México D.F. Martes 15 de junio de 2004
Javier Aranda Luna
Los patriotas
Uno de los episodios más oscuros del México contemporáneo es el de la llamada guerra sucia. Sucia porque en la guerra, aun en ella, existen reglas y en las décadas de los 60 y 70 eso no ocurrió en el país. Son los años en que el Estado se criminalizó para eliminar la disidencia. Los años de la patria entendida como patrimonio de unos cuantos. Los años en los que una buena parte de los gobernantes justificaron la barbarie que hoy vislumbramos con horror.
Julio Scherer y Carlos Monsiváis han practicado, como pocos, un periodismo duro y crítico del poder de manera constante. Continúan esa tradición periodística del siglo XIX mexicano que diseccionó, con minucia, los entretelones de los poderosos, los actos del Estado bárbaro que reprime y siembra calaveras. Scherer y Monsiváis hoy refrendan esa apuesta periodística con un libro ejemplar: Los patriotas. De Tlatelolco a la guerra sucia publicado por Nuevo Siglo Aguilar.
Se trata de un trabajo que conjunta dos visiones con un sólo objetivo: conjurar al olvido. La desmemoria ha sido uno de los principales males de nuestra sociedad porque ha permitido la permanencia de la impunidad. La fórmula parece sencilla: no hay impunidad sin olvido, no existe justicia sin memoria. Y la construcción de una memoria social sirve para no aceptar únicamente lo obvio: la responsabilidad de Díaz Ordaz por la matanza del 68 o la de Luis Echeverría por ese mismo hecho y los años de la guerra sucia.
Gracias a libros como Parte de guerra y Los patriotas. De Tlatelolco a la guerra sucia, ambos de Scherer y Monsiváis, es posible vislumbrar las complicidades de una mentalidad de exterminio que no se limita a unos cuantos nombres. También nos permite entender, de manera clara, que el telón de fondo de la represión ha sido, de modo constante, la desigualdad social. ''Sin ubicar la importancia suprema de la desigualdad -escribe Monsiváis- no se entienden ni la resistencia ni los 'escarmientos'".
Los años del ''desarrollo estabilizador" o de la ''apertura democrática" son seguramente algunos de los episodios más oscuros en la historia del México contemporáneo. Son los años en los que el concepto de derechos humanos ni siquiera era una entelequia, en los que las demandas obvias de libertad de expresión que hoy ni se discuten fueron motivo para el encarcelamiento, el exterminio, la represión brutal. Son los años en los que la ley es legal aunque sea anticonstitucional.
Aunque parezca obvio conviene señalarlo: Los patriotas. De Tlatelolco a la guerra sucia es una lectura doble sobre un mismo asunto. No sólo es doble porque lo escriben dos periodistas, sino porque las perspectivas desde las que abordan ese parteaguas de nuestra historia son realmente muy diferentes.
Scherer ha sido, desde la época del verdadero Excélsior, un interlocutor directo de los hombres del poder. Monsiváis, un cronista agudo que ejerce la crítica como militancia. El interlocutor de los poderosos inquiere con malicia, con rapidez, ata cabos en y con las conversaciones, investiga archivos.
El cronista se atiene a las consecuencias del ejercicio del poder, las desmembra, disecciona la lógica de los actores, selecciona cada hecho de resonancia social para contribuir a la construcción de la memoria historica. Y esta doble lectura nos permite ver, entre otras cosas, que los patriotas de antaño, los heraldos negros de la historia tienen linaje y por desgracia descendencia entre nosotros.
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