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E C O N O M I A
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México D.F. Lunes 14 de junio de 2004

León Bendesky

Frentes

Es junio de 2003, la fecha indica que aún falta buen trecho para que termine este gobierno y son muchos los frentes de conflicto que están abiertos. Pero en el país no existen las estructuras políticas, suficientes y efectivas, para lidiar con los asuntos que están en disputa. Este es un momento en que todas las partes involucradas tienen que reflexionar bien lo que hacen, de lo contrario en esta sociedad aumentará la incertidumbre y la desconfianza. Ellas surgen de un periodo ya muy largo de conducción errónea de los asuntos públicos que no empieza a resolverse y se reproducen como una enfermedad que se agrava y de la que finalmente nadie se escapa.

Las sociedades y sus líderes en los distintos campos de la vida colectiva tardan demasiado en ocasiones para darse cuenta del deterioro que sufre lo que soporta la participación individual en las cosas que son del ámbito de la comunidad. En México estamos en una de esas ocasiones y a punto de ver cómo se desfonda la capacidad de sostener la existencia en común.

Estamos siendo muy lentos para reaccionar, a pesar de que las evidencias de lo que ocurre son muy claras. Las relaciones del poder en este país son muy pegajosas. Así ocurre en todas partes: en la Italia de Berlusconi o en el Estados Unidos de George W. Bush. No es esa viscosidad la que sorprende, pero lo que no debe perderse de vista es la fragilidad institucional que aún existe en México para contener sus repercusiones adversas.

La sola democracia, cuando menos concebida de modo tan estrecho como hacemos aquí, pues es lo que mejor acomoda a los socios más antiguos y a los recién llegados al sistema de privilegios que la define, no es el entorno donde se plantea y, menos aun, se resuelve esta cuestión. Va más allá, pero para empezar habría de estar enmarcada en las leyes y las normas, así como en la procuración efectiva de la justicia, de otra manera todo aparece arbitrario, los conflictos se agravan y así las crisis se hacen recurrentes.

Quienes se benefician de esta situación confían invariablemente en que el tiempo está a su favor, se apuesta al olvido que se sustenta en la falta de claridad sobre lo que ocurre y sobre los actos de la autoridad y acaba siempre en frustración.

Los frentes que están abiertos son de distinta naturaleza, pero confluyen para crear un ambiente de tensión política y de incertidumbre económica. Uno de ellos es muy visible por los asuntos que involucra y las figuras que se confrontan. La política es también espectáculo.

El gobierno federal, encabezado por el presidente Fox, contra el Gobierno del Distrito Federal, cuyo jefe es López Obrador. Los temas están planteados, primero actos de corrupción, luego otros de desacato. No son temas menores. Los jugadores han puesto las cartas sobre la mesa. La defensa hasta ahora no ha sido convincente ni tampoco lo es el argumento de que será la gente la que decida. Si López Obrador quiere de veras liderar una opción política distinta en 2006 tiene que ofrecer más que eso y ser capaz de armar una mejor opción a la que hoy se opone.

Otro frente en el ámbito político se abrió con el todavía supuesto atentado en Oaxaca contra el gobernador Murat. Las condiciones de lo ocurrido son muy confusas, pero el caso se ha convertido en una abierta acusación de un gobernador en contra del responsable federal de la procuración de justicia. Dejando de lado el resultado de este enfrentamiento, lo cierto en que no conduce a la concordia política ni a la credibilidad en las instituciones. Una vez más el entorno de la ley es el único capaz de dirimir el pleito.

El frente de la sucesión lo abrió el propio presidente Fox de manera muy anticipada y confusa. Esto ha representado un costo para él, en su propio partido y ante el conjunto de la sociedad. Una cosa son las confusiones que puedan generarse entre los inquilinos de la residencia de Los Pinos, pero aquí también la falta de una ley clara en el ámbito electoral en muy notoria.

Los frentes económicos se abrieron desde el inicio del gobierno, no únicamente en el campo de las reformas fiscal, energética y laboral, que son las más visibles, sino en el ámbito de la gestión de la crisis bancaria heredada del anterior gobierno. La discusión se ha centrado de manera falaz en el bloqueo de los partidos de oposición en el Congreso a las reformas presentadas por el Ejecutivo. Se ha discutido de modo insuficiente el contenido de esas propuestas en cuanto a su viabilidad económica y política.

El tiempo se pierde miserablemente. Mientras, la situación de Pemex es cada vez más comprometida, las finanzas públicas no superan su debilidad estructural y el mercado de trabajo está desarticulado sin que se generan los empleos que se necesitan. Por otra parte, siguen los acomodos para dejar finalmente como está el asunto del rescate bancario, socializando las pérdidas de la intervención zedillista.

La economía apenas crece y estamos basando este año en unos pronósticos muy halagüeños sobre una recuperación aún incipiente y de contenido poco sólido.

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