GARGANTA SEDIENTA | 28 de junio de 2004 |
Ronald Buchanan Mientras Winston Churchill rechazaba a cualquier proveedor de puros que no fuera de La Habana, en los asuntos concernientes a la energía era enfático: la seguridad reside en la diversificación de la oferta, aseguró a la Cámara de los Comunes hace más de 90 años. Hoy día los dirigentes chinos, formados en la doctrina de Marx, Engels y Lenin, siguen los consejos del viejo guerrero capitalista. Para alimentar el poderoso motor de su desarrollo industrial, China está empeñada en diversificar sus proveedores de energía primaria además de los combustibles que emplea para generar electricidad. Por los errores que se cometieron en este campo, el sendero de progreso en un principio distaba mucho de ser luminoso, pero ya hay signos de luz. Hasta 1994, China era autosuficiente en petróleo; ahora es el segundo importador más grande del mundo, después de Estados Unidos. Produce unos 3.5 millones de barriles al día de crudo (aproximadamente lo mismo que México), pero consume más de 6 millones, debido al crecimiento vertiginoso de industrias, como las del acero, aluminio y plásticos, que tragan el petróleo como se supone que los cosacos beben el vodka. En los últimos cuatro años, 40 por ciento del incremento de la demanda en el mercado mundial de petróleo ha provenido de China. Para enfrentar esa necesidad se reorganizó la industria estatal de petróleo en 1998. Antes, la China National Petroleum Corporation (CNPC) había sido la empresa de exploración y producción mientras que Sinopec se especializaba en la refinación y la petroquímica. En la nueva estructura, ambas están integradas como las petroleras internacionales más importantes, pero con un perfil regional, Sinopec en el sur y CNPC en el resto del país. Hay otras empresas estatales, como China National Offshore Oil Corporation (CNOOC) que perfora en los mares, y también subsidiarias, como Great Wall Drilling Company, la filial de la CNPC que perfora en Tabasco como contratista de Petróleos Mexicanos. CNPC y Sinopec se deshicieron de muchas de las prestaciones que ofrecían a sus trabajadores, como hospitales y unidades habitacionales, y "adelgazaron" de manera importante una fuerza laboral que se consideraba demasiado numerosa, según las normas internacionales. Fue entonces, entre 2000 y 2002, que las dos empresas estatales se lanzaron a las bolsas de Nueva York y Hong Kong, con ofertas de participaciones accionarias minoritarias que recaudaron más de 6 mil millones de dólares de capital, principalmente de BP, Shell y ExxonMobil. Son operaciones que llaman poderosamente la atención como indicios del enorme interés de las empresas trasnacionales para invertir en China. Las petroleras internacionales son dueñas de más de la cuarta parte de las empresas estatales chinas, pero ni un solo representante tienen a cambio en sus consejos de administración. No en todo, sin embargo, han mostrado un buen olfato de negocios los camaradas chinos. Un complejo de proyectos en Kazajistán que supuestamente iba a garantizar suministros de petróleo y gas a cambio de una inversión de 9.5 miles de millones de dólares por parte de CNPC, a la postre resultó de unos 320 millones. Las ambiciones de Sinopec de invertir en el mar Caspio fueron frustradas por falta de maña; las trasnacionales eran más hábiles en maniobrar y China quedó excluida de una fuente de suministro importante. Pero, eso sí, han aprendido los chinos. La compra en 1.2 miles de millones de dólares de una participación mayoritaria en un proyecto en Sudán se considera todo un éxito, y la lista de países donde la CNPC tiene concesiones incluye Venezuela y Perú. También la CNOOC mostró agudeza en adquirir participaciones en proyectos de gas en Australia e Indonesia a cambio de contratos a largo plazo para el suministro de gas natural licuado (GNL) a terminales en China. Pero mientras sus petroleras andan detrás de más oportunidades de inversión en el exterior, también se busca la diversificación interna. Los proyectos de GNL acompañan una estrategia para aumentar la producción nacional de gas, del cual las reservas andan en 53 billones de pies cúbicos (las de México son unos 15 billones). Pero más de 60 por ciento de la generación eléctrica todavía es a base de carbón, del que China es tanto el productor como el consumidor más grande del mundo. Tan es así que una baja en sus exportaciones ha impulsado los precios del carbón a sus niveles más altos en más de 20 años. La necesidad de incrementar la capacidad de generación eléctrica es inmensa, debido a los faltantes que impiden las inversiones en varias regiones. Sólo este año y el próximo, se proyecta construir plantas con un total de 50 mil megavatios (MW), aproximadamente todo lo que tiene instalado México. Aquí, el proyecto hidroeléctrico de El Cajón, en Nayarit, ha sido nombrado "la obra del sexenio" con una capacidad instalada de 750 MW, pero Tres Gargantas, en el río Yangtze, tendrá 26 unidades, cada una con 700 MW de capacidad. No es el único caso similar: un proyecto en el río Amarillo tendrá 25 plantas capaces de generar 15 mil 800 MW. Parece que la palabra "Pidirega" no existe en China; ambos proyectos dependen de colocaciones en las bolsas de valores. Y mientras la única planta nuclear de México Laguna Verde, en Veracruz tiene una capacidad de mil 300 MW, China ya tiene nueve con 6 mil 500 MW, e igual cantidad en construcción o licitadas, como el primer paso hacia un total de 40 mil MW en 2020 § Foto: AFP |