marcela como la Bruja, menos acertada la linda Marissa Saavedra como la amante y muy conmovedor en su pasividad Roldán Ramírez como el Profeta.
Cabe señalar lo dicho por el director, al dar agradecimientos a los que ayudaron a pegar los mosaicos (y en el programa de mano a quienes prestaron vestuario y equipo) acerca de la falta de interés de las autoridades por el teatro, que no es otra cosa que los pavorosos recortes al INBA y a la cultura artística que estamos padeciendo.
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