México D.F. Lunes 14 de junio de 2004
Hermann Bellinghausen
La de cosas que ven los ciegos
Quien ha tratado con ellos sabe que los ciegos verdaderos ven más de lo que se cree. Y más de lo que aparece a primera vista.
Así fue como me atreví a creerle al ciego Adolfo su versión, cuando me llevó a relacionar cosas que yo no había asociado. Más allá de que no sé qué idea de "bonita" tiene un invidente, en el caso de Melidia acertó.
-Conozco bien la voz de Vladi, así que percibí el cambió en cuanto esa mujer entró. Como es el jefe del departamento, y se las da de irresistible y astuto, reacciona en automático con la hembra que se aparezca. Le conozco el olor cuando secreta una humor asociado con la testosterona. Es tan predecible; y la mujer que entró tenía por su parte un aroma desconocido. También eso le afectó a Vladi el tono de voz. Por supuesto, él era quien hablaba en esos momentos.
Adolfo es el filólogo del departamento, pero le han hecho fama de síquico, siendo que es la persona más corporal, física y concreta que se pueda uno encontrar.
-A casi cualquier hombre se le nota cuando se dirige a un mujer, y más si la considera atractiva. No sé quién nos educa en ser tan obvios. Pude ver en Vladi los ojos que clavó en Melidia apenas cruzó la puerta de la sala.
-ƑCómo va a ser, Adolfo? ƑViste?
-No sólo. También supe que ella ni lo miró. Si alguien le interesaba en la sala no era Vladi. Como todos los que lo rodeaban eran pasantes, muchachos que siempre se dejan apantallar por él y a él eso le encanta, pensé que la recién llegada sería otra pasante. Apenas conocía yo a Brines. Lo suficiente para considerarlo gente seria, un poco demasiado reservado, como si ocultara algo importante de sí mismo más por precaución que por vergüenza. Sólo a él podía estar buscando Melidia, descubrí de pronto. De Brines generalmente no me enteraba cómo olía, o no me fijaba, pero esa tarde hagan de cuenta que le exprimieron el sudor de la ropa interior, si es que usaba.
-ƑLo dudas?
-Con gente como Brines no se sabe. Es evidente que su existencia real sucedía lejos del Instituto.
-ƑQuieres decir que tenía "doble vida"?
-Quién no, hermanito. Quién no.
Sostiene Adolfo que de entonces le vino a Vladi una crisis del ego, y la debilidad de no admitirlo desencadenó un ocaso temporal de su carisma. Anduvo inseguro y retraído un tiempo considerable. Apenas se anda reponiendo ahora que ingresó la nueva promoción de pasantes, ante quienes nuevamente logra representar su papel de Muy Chicho.
Melidia vino a entregarle a Brines unos archivos que Brines había solicitado públicamente en el reciente Simposio de Jalapa. A partir de su aparición en el Instituto esa tarde, Melidia pasaba a recoger a Brines, que no usaba coche.
En la esquina de la sala donde se amuralla tras sus audífonos para escuchar música clásica y concentrarse en sus lecturas y notas Braille, Adolfo registra cuanto acontece alrededor. Ahora lo observo con más atención, desde que me di cuenta cuán fuerte es su sexto sentido.
-Ni chance tuvo Vladi de llamar la atención de Melidia, más bonita y abusada que cualquiera, pero absolutamente ciega y sorda para Vladi, un tipo más que visible y de voz ineludible.
Los que creíamos que Brines era gay, y que ese era su secreto, nos perdimos. Entonces, Ƒcuál era su secreto? Ya no lo sabremos, pues emigró con Melidia el mes pasado, y la única referencia que dio es que se iba lejos. Ni se molestó en renunciar al Instituto. Según la versión de Adolfo, todo indicaría que su partida calmó los desasosiegos de Vladi, quien ha vuelto a su seguridad acostumbrada.
-Pero los olores se le agriaron a nuestro jefe de departamento -remata el ciego Adolfo con regocijo mal disimulado en su rincón de la sala de juntas del ala norte del Instituto.
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