La afición chiva agradece al árbitro el empate

El juego sirvió para reclutar vendedores de Omnilife

MARLENE SANTOS A. ENVIADA

Guadalajara, Jal., 10 de junio. La fiesta comenzó alrededor de las 14 horas, cuando la gente inundó las calles vestida con los colores de Chivas. Las inmediaciones del estadio Jalisco se poblaron no sólo de los tradicionales puestos de birria, tortas ahogadas, playeras, cornetas, banderines y pósters de los equipos finalistas, sino que también pulularon empleados de Omnilife, la empresa de Jorge Vergara, ávidos por reclutar nuevos vendedores.

Los promotores repartieron postales con el escudo del popular equipo tapatío y que en el reverso rezaban: "ƑQuieres ser parte de Omnilife? ", el gancho incluía la promesa de "muchos beneficios" adicionales si además "eres chiva de corazón".

Esta tarde la reventa no tuvo las libertades de otras ocasiones, pues las autoridades aplicaron mano dura; no obstante, el ingenio de los intermediarios no se hizo esperar. Lázaro Salas, jefe de Reglamentos y Espectáculos coordinó dos mesas de trabajo, instaladas en las afueras del inmueble, y recurrió a "anzuelos": envió a su gente vestida de civil a buscar boletos en medio del gentío. De esa forma capturó a más de 25 revendedores, según el último reporte obtenido.

Sin embargo, la estrategia de los revendedores consistió en rentar algunas casas aledañas, hasta donde trasladaron a los clientes y ahí fue imposible detenerlos; los boletos de 50 pesos se expendieron hasta en 500.

En tanto, el operativo de seguridad se enfocó hacia las porras visitantes. El Sambita Corona, miembro de la barra Rebel, señaló que arribaron en cinco autobuses desde el Distrito Federal, mientras que en otros dos se transportó la Plus, "y vienen más de Celaya y Pachuca, nos pusimos de acuerdo vía Internet", precisó.

La policía detuvo los vehículos en la glorieta de Colón para prevenir desmanes, y posteriormente los escoltó hasta el coso, unos 40 minutos antes del partido.

Dentro del estadio nada apaciguó los ánimos, ni siquiera el aguacero que se desató súbitamente una hora antes del juego, y que impulsado por fuertes vientos dio la impresión de que el agua era arrojada a cubetazos en todas direcciones.

Al final no hubo vencedor, a la salida la afición rojiblanca murmuraba bendiciones para Glower, "...no era penal", reconocían en voz baja.