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México D.F. Jueves 17 de junio de 2004
Margo Glantz
Una mirada adversa
La semana pasada estuve en Berlín, de allí volé a Cracovia, bella ciudad intacta, no como Varsovia, casi destruida por los nazis. Una nota entusiasta y reciente, publicada en una revista de modas francesa, anuncia: ''šCracovia se localiza en Polonia y desde el 1Ŷ de mayo es ya europea!" Curiosa acotación, si cabe el eufemismo.
Esta ''nueva" ciudad de ''la Unión Europea" (el 15 de junio, tibias elecciones) llena de contrastes tiene un bosque de árboles altos, verdes, alrededor de la ciudad antigua, el Planty. Entro a una iglesia solitaria (una en cada esquina), al fondo, como estatua, una monja dominica: traje perfecto, negro y blanco, almidonado.
Desemboco en la gran plaza del Mercado (Rynek Glowny), entro a la basílica de Santa María (Mariacky) construida entre 1287 y 1320, restaurada en el siglo XIX, con el más grande altar gótico de Europa, abierto de par en par; la Virgen María dormida y escenas de su vida, alrededor famosos vitrales, frescos de Jan Matejko, cuyo museo está cerca. La iglesia, repleta; se ruega a los turistas no entrar durante los servicios, finjo una gran devoción, me coloco cerca de la puerta y una señora mayor me ofrece un asiento a su lado y me obliga a asistir a todo el servicio; oficio muy solemne con coros y órgano, varios curas suntuosos, oraciones en latín, todavía (se agradece), muchos hombres, mujeres, viejos, niños, se persignan, se hincan, toman agua bendita. Visito también Kazimiercz, el barrio judío, casi intacto con su cementerio y sinagogas en pie, pero depredadas.
En la ópera representan Orfeo y Eurídice. Puesta en escena extraordinaria, un bosque de columnas, los novios vestidos de blanco, los invitados -miembros del coro- con trajes de colores y guirnaldas. La escena muda de repente: Orfeo se lamenta, los invitados transformados en dolientes, ya de traje oscuro. Una contralto entona el treno; a instancias del Amor, travestido de gitana, descenderá a los infiernos en busca de su amada, antes encontrará a las almas en pena, luego a las coristas vestidas como novias y veladas; desveladas de repente, ninguna es Eurídice: Orfeo se derrumba. Cuando ella reaparece se inicia el combate, la mirada adversa. Como en el mito, la muerte golpea de nuevo. Orfeo canta enternecido su dolencia y con un puñal intenta suicidarse. Amor interviene y resucita a Eurídice. Gluck no soportaba -ni su público- los finales infelices.
De la estación central salen los autobuses y los trenes para Auschwitz, Oswiecim, en polaco. A las afueras del campo una fábrica de ladrillos y un anuncio que me sobresalta: Muzeum Auschwitz. En el estacionamiento grandes camiones de turismo con grupos de todas las nacionalidades: alemanes, polacos, estadunidenses, franceses, italianos. Al entrar al campo el cínico y conocido letrero Arbeit macht frei: el trabajo libera. En una pequeña plaza, junto a la cocina, la orquesta del campo tocaba para agilizar las entradas y las salidas de los prisioneros.
''Cada holocausto -se lee en una de las salas, debajo del retrato de Jean Améry- empieza con la violación de los derechos humanos y termina en las cámaras de gas". Recorro pasillos larguísimos con retratos de prisioneros sin cabellos, ropas rayadas, ojos desmesurados, una mujer rapada es idéntica a Kafka; al lado, las letrinas, los lavaderos, las celdas de castigo, las horcas portátiles, los montones de cabello, los zapatos, las valijas, los cepillos de dientes, las dentaduras.
''Nosotros los muertos acusamos", dice un poeta anónimo en polaco.
En Birkenau (Brzenzinka), lugar estratégico (uno de los más importantes centros ferroviarios de la región), las alambradas, las vías del tren donde llegaban los vagones cargados de deportados, seleccionados de inmediato, algunos para el trabajo, los demás a las cámaras de gas y cremados en los cuatro crematorios semiderruidos por los alemanes en su precipitada huída del campo cuando fue liberado; un paredón para las ejecuciones, un estanque de cenizas humanas y varios barracones con tres pisos de literas y colchones de paja. En las ventanitas, telarañas.
Un monumento para las víctimas, varias lápidas enormes en todos los idiomas de los condenados. Deposito una piedrita en la lápida con caracteres en hebreo, otra (las he agarrado del crematorio más cercano) en la que se lee una oración en ladino.
De Auschwitz es imposible hablar, dijo Adorno.
ƑSerá que, como dijo Pedro Páramo, los muertos no retoñan?
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