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México D.F. Domingo 13 de junio de 2004

Peter Sloterdijk

El proyecto de la globalización metafísica

A sus 57 años, el filósofo alemán Peter Sloterdijk encarna a cabalidad la figura de animador de la agenda global de las ideas en nuestra actualidad. Su trabajo más reciente es monumental: Esferas, trilogía cuyo segundo volumen, Globos, llegará a México en unos cuantos días. Como adelanto para los lectores de La Jornada y con autorización de Ediciones Siruela, ofrecemos un fragmento breve de esta obra magna.

Si hubiera de expresarse en una única palabra el motivo dominante del pensamiento europeo en su era metafísica, ella no podría ser otra que globalización. Bajo el signo de la forma redonda, una forma geométricamente perfecta, que llamamos hasta hoy con los griegos esfera y, más aún, con los romanos globus, comienza y acaba el negocio de la razón occidental con el todo del mundo. Fueron los primeros cosmólogos, matemáticos y metafísicos europeos quienes impusieron a los mortales una nueva definición fática: ser animales creadores y moradores de esferas. La globalización comienza como geometrización de lo inconmensurable.

Mediante ese proceso, que construye la tarea preferida de la theoría griega, la pregunta por el puesto del ser humano en la naturaleza adquiere un significado radicalmente técnico. Efectivamente, los seres humanos, y sólo ellos, en tanto que conciben la figura del globo, se colocan en una relación inteligible, formal y constructiva con el todo del mundo. Tener un lugar en la naturaleza significa ahora, tras el encuentro del ser y del círculo: ocupar un sitio en un gran globo, sea ese sitio central o periférico. Con la imagen del globo comienza a la vez la fabricación de globos; gracias a ésta comienza el juego técnico y gráfico con la totalidad y su imagen, tal como los europeos geométricamente iluminados lo practican desde la alta Antigüedad. "Ciertamente, ningún animal", dirá Nicolás de Cusa en su hiperlúcido tratado sobre la metafísica de lo redondo, De ludo globi, "construye un globo" y, sobre todo, ningún animal consigue jugar y apuntar con globos. Globalización o esferopoiesis al máximo es el acontecimiento fundamental del pensamiento europeo, que desde hace 2 mil 500 años no deja de provocar revoluciones en las condiciones de pensamiento y de vida de los seres humanos. Lo que aparece hoy como mero factum geopolítico en una fase de concentración superior (y de interpretación más nerviosa) fue al comienzo una figura de pensamiento sólo vinculante para los filósofos y cosmólogos. La globalización matemática precede en más de 2 mil años a la terrestre.

šConocemos..., conocemos de verdad! Hay que concienciarlo y sentirlo otra vez. Y el espíritu que soporta y desarrolla ese conocimiento tiene que ser defendido contra la falta de espíritu y de vida.

Esta exclamación del joven Max Bense -en un escrito del año 1935, que lleva el título, mordaz según la política de las ideas, de Rebelión del espíritu. Una defensa del conocimiento- puede leerse hoy como si hubiera querido establecer el axioma de una ética intelectual de la globalización. Sólo entiende la globalización quien se abre a la idea de que hay que tomar en serio ontológicamente, es decir, técnica y políticamente, la figura lógica de la esfera. Pensar significa: desempeñar un papel en la historia de esta seriedad.

La historia seria es la historia del ser. Según ello, el ser no es simplemente un tiempo cualquiera, no es, sobre todo, el tiempo existencial encaminado a la muerte, sino el tiempo que dura para comprender lo que es el espacio: el globo sumamente real.

Con la irrupción del concepto del globo realmente existente acaba la historia humana confusa -como época en la que aún había que narrar lo real perdido en turbios filamentos de tiempo- y se transforma en la posthistoria: una situación en la que el espacio ha absorbido el tiempo. Tras las historias: el mundo simultáneo. Para el conocedor, la esfera ha vestido a la línea, el reposo esencial a la agitación del devenir. La posthistoria es, pues, tan antigua como la teoría filosófica de la esfera; lo que hoy se designa con esa expresión es el intento de rehacer en el globo terráqueo lo que Platón hizo originariamente en el globo del cosmos: distensión en el apocalipsis del espacio.

Así, la fecha de comienzo de la globalización originaria puede establecerse, al menos como época, con cierta precisión: se trata de la ilustración cosmológica de los pensadores griegos, que, por medio de su conexión entre ontología y geometría, echaron a rodar la gran bola. Quizá tenía razón Heidegger al equipar la edad moderna con la época de la conversión del mundo y del ente en imagen, pero los orígenes de este suceso se retrotraen, entonces, hasta el pensamiento culminante de los griegos. La representación del todo del mundo por medio de la esfera es el hecho decisivo de la Ilustración temprano-europea. Se podría decir definitoriamente que la filosofía originaria fue la quiebra hacia el pensamiento monosférico: o sea la pretensión de explicar el ente en su totalidad mediante la idea figurativa de la esfera. Con ese atropello formalizante los individuos pensantes fueron sujetados en una relación fuerte al centro del ser y comprometidos con la unidad, totalidad y redondez de lo existente. Por eso aquí la geometría se adelantó a la ética y a la estética; primero viene la esfera, después la moral. Al hacer explícitas las reglas de la construcción de la esfera y concebir la periferia ideal, en la que todo punto queda a igual distancia del centro, los primeros matemáticos pusieron en manos de las energías creadoras de imagen del mundo del ser humano occidental un instrumentos de racionalidad inaudita. Desde entonces los seres humanos pueden y deben localizarse en un envolvente, el periéchon, que ya no es un seno o una gruta vegetativa, un hogar o una comuna de culto, que se conmueve en un corro de baile, sino una forma de construcción, lógica y cosmológica, de validez intemporal. Toda inteligencia está desde entonces obligada a comprobar su situación con respecto al punto medio: Ƒestamos cerca del centro del ser y gozamos de vistas panorámicas joviales desde él? ƑO es, por el contrario, nuestra distancia al centro la que nos permite aclarar dónde estamos y quiénes somos? ƑEstamos contenidos en el círculo o colocados fuera de él? ƑEstamos familiarizados con el centro o enajenados de él? Tan pronto como el globo incondicionado ha suplantado en la representación a la extensión de todo lo existente, los filósofos pueden decir a la cara a todos los comunes mortales que son ciegos que no ven el globo por el montón de cosas que hay en torno. Y dado que son incapaces de contar hasta uno, lo son también de pensar verdaderamente.

No fue la mala pedantería del eterno pedagogo la que impulsó al primer pensador europeo de la unidad del todo, Parménides, a separar el camino de la verdad del de la opinión; fue la aguda penetración en la "estructura" unísona de la redondez del todo la que le obligó a reconocer la diferencia entre quienes mantienen los ojos elevados y miran a lo bien-redondo, uni-forme, y quienes se pierden continuamente en la multiplicidad de las cosas en torno. La forma geométrica más simple se eleva al rango del ideal absolutamente válido, por el cual toda una era habrá de medir la vida accidentada y el mundo escabroso. La esfera pura, originada en el pensamiento-como-visión-panorámica-en-lo-uniforme, se transforma en crítica de la realidad empírica, imperfecta, no-redonda. Donde sólo había entorno ha de llegar a ser la esfera: con ese imperativo, la geometría se traslada al campo ético. Ese imperativo da alas para el salto del alma al todo. Con él se vuelve ontológicamente seria la transferencia. La totalidad de lo existente se interpreta ahora bajo el signo de la espacialidad, del sentido y del alma: el proyecto alma-del-mundo ha entrado en su estadio de precisión. Los mortales son invitados a salir de sus coyunturas temporales, faltas de perspectiva, donde entretejen su vida con hilos de preocupaciones; tienen, de una vez, la oportunidad de alzar la vista desde la artesa de la preocupación y salir al espacio amigable, grande, en el que todo es sincrónico, está iluminado y abierto. Desde que la figura sensible-suprasensible de la esfera fue elegida por el pensamiento cosmológico-filosófico originario como prototipo de belleza perfecta, imprime a la conditio humana la forma de un juego, que sustenta, habilita y supera a sus jugadores. Cuando la seriedad del pensamiento sobrepasa el juego, quien juega con esferas topa con una supergrande, superhermosa, superredonda, que necesariamente ha de arrollar a sus jugadores. ƑNo sería, pues, la geometría otra cosa que el comienzo de lo enorme-horripilante?

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