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México D.F. Lunes 14 de junio de 2004
La única confrontación entre aficionados
fue simbólica, a nivel de playeras
Las tres horas de quietud en que la capital de la República
se pintó de dorado y azul
La difusión por televisión abierta frustró
promociones de 2x1 de bares y restaurantes
Para
ser domingo, la capital de la República se levantó temprano.
La final de futbol entre los Pumas de la UNAM y las Chivas Rayadas del
Guadalajara hizo que cientos de aficionados, entre grupos de amigos, estudiantes
y familias enteras, madrugaran más que en un día hábil,
todo para ganar buen lugar en las filas que antes de las 9 de la mañana,
cuando se permitió el ingreso, ya se habían formado en los
accesos del estadio olímpico México 68; algunos hasta pernoctaron
allí.
El cerco impuesto desde las 5 de la mañana por
la policía capitalina (Granaderos, agentes con perros y Policía
Montada) en esa zona de Ciudad Universitaria (CU), pareció reforzarse
con los grupos de vendedores ambulantes, a los que se permitió instalarse
una hora después, y de aficionados sin boleto o con boletos clonados
que deambulaban alrededor del estadio.
La confrontación entre los seguidores de ambas
escuadras sólo se dio en las porras y por playeras que al por mayor
se vendieron fuera del estadio: "Gatitos ¡a huevo!" vestían
seguidores del Guadalajara; "¿Gatitos? ¡Ni madres! ¡Campeones!",
reviraban en sus camisetas los fanáticos del equipo universitario.
De ahí no pasó, no hubo otros choques.
Mientras duró la contienda, las principales avenidas
y el transporte público lucieron vacíos. La difusión
del partido por la televisión abierta hizo fracasar las promociones
"dos por uno" en muchos bares y restaurantes del centro y sur de la ciudad,
pues luego del estadio universitario, los lugares más concurridos
para verlo fueron las casas de parientes, los puestos de barbacoa, pancita
y birria con televisión improvisada, pero también plazas,
como el centro de Coyoacán, donde la delegación instaló
una pantalla gigante.
La calma que prevaleció en la ciudad durante tres
horas, apenas sacudida por los gritos que estallaban desde casas y algunos
restaurantes ante los lances de los jugadores, quedó rota por completo
al filo de las 15 horas, cuando las Chivas fallaron su último penal.
Así, con el éxodo de los aficionados de CU un concierto de
bocinazos y goyas universitarios recorrió las calles de la ciudad
durante varias horas, para concentrarse alrededor del Angel de la Independencia
donde continuó el festejo.
Otras concentraciones
El sur del Distrito Federal se convirtió en territorio
de Pumas. Los negocios de carnitas, barbacoa, pancita o birria instalaron
enormes televisiones y superaron la demanda de los restaurantes familiares
y bares. También se abarrotó la zona del kiosko del centro
de Coyoacán, donde la carpa colocada por las autoridades delegacionales
resultó insuficiente y muchos debieron conformarse con escuchar
la narración del partido.
En contraste, en el norte de la capital, avenidas como
Insurgentes, Paseo de la Reforma y Eje Central Lázaro Cárdenas
lucieron vacías, incluso con negocios cerrados. Aunque en los puestos
de periódicos era común encontrar televisores o radios encendidos,
la voz de los cronistas hacían que más de un transeúnte
se detuviera algunos minutos para preguntar si el marcador seguía
en ceros.
En la Zona Rosa los jóvenes prefirieron concentrarse
en alguno de los restaurantes o bares de Génova y Hamburgo para
ver "con los cuates" el partido en una pantalla gigante. Los bares de la
cadena Sanborns no se llenaron totalmente, pese a la promoción del
2x1 futbolero, en cambio antes del mediodía en el Salón Corona,
ubicado en Bolívar, ya no había lugar; igual ocurrió
en locales de las colonias Roma y Condesa.
En diferentes estilos, ya con rayas satinadas o pequeños
escudos en el pecho, el dorado y azul del equipo de la UNAM salpicaron
durante casi toda la mañana los asientos verdes y los andenes de
la línea 3 del Metro. Colores que uniformaron también a taxistas,
choferes de microbús, voceadores, comerciantes, fritangueros, y
no sólo a estudiantes o egresados de la institución que llegaron
a CU en atiborrados microbuses, autobuses, camionetas y automóviles
particulares. Mientras, los seguidores del Guadalajara arribaron al ala
sur del estadio en camiones foráneos, custodiados por la policía
capitalina desde el Monumento a la Revolución para hacerlos ingresar
por la puerta K.
En el ambiente impregnado por el estiércol de los
40 caballos de la Policía Montada, la ola de vendedores ambulantes
de tacos de canasta, helados y fritangas invadió los prados aledaños
al estadio de CU, ya que sólo unos pocos pudieron instalarse afuera
de los principales accesos, los que tenían gafete del Patronato
Universitario, al que pagaron 2 mil 700 pesos por los juegos que duró
la temporada. A ellos se sumaron las carpas con diversos souvenirs:
playeras en diferentes estilos y tamaños (solo variaban los colores
Pumas y Chivas), cachuchas, llaveros, almohadas, juguetes, banderas y banderines
(sin palos, porque estaban prohibidos) hasta el de improvisados negocios
como el de "guarda-cinturones", prenda que los aficionados fueron obligados
a dejar por las medidas de seguridad y por cuyo resguardo debieron pagar
10 pesos.
SUSANA GONZALEZ, RAUL LLANOS, JOSEFINA QUINTERO Y GABRIELA
ROMERO
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