México D.F. Miércoles 23 de junio de 2004
Ava Vargas y Ariel Zúñiga unen
esfuerzos para presentar exposición fotográfica
Recorrido por el universo erótico de Pierre
Louÿs y Hans Bellmer
Incluye 12 imágenes captadas por el novelista
y poeta francés y 15 tomadas por el pintor y escultor alemán
Concluirá el 24 de julio y se puede visitar previa cita por teléfono
MERRY MAC MASTERS
El novelista y poeta francés Pierre Louÿs
(1870-1925) utilizaba sus fotografías hechas de las mujeres con
las que entablaba relaciones, como material de trabajo para sus novelas
eróticas. Inclusive las pegaba en sus diarios para apoyar sus recuerdos.
Por
su parte, el pintor y escultor alemán Hans Bellmer (1902-1975),
allegado a los surrealistas, aprendió a tomar fotos porque no le
gustaron los retratos que conocidos suyos hicieron de su máxima
creación: una extraña muñeca articulada, de tamaño
real, con obvios tintes eróticos.
Aunque no se conocieron en vida por cuestiones de edad,
Pierre Louÿs y Bellmer coincidieron en la revista francesa La investigación
de la fotografía, en su número de 1988 dedicado al erotismo,
así como en el libro El ojo desnudo. Grandes fotografías
del desnudo (1987), cuya selección e introducción estuvieron
a cargo del fotógrafo inglés David Bailey.
Refinadas evocaciones literarias
El coleccionista de fotografía Ava Vargas, quien
posee 12 imágenes tomadas por el autor de Las canciones de Bilitis
(1894) y Afrodita (1896), y el cineasta Ariel Zúñiga,
dueño de cinco imágenes coloreadas a mano, así como
10 en blanco y negro de Bellmer, decidieron unir fuerzas para armar la
muestra Fotografías de Hans Bellmer y Pierre Louÿs que
se puede visitar estos días y hasta el 24 de julio en Ava Vargas
Photographic Works, previa cita al 5211-4426.
Desde
temprana edad Pierre Louÿs, seudónimo de Pierre Louis, se sintió
atraído por el mundo de las letras. En un principio se vinculó
con el Parnaso, pero más adelante formó parte de la escuela
simbolista. En 1892, Louÿs escribió un soneto junto con Stéphane
Mallarmé con motivo de su 50 onomástico.
Un año antes el joven había fundado la revista
La
Conque, en la que se se publicaron textos de André Gide -su
amigo desde la escuela-, Mallarmé, Paul Valéry y Paul Verlaine.
También fue muy amigo del compositor Claude Debussy.
Las evocaciones refinadas de Pierre Louÿs, por no
decir reinvenciones, de la sociedad de la Grecia helénica llegaron
a ser muy populares en Francia y el mundo de habla inglesa, en especial
debido a la naturaleza algo arriesgada de obras como Afrodita y
Las
canciones de Bilitis, que tomaron sus temas y estilo de la poeta lésbica
Safo.
En toda una trampa literaria se convirtió Las
canciones de Bilitis, ya que sus poemas en prosa acerca del amor sáfico,
que ostentaban ser traducciones del griego, engañaron inclusive
a los expertos.
Por su parte Afrodita, novela que representaba
la vida cortesana en la antigua Alejandría, hizo famoso a su autor
y se convirtió en best-seller.
Un erotómano
Pierre Louÿs era más bien desconocido como
fotógrafo, apunta Ava Vargas. La película de Luis Buñuel,
El
discreto encanto de la burguesía, se basó en un cuento
del escritor francés quien radicó muchos años en España.
También le encantaban las jovencitas, gusto que lo emparentó
con Lewis Carroll.
Sin embargo, en las fotografías del autor de Alicia
en el país de las maravillas hay un punto del que no pasa. Vargas
explica:
''No hay tanta obsesión con si están desvestidas
o no. En Pierre Louÿs hay algo más cínico, entonces
da el paso siguiente. Es un erotómano".
El coleccionista llegó a contar 35 imágenes
en una de las libretas que Pierre Louÿs usaba como diario.
Bellmer, por su parte, fue enviado por su padre a la escuela
de ingeniería en Berlín, donde permaneció un año.
Después trabajó como diseñador de portadas de libros
y artista gráfico de la publicidad. En algún momento entabló
amistad con el hacedor de muñecas y diseñador de vestuario,
Lotte Prinzel, quien había ayudado a Oskar Kokoschka a construir
una compañera de tamaño natural.
En 1932 Bellmer presenció una función de
Los
cuentos de Hoffman, de Offenbach, donde aparecía la muñeca
Olimpia que le despertó el interés por hacer una, pero articulada.
De acuerdo con Ariel Zúñiga, Bellmer primero
se inspiró en una muñeca que usaba Durero para sus dibujos.
Financiado
en secreto por su madre -su padre se había afiliado al partido nazi-,
Bellmer construyó su primera muñeca en 1933.
Para resolver el problema de cómo articularla,
hizo una especie de esfera-vientre hasta que obtuvo la libertad total de
movimiento de la figura. Esta efigie de una chica adolescente estaba hecha
de papel maché y yeso moldeados sobre una armazón de madera
y metal. El cuerpo entero podía ser ensamblado y rensamblado como
una máquina.
Bellmer pidió a varios conocidos que hicieran fotos
de su escultura, pero como no lograron captar lo que tenía en mente,
él mismo aprendió a captar sus propias imágenes.
El libro La muñeca (1934), producido y publicado
de manera particular en Alemania, contiene 10 fotografías en blanco
y negro de la primera muñeca de Bellmer, colocada en varios tableaux
vivants (cuadro vivo). También llegó a pintar sus fotos
a mano, inclusive hacía sus propias anilinas.
Hubo varias versiones de la muñeca original. Una
segunda, construida en 1935, se hizo de pegamento y papel de china, formada
con herramientas y pintada para parecer carne.
Más flexible que la primera, consistió en
varias rótulas de madera y apéndices que giraban alrededor
de una rótula central. Bellmer tomó más de 100 fotografías
de esta segunda muñeca.
Al respecto, la curadora Therese Lichtenstein ha escrito
que ''sus innumerables arreglos del cuerpo vinculan sus fantasías
de jóvenes adolescentes como víctima pasiva y seductora poderosa
con los temas de nostalgia y erotismo. También ligan su trabajo
con el deseo ambivalente por, al mismo tiempo que rechazo del cuerpo femenino,
de los surrealistas franceses".
Arte contra el fascismo
Clasificado por lo general como surrealista, Bellmer en
realidad empezó a construir su muñeca con el objetivo político
de oponerse al fascismo del Partido Nacionalsocialista en Alemania, anota
Lichtenstein. Así que las poses poco convencionales o ''degeneradas"
de sus muñecas tenían como destino el culto del cuerpo perfecto
que entonces se imponía en Alemania.
Las muñecas son representadas en un estado constante
de alteración, multiplicación y recombinación, a veces
con una apariencia retorcida o amarrada, y en ocasiones con la carencia
de partes corporales o brotando juegos adicionales de miembros.
De acuerdo con Zúñiga, el gran logro de
Bellmer fue ver una foto suya publicada en la portada de la revista surrealista
Minotauro,
en diciembre de 1934.
A raíz de conocer a Max Ernst hicieron varios cuadros
juntos. En 1957, Bellmer publicó La anatomía de la imagen,
libro que tardó 20 años en escribir, que explica el por qué
de su proceso y qué pretendía obtener con su muñeca.
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