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México D.F. Domingo 13 de junio de 2004

Néstor de Buen

Las curiosas interpretaciones patronales

Me gusta la revista Abogado, que tiene una presentación excelente, aunque a veces sus entrevistas no lo son tanto.

En el número reciente (62, año 7), dos distinguidos abogados patronales, clasificación curiosa que puede tener muchos significados, no siempre positivos, Segundo García y César Maillard, sostienen un duelo de coincidencias, pese a que su entrevistador, Rubén Ruiz Soriano, pretende que discrepan. Pero lo cierto es que mis dos amigos dicen barbaridades en conjunto. Y de algunas de ellas lo menos que se puede expresar es que si las conociera el viejo Perogrullo estaría muy orgulloso de tan distinguidos seguidores.

Empieza César con una afirmación espectacular: si no hay empresas, no hay trabajadores; si no hay trabajadores, no hay sindicatos.

Quizá en el fondo, si es que eso tiene fondo, lo que hay es una amenaza de César de que todo se mecanice de tal manera que la tecnología sustituya a la mano de obra. Pero que, en algunos casos, los empresarios, que son muy buenos chicos, se sacrifican y contratan a algunos trabajadores. Para no dejar. Pero sobre esas premisas cesarianas habría que agregar: si no hay trabajadores, no hay empresas que son, por naturaleza, resultado de la reunión del capital, la capacidad de organización de los mandos, la mano de obra y la finalidad misma de trabajo conjunto: la producción o distribución de bienes o servicios.

Pero hay algo más: si no hay trabajadores no habrá salarios y esos sabios empresarios, con toda la tecnología del mundo, se encontrarán sin mercado. Creo que César suspira por un mundo sin salarios, en el que los empresarios, si es que sirve el nombre, se proporcionarán mutuamente bienes y servicios. Ellos sabrán para qué. Pero me temo que no les servirá de nada.

Por supuesto, si no hay trabajadores tampoco habrá sindicatos. Esa es una verdad impactante y espectacular. Con lo que César sugiere que no haya contratos colectivos de trabajo (CCT) y que las empresas sean simples apretadoras de teclas de computadoras sobre las que caerán los dedos anillados de los miembros de los consejos de administración.

Segundo, que en el orden de la entrevista también lo es, afirma que los sindicatos se están comiendo a las empresas. Se da el lujo de afirmar, con el riesgo de que lo acusen de calumniador, que los sindicatos del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) causan la muerte de las empresas, ya que "las vacían por medio de chantajes, corrupción y prebendas". A lo que agrega que algunas empresas no pueden subsistir si otorgan prestaciones exorbitantes. Seguramente se refiere a los salarios mínimos...

Habría que decir a Segundo que primero lea los contratos colectivos de trabajo de esas empresas. No conozco bien el de CFE, pero no es de los mejores ni mucho menos. El ISSSTE es una empresa pública que no tiene CCT sino simples condiciones de trabajo. El del IMSS es, ciertamente, un buen CCT. Pero nada más.

A lo mejor Segundo protesta precisamente por la existencia de algunos CCT y tal vez habrá que recordarle a mi amigo, por si no lo sabe, que lo sabe de sobra ya que eso forma parte de sus protagonismos, que menos de 7 por ciento de los CCT que aparecen depositados en el Junta Local de Concilación y Arbitraje (JLCA) del DF lo son de verdad. Más de 90 por ciento son, en cambio, pactitos firmados por empresarios con supuestos dirigentes sindicales, depositados alegremente en la JLCA, de cuya existencia no tienen noticia los trabajadores. Ya se imaginarán su contenido.

Mis amables colegas se oponen a que desaparezcan las Juntas de Conciliación y Arbitraje y sean sustituidas por jueces de lo social. Es natural. Su dependencia absoluta de los poderes ejecutivos federal y estatales, y su clara simpatía por los señores patrones, las convierten en instrumentos de presión contra los trabajadores. Sobre todo cuando la interesada es una empresa pública de las importantes o privada de las más reconocidas. De esas que representan los más connotados abogados empresariales.

Además, Segundo y César dicen que una solución es el famoso reclamo de la contratación por horas, para lo que sugieren la reforma de la Ley Federal del Trabajo. Me temo que no la han leído. De haberlo hecho -es importante en su oficio que lo hagan- se habrían encontrado con el artículo 83, que dispone, entre otras cosas, que "el salario puede fijarse por unidad de tiempo, por unidad de obra, por comisión, a precio alzado o de cualquier otra manera". Creo que las horas son unidades de tiempo.

Deben ser muy interesantes los cursos que ofrecen Segundo y César. No les faltarán "dirigentes sindicales" de esos que frecuentemente pierden papel membretado en algún despacho patronal que les regresa en forma de CCT para una empresa que aún no tiene trabajadores. Pero hay otras fórmulas más modernas: empresas alquiladoras de mano de obra. El "arrendatario" no tendrá trabajadores ni responsabilidades de ninguna clase. Hoy suele ser ese un negocio lucrativo de despachos patronales. De riesgo, por supuesto.

El mundo laboral es, ciertamente, interesante.

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