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México D.F. Domingo 13 de junio de 2004
¿LA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
De ''indios'' y ''conquistadores''
El Zotoluco en España
De primera figura del toreo a matamiuras
INTERESANTE SIEMPRE OBSERVAR las reacciones de
sociólogos, filósofos, historiadores, críticos taurinos
y otros especialistas cada vez que aflora lo que por tantos años
han pretendido suprimir: las secuelas de variopintos complejos en conquistadores
y conquistados, en españoles e indígenas, en el viejo continente
y en el nuevo mundo, etc., como si el mero hecho de nombrar las cosas impidiera
sus efectos.
EN EL ESPECTACULO taurino -termómetro infalible
del inconsciente colectivo en los países donde todavía subsiste-,
la añeja discusión y falsa disyuntiva entre nacionalismo
e hispanismo se intensifica, hasta alcanzar proporciones reveladoras, no
sólo por los complejos respectivos sino por la abrumadora realidad
que los nutre.
EL
EJEMPLO MAS reciente lo constituye la disparatada incursión
de Eulalio López El Zotoluco en Madrid, durante la Feria
de San Isidro de este año. Considerado en nuestros días como
el torero más consistente de México, no como el más
interesante, por su valor sereno, solidez técnica, celo y pundonor,
Eulalio, "moreno, chiquitajo", que dijera el poeta populista, ha tenido
que luchar, aquí y allá, contra los prejuicios raciales y
seudoesteticistas entre parecer o sólo ser torero.
TRAS 10 AÑOS de alternativa y luego de incontables
desaires a cargo de nuestros inefables promotores taurinos, no obstante
las reiteradas muestras de su potencial torero, Lalo empezó a consolidarse
a partir de la temporada 96-97, hasta culminar en 2002 con la gesta de
matar, entre España y Francia, toda la camada de miuras, identificado
por aquellas empresas como diestro de combate, dada su capacidad lidiadora
por encima de su expresión estética.
REDUCIDO A DIESTRO de batalla, no obstante sucesivos
triunfos en plazas mexicanas al lado de los ases españoles, dejó
constancia de su nivel tauromáquico al desorejar a varios toros
de Miura, consiguiendo incluso tres puertas grandes en Pamplona, Arles
y Nimes y confirmar su estatura torera incluso con esos toros de dificultad
y peligro notables. Exhausto y optimista, anunció en España
que "no volvería a matar un toro de Miura".
PERO COMO LA postración de los empresarios
mexicanos hacia los toreros españoles, sean buenos, regulares o
malos, no es factor suficiente para obtener reciprocidad con España,
Eulalio aceptó regresar a Madrid, no como primera figura de México
sino como ¡matamiuras! para lidiar otro problemático
encierro de los que supuestamente no volvería a matar.
EL ZOTOLUCO ESTA vez
ya no salió en plan de dejar la vida entre los pitones y como el
dichoso encierro no sirvió para un lucimiento convencional, la crítica
especializada le dijo hasta de lo que se iba a morir, recelosa siempre
de que algún exótico pueda superar a sus diestros. Ante esto,
el apoderado de Lalo, José Manuel Espinosa, sólo atinó
a decir que la prensa española los había tratado "como indios",
olvidándose de que fueron él y su poderdante quienes aceptaron
cuanto les impuso la empresa de Madrid, en contraste con las empresas de
México que aceptan lo que exijan los ases españoles. La diferencia
más que de razas sigue siendo, como hace siglos, de autoestima y
organización.
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